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Gonzalo de Mendoza

Trump, en la dirección contraria

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Trump, en la dirección contraria

Reuters

El anuncio de Trump de que Estados Unidos abandona el Acuerdo de París es un tiro en el pie para los americanos y una muy mala noticia para su industria. Este acuerdo internacional de protección climática, el primero la historia de carácter verdaderamente global, además de un esfuerzo importante para preservar el medio ambiente es un acuerdo que tiene una clara intención económica: abrir una nueva era en el desarrollo del sistema energético moderno, que nos lleve  a disponer de fuentes de energía más baratas y seguras, así como a nuevas áreas de desarrollo tecnológico e innovación. 

Cabría esperar que Trump, como exitoso hombre de negocios, comprendiera este acuerdo, por lo menos, en su potencial económico. Sabe perfectamente cómo funciona el mundo y que el crecimiento económico y la competitividad dependen, en gran parte, de la capacidad de innovar y de buscar nuevos nichos de negocio y mercados. El acuerdo de París promueve precisamente eso, ya que no impone un modelo igual a todos los países basado en sanciones. Al contrario, les permite diseñar sus propias estrategias e incentivos para alcanzar los objetivos que nacionalmente se marcaron antes incluso de llegar a París. Y eso se condensa en una palabra, inversiones, sin las cuales la limitación de la temperatura global no será más que retórica.

Por su lado, la Unión Europea ha entendido perfectamente que significa París. Las últimas propuestas para alcanzar los objetivos de eficiencia energética, renovables y reducción de emisiones de CO2, están basadas, además de en la voluntad de limitar el calentamiento global, en la oportunidad económica que estos objetivos representan para nuestra industria. Con ello la política de acción climática se ha transformado, dejando atrás el mundo de las musas, y convirtiéndose en algo tangible y muy beneficioso para nuestros ciudadanos y empresas. Para la Unión Europea el anuncio de Trump, sin ser una buena noticia, puede ser una grandísima oportunidad para ejercer un liderazgo positivo global en torno a la lucha contra el cambio climático.  Para aglutinar a los europeos en torno al objetivo común de creación de un verdadero mercado interno de la energía en el que mande el consumidor. Y para convertirse en un polo de atracción de inversiones relacionadas con la transición energética y la descarbonización de nuestra economía. 

La decisión de Trump aleja a los Estados Unidos de la grandeza que pretende recuperar, porque la grandeza depende del liderazgo que las naciones ejercer en el mundo. Y esta decisión aislacionista hace a América más pequeña y estrecha. América nace y adquiere su grandeza sobre la base de ideas y valores que trascienden las fronteras. Ideas tan simples y descabelladas como que lo correcto no conoce fronteras, que la dignidad de la persona, la libertad y la democracia son valores universales y no instituciones nacionales. Esta revolucionaria manera de concebir el mundo y a la persona en dimensión más trascendental les ha hecho la nación más influyente en el último siglo. El abandono del Acuerdo de París va en la dirección contraria.

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