THE OBJECTIVE
Andrés Miguel Rondón

Trump o la economía del dinero prestado

Donald Trump ya lleva un mes entero sin tuitear sobre mercados. La razón es obvia: desde los récords altos de enero la bolsa americana ha caído cerca de un 10% este mes. Y como es de costumbre, el presidente americano solo divulga noticias buenas. Las malas, por supuesto, son falsas. Por tanto permanece callado.

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Trump o la economía del dinero prestado

Donald Trump ya lleva un mes entero sin tuitear sobre mercados. La razón es obvia: desde los récords altos de enero la bolsa americana ha caído cerca de un 10% este mes. Y como es de costumbre, el presidente americano solo divulga noticias buenas. Las malas, por supuesto, son falsas. Por tanto permanece callado.

Lo cierto es que los mercados americanos han llegado, a pesar de esta reciente corrección, a unas alturas temblorosas desde la entrada de Trump al poder. El famoso ‘Trump Trade’: desatar los espíritus animales de la economía, reducir impuestos corporativos, desregular industrias, aumentar el gasto discrecional. (Todo gracias al aumento de la deuda, por supuesto). Un ‘todo vale’ que tiene a Wall St. francamente eufórico. Trump, hasta hace muy poco, lo publicita como el mayor logro de su presidencia. Y no es para menos: estamos hablando de subidas de 30-40% en casi todos los índices. Si se mantuvieran y calaran a la economía general, sería un gran logro, sin duda.

El problema es no hay mucho de orgánico en estos crecimientos. Gradualmente la realidad de los mercados financieros y la de la economía en general está dejando de ser la misma. Las buenas noticias de una no son necesariamente buenas para la otra. Trump puede afanarse todo lo que quiera de que el desempleo nunca ha estado más bajo. Que el consumo se está reactivando. Que las compañías están vendiendo más que nunca. Pero la escasez no es de empleo. Es de trabajos decentes. Y como demuestran Bruce Meyers y Jason Sullivan en un brillante estudio sobre la actual pobreza americana, se puede ser simultáneamente rico en consumo y pobre en ingresos.

La realidad es que, más allá del consumo, la clase media americana está bajo un riesgo generacional inmenso. Este año empiezan a jubilarse los Baby Boomers. Mientras, la deuda americana sigue aumentando, en parte por una reforma fiscal que beneficia más a la clase adinerada del país. Trump acaba de imponer tarifas globales a las importaciones de acero y aluminio, aumentando las presiones inflacionarias a la economía y forzando a la Fed a subir aún más las tasas de interés. El coche que se conduce a sí mismo está a la vuelta de la esquina. La educación terciaria está más cara que nunca. El suburbio americano está siendo acechado por una epidemia de opioides, la cual mata a 150 americanos cada día. Reina el temor, la paranoia social, el populismo. Pero si leyéramos nada más los mercados pensaríamos que Estados Unidos está más saludable que nunca.

Los políticos mienten, pero la economía eventualmente siempre dice la verdad. Pronto la realidad del mercado y la de la calle tendrán que converger. El momento en el que suceda será cuando nos demos cuenta que esa deuda que Trump tanto está haciendo que aumente no habrá quien la pueda pagar. Entonces veremos sus credenciales de empresario. Con dinero prestado cualquiera hace que suban los índices. Pero a todo chivo le llega su hora. Y no sería su primera bancarrota.

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