THE OBJECTIVE
Jon Navascues

Uber o muere

Somos testigos de un cambio brutal en la historia de la humanidad que no ha hecho más que empezar. Equiparable a la rueda.

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Somos testigos de un cambio brutal en la historia de la humanidad que no ha hecho más que empezar. Equiparable a la rueda.

¿Imagina el disgusto del hombre que se ganaba la vida alquilando trineos tirados por mulas cuando vio que el paleto del vecino, menos preparado, más inepto, inventó la rueda y se hizo de oro? Tendrían más que palabras, seguro. Pues bien, 5.000 años después, en ésas seguimos.

Hasta hace bien poco el taxi era un servicio imprescindible. La única solución en muchos casos. Las licencias y los requisitos exigidos eran necesarios para garantizar un mínimo de seguridad. Una especie de aval. Cualquiera se metía en el coche de un desconocido. Pero amigos, llegó Internet. La revolución.

El gremio del taxi ve cómo se queda sin pastel. Le tocará protestar, montar gresca, “hasta recurrir a la violencia” como me dijo un afectado. «Hombre, ésa nunca es la solución», medié. “Mis hijos tienen que comer”. Callé. La ley de la jungla.

Uber, o similar, llegará antes o después, no se puede frenar. Las reglas del juego empiezan a estar claras. Cerrar, prohibir, es igual a multiplicar en Internet. Ya no tenemos una Bahía Pirata en la que perdernos, pero no ha dado tiempo ni a echarla en falta. Es imparable. Es la ley del mercado, la de la red.

Parece mentira que Internet se asentara hace poco más de una década a nivel doméstico. Somos testigos de un cambio brutal en la historia de la humanidad que no ha hecho más que empezar. Equiparable a la rueda. Un cambio para el que muchos sectores no están preparados. Simplemente fueron concebidos sin Internet. Y ya no sirven.

No son solo los taxis. Es la Prensa, son las discográficas, las librerías, el cine, las agencias de viajes… Es adaptarse o morir. Puede que en muchos casos incluso solo quede morir, porque mantenerse para siempre, sencillamente, no es posible. Es jodido pero es así. Es ley de vida.

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