THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

Un país ingobernable

España es hoy, esencialmente, un país ingobernable. La ruptura del bipartidismo se traduce en ese virtual empate entre dos presuntos bloques –el neo-bipartidismo, quizá– PP-Ciudadanos y PSOE-Podemos, ninguno de los cuales llegaría a los 176 escaños de la mayoría parlamentaria, aunque con ventaja para el conglomerado de izquierdas porque le quedan posibles aliados como ERC y demás nacionalistas para una posible alianza. Que ésta sería el canto del cisne para los socialistas a escala nacional no es la principal consideración: la política española está en un estado de encono, navajeo y revanchas que puede desembocar en cualquier cosa.

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España es hoy, esencialmente, un país ingobernable. La ruptura del bipartidismo se traduce en ese virtual empate entre dos presuntos bloques –el neo-bipartidismo, quizá– PP-Ciudadanos y PSOE-Podemos, ninguno de los cuales llegaría a los 176 escaños de la mayoría parlamentaria, aunque con ventaja para el conglomerado de izquierdas porque le quedan posibles aliados como ERC y demás nacionalistas para una posible alianza. Que ésta sería el canto del cisne para los socialistas a escala nacional no es la principal consideración: la política española está en un estado de encono, navajeo y revanchas que puede desembocar en cualquier cosa.

La sesión de insultos gravísimos en que acabó el debate Rajoy-Sánchez da una buena idea de por qué es hoy impensable esa ‘gran coalición’ del tipo de la que salvó a Alemania de caer en el pozo del populismo que hoy amenaza a todos los países europeos (y a Estados Unidos, con el flamígero Donald Trump en pleno auge).

La ilusionada opción de Ciudadanos -pero, a la postre, opción demasiado caballerosa y cándida dentro de su esfuerzo de equidistancia y de reformismo aceptable para los moderados tanto del PP como del PSOE- ha sido la principal derrotada de esta jornada. La última semana, con la izquierda y la derecha a degüello contra Albert Rivera y los suyos, ha sido decisiva. Mientras tanto, ese voto del hastío y la revancha que es el de Podemos, más un estado de espíritu vengativo que una auténtica alternativa ideológica, ha resultado vencedor. Es decir: los que empujan al PSOE al extremismo han sido mucho más convincentes que los que empujan al PP a la moderación y a la regeneración.

Una enorme crisis económica a medio resolver –no se ha creado empleo, y eso es una losa abrumadora- acaba con cinco millones de voces a favor de supuestas soluciones, sin duda inviables. Las ha explicitado esta noche Pablo Iglesias en un programa de máximos. Y el señuelo para un PSOE alque sólo le queda la huida hacia delante es evidente.

¿Cómo se puede dar este apoyo de tantos millones de votos a un partido marxista-leninista ya coligado, además, con los nacionalistas? Los estudiosos de la comunicología nos explicarán un día la estrategia televisiva de Iglesias y de sus aliados mediáticos en un país en el que no sólo nadie lee, sino que nadie se informa con los telediarios convencionales, prefiriendo espacios como el del Gran Wyoming. Pero ahí está. Las esperanzas de una salida reformista y civilizada de la crisis político-económica en España se han desvanecido. Nos espera el tiempo más incierto desde la muerte del dictador hace 40 años.

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