THE OBJECTIVE
Gerardo Cabrera Campos

Un texto de bar

Los problemas mundiales se viven siempre, pero no muchos tenemos la ‘suerte’ de sufrir asesinatos terribles y decisiones tremendas: «Obama quiere acabar con el IE: bombas sobre Siria y 475 militares para apoyar a Irak».

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Los problemas mundiales se viven siempre, pero no muchos tenemos la ‘suerte’ de sufrir asesinatos terribles y decisiones tremendas: «Obama quiere acabar con el IE: bombas sobre Siria y 475 militares para apoyar a Irak».

Es preciso y precioso escribir como los antiguos redactores: al pulso de su mano en un papel de cafetín, o de algún bar de esquina. Así estoy ahora, en uno de la vertiginosa avenida Abancay, en Lima, tratando de imaginar y analizar todas las noticias que hombres como cualquiera sufren en el mundo. Pienso en las víctimas del atentado de Santiago de Chile y en los líderes asháninkas asesinados en la frontera Perú-Brasil.

Un viejo periodista comentaba: «En este oficio, las distancias son lo de menos», cogía el periódico, oteaba notas, «y en tu generación aún más». Le explicaba el problema de Gaza, la situación de Liberia, el traspaso de Di María, en fin. «El problema está en la identificación con cada uno de ellos», proseguía. Entiendo, entonces, que la gran eficacia de hacer Periodismo fuera de tu continente (en España, por ejemplo) revive un impulso genuino en la asimilación de temas internacionales tanto como serían los de tu pueblo. La cuestión va, creo, en convertirte no en un comunicador latino o europeo, sino en un comunicador del mundo, interiorizando cada problema.

Los problemas mundiales se viven siempre, pero no muchos tenemos la ‘suerte’ de sufrir asesinatos terribles y decisiones tremendas: «Obama quiere acabar con el IE: bombas sobre Siria y 475 militares para apoyar a Irak». Y en Irak, precisamente, dos atentados han dejado 30 muertos y 86 heridos. Y herido, inevitablemente, está el pueblo de la India cuya bárbara inundación lo destruye todo.

Vago por las grandes avenidas de Lima en busca de alguna comprensión. Me topo con chicos lustrabotas, me río con los cómicos ambulantes en los parques, entiendo el delirio de las madres mendigas. No puedo dejar de escribir acá pensando en lo de allá: esas mujeres peruanas con sus hijos son las mismas que huyen del terror sirio y del ébola. El simbolismo es poderoso.

Así se puede resumir el mundo: la liberación de Cascos Azules en los Altos de Golán, mientras se desmaya una niña colombiana, y crecen las ansias de independentismo catalán y las tasas de suicidio en China. Yo, por el momento, trataré de escribir aunque sea desde alguna guarida de carretera.

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