THE OBJECTIVE
Irene Junquera

Un tren a Auschwitz

¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana? Los nazis se sentían orgullosos de estos campos, cuantos más muertos consiguieran, mejor serían vistos por Hitler.

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¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana? Los nazis se sentían orgullosos de estos campos, cuantos más muertos consiguieran, mejor serían vistos por Hitler.

Imposible ignorar el halo de tristeza que empaña los ojos de Halina Birenbaum, una de las supervivientes de Auschwitz y que tiene en su mirada el resultado de haber vivido uno de los episodios más negros y horribles de la historia.

¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana?

Auschwitz fue el más terrible de todos los campos de concentración; situado cerca de Cracovia, miles de personas perdieron la vida diariamente en su interior. Enfermedades, torturas, frío, hambre, fusilamientos masivos… era prácticamente imposible sobrevivir, y quien lo hacía “vivía” en la mayor pesadilla que alguien puede alcanzar a imaginar.

Los prisioneros llegaban en una suerte de tren directamente al campo de exterminio, aunque muchos de ellos fallecían en los vagones de ganado que les transportaban. Las mujeres, los ancianos y los niños generalmente eran enviados por un “médico” directos a la cámara de gas. Aunque ellos pensaban que iban a recibir una ducha para “desinfectarles”, en realidad, les esperaba ciaunuro de hidrógeno, un gas letal. Los hombres en mejor forma física eran seleccionados para hacer trabajos forzados que incluían enterrar o llevar a los cadáveres a los hornos crematorios. Además, les sometían a torturas, que junto al frío y el hambre les aseguraban una breve existencia.

Los nazis se sentían orgullosos de estos campos, cuantos más muertos consiguieran, mejor serían vistos por Hitler. En total, perecieron unos veinte millones de personas, aunque es muy difícil precisar el número exacto. La etnia judía fue la más perseguida: en total murieron aproximadamente seis millones.

Las tropas aliadas, en su camino a la destrucción del III Reich, lograron liberar los campos de exterminio, pero quisieron dejar constancia del horror para que nadie lo olvidara jamás. Se encargaron de grabar lo que se encontraron y obligaron a los vecinos de los pueblos cercanos a ir a estos campos y ver de primera mano lo que habían sido capaces de hacer sus compatriotas.

Han pasado setenta años, ya son pocos los supervivientes de aquel horror, pero nadie podrá olvidar jamás lo que sucedió detrás de aquellas verjas de alambre. La barbarie humana, el horror elevado a su máximo exponente. 

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