THE OBJECTIVE
Xabier R. Blanco

Una cogorza de altura

Nos preocupamos por todo y en cambio confiamos la vida a desconocidos con una ligereza pasmosa. Resulta que en Noruega han detenido al piloto, al copiloto y a dos azafatas que habían soplado más de la cuenta y tenían la insana intención de despegar el aparato de la compañía Air Baltic. “Tranquilos, que yo controlo”, seguramente dijo el comandante mientras pedía la penúltima. Nos preocupamos por todo y en cambio confiamos la vida a desconocidos con una ligereza pasmosa. Resulta que en Noruega han detenido al piloto, al copiloto y a dos azafatas que habían soplado más de la cuenta y tenían la insana intención de despegar el aparato de la compañía Air Baltic. “Tranquilos, que yo controlo”, seguramente dijo el comandante mientras pedía la penúltima.

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Una cogorza de altura

Nos preocupamos por todo y en cambio confiamos la vida a desconocidos con una ligereza pasmosa. Resulta que en Noruega han detenido al piloto, al copiloto y a dos azafatas que habían soplado más de la cuenta y tenían la insana intención de despegar el aparato de la compañía Air Baltic. “Tranquilos, que yo controlo”, seguramente dijo el comandante mientras pedía la penúltima. Nos preocupamos por todo y en cambio confiamos la vida a desconocidos con una ligereza pasmosa. Resulta que en Noruega han detenido al piloto, al copiloto y a dos azafatas que habían soplado más de la cuenta y tenían la insana intención de despegar el aparato de la compañía Air Baltic. “Tranquilos, que yo controlo”, seguramente dijo el comandante mientras pedía la penúltima.

Sabíamos que a un tipo con canguelo a volar le puede dar un ‘Melendi’ en cualquier momento y montarla parda en pleno trayecto a un porrón de metros del suelo. También supimos que un descerebrado como el copiloto Andreas Lubitz de la compañía Germanwings puede hacer que te desnuques con él si no ha tenido un buen día y es incapaz de contener sus ansias suicidas. Y algunos temíamos que esos señores que conducen nuestras vidas pueden estar a los mandos de un gran avión comercial con una cogorza de altura.

Era sólo una sospecha de naturaleza desconfiada pero no infundada. En el mar, el comandante del ‘Costa Concordia’, Francesco Schettino, fue de los primeros en salir zumbando del crucero de lujo cuando encalló en la isla del Giglio mientras él pelaba la pava con una bailarina moldava. Más de una treintena de ahogados y el cantamañas del capitán se negaba a regresar al buque. Había faltado a esa clase en la que se les enseña que tienen que ser los últimos en abandonar el barco.

Nos preocupamos por todo y en cambio confiamos la vida a desconocidos con una ligereza pasmosa. Resulta que en Noruega han detenido al piloto, al copiloto y a dos azafatas que habían soplado más de la cuenta y tenían la insana intención de despegar el aparato de la compañía Air Baltic. “Tranquilos, que yo controlo”, seguramente dijo el comandante mientras pedía la penúltima. Schettino fue condenado a 16 años de cárcel, la tripulación de Air Baltic se enfrenta a una pena de hasta dos años de prisión. La próxima vez que tenga la insana intención de subirme a un avión prometo que antes de arrancar le pediré al piloto que me eche el aliento. Ha quedado claro que sus controles no son tan rigurosos y eficaces como los de la DGT.

 

 

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