THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Una confesión personal (y política)

«Y lo escrito aquí, dicho sea de paso y para los de la ley del embudo, sirve también para el franquismo»

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Una confesión personal (y política)

Wikimedia Commons

Ya saben que lo personal es político, y viceversa. Aunque solo para aquellas cuestiones de la vida en sociedad que nos afectan de manera indirecta, porque cuando la crítica golpea a nuestros respectivos proyectos vitales o a los de personas cercanas nos ponemos mucho más serios y circunspectos. Así que permítanme que comience contando una anécdota para desvelar más de lo pedido y lo debido. Decía Paul Auster que las anécdotas son una forma de conocimiento. No quiero ir tan lejos, pero sé que iluminan el mundo mejor de lo que estoy dispuesto a aceptar.

Hace unas semanas estaba hablando con un amigo que, gracias a su bondad e inteligencia, siempre ha conseguido que me replanteara ciertos posicionamientos políticos. Nos conocimos en la universidad, compartimos lecturas e inquietudes y me facilitó esos apuntes que yo nunca cogí. Una prueba más de cómo es y de cómo soy. En cualquier caso, el otro día le confesé que no había votado jamás al Partido Popular. Se sorprendió enormemente (creo que lo hará hasta mi padre cuando lea esta columna). Lo que dijo a continuación me dejó noqueado durante unas horas. Mi amigo recordaba nítidamente cómo durante la carrera, en una de las facultades más marcadas en su día a día por las actividades de la cantera de ETA, yo salía públicamente en defensa del PP. Era la primera persona de su entorno que no tenía el inconveniente de decir ese tipo de cosas en el espacio público. ¿Cómo iba a arriesgarse así alguien que no estaba convencido? ¿Qué necesidad tenía? Sé que esta experiencia será compartida por muchos otros que me conocieron entonces. No era fácil encontrarse a nadie que desentonara del discurso cuasi-hegemónico. Y era sorprendente porque, en aquel entonces, el PP era la segunda fuerza en número de votos en el País Vasco. Cualquiera que escuchara atentamente las charlas en las barras de los bares se tenía que preguntar de dónde surgían aquella cantidad de votos. Ellos solo podían hablar en voz baja o a escondidas. No había que meterse en política.

Este sábado nos despertamos con una entrevista a Maddalen Iriarte, la portavoz de Bildu en el Parlamento Vasco, asegurando que «el daño causado por ETA está reconocido; que fuese o no injusto depende de cada relato». Si no se han escandalizado aún, cambien ETA por el franquismo, la violencia de género o el racismo. Y si han tenido que hacer este ejercicio, quizá deberían replantearse su capacidad para emitir juicios morales. En fin, vuelvo al mismo lugar de siempre porque, frente a los prescriptores de progreso de este país y los ministros que van repartiendo carnés de sentido de responsabilidad, ETA es un pasado que no pasa. La realidad siempre toca a sus puertas y le dan un portazo. «¿Dónde ven ustedes homenajes a terroristas?». «Oigan, si se está haciendo apología del terrorismo, que sigue siendo un delito, vayan a denunciarlo a los tribunales». «Las memorias son poliédricas y el conflicto vasco ha sido complejo». «Hay que pasar página». «Lo importante no es con quién, sino qué se negocia». «Todo es ETA, je je je». Y lo demás.

En aquellos días, mi decisión de participar de la conversación pública de esa forma era deliberada. Como tantos otros, no podía aceptar lo que estábamos viviendo. Nunca me importó que me tomaran por lo que no era. Judith Skhlar señaló que «a menudo elegimos la paz por encima de la justicia, pero no son lo mismo. Confundirlas es invitar a la injusticia pasiva». Durante décadas, todo aquel engranaje de terror laminó a una parte considerable de la sociedad. Mientras había quien miraba hacia otro lado y quien ni se daba por enterado. Sus consecuencias siguen conjugándose en presente traumático e imposibilitan construir una sociedad justa y decente. No hacerlo es un fallo cívico que no nos podemos permitir. Y lo escrito hasta aquí, dicho sea de paso y para los de la ley del embudo, sirve también para el franquismo.

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