THE OBJECTIVE
Carme Chaparro

Underwood for president

House of Cards desgrana como pocas la putrefacta realidad de la política cuando se trata de escalar puestos en el partido o de mantenerse en ellos.

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House of Cards desgrana como pocas la putrefacta realidad de la política cuando se trata de escalar puestos en el partido o de mantenerse en ellos.

Un presidente con sangre en las manos. Sangre de un rojo intenso chorreándole entre los dedos.

Y cierta cara de satisfacción.

Trabajo bien hecho.

Lo que ustedes están viendo no es un cartel electoral hiperrealista –que podría-, sino la foto que publicita la tercera temporada de una de las mejores series de los últimos tiempos, House of Cards (¿a qué esperan, si aún no la han visto?), que desgrana como pocas la putrefacta realidad de la política cuando se trata de escalar puestos en el partido o de mantenerse en ellos.

Pero cuando observo a ese Kevin Spacey en estado de gracia no puedo evitar pensar en que todos esos giros sorprendentes de la trama no son solo un hilo argumental de maquiavélicos guionistas. Y que, en vez de una serie de ficción, perfectamente podría estar viendo un documental del National Geographic.

Aunque, pensándolo bien, quizá Frank Underwood se quede corto, y, en algunos casos, la realidad supere también a la ficción.   

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