THE OBJECTIVE
Francisco Martinez

Velocidad esterilizadora

Es la velocidad a la que acontece todo en este mundo la que nos lleva esterilizando de una manera admirable de un tiempo a esta parte. Al mismo tiempo, esta capacidad que nos permite absorber la información a dicha velocidad – que no asimilar – nos imbuye en la sensación de que conocemos todo de todos y de todas las cosas.

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Velocidad esterilizadora

Es la velocidad a la que acontece todo en este mundo la que nos lleva esterilizando de una manera admirable de un tiempo a esta parte. Al mismo tiempo, esta capacidad que nos permite absorber la información a dicha velocidad – que no asimilar – nos imbuye en la sensación de que conocemos todo de todos y de todas las cosas.

Llevo escribiendo varios años en mi blog personal y desde hace tiempo tengo por máxima no escribir sobre todo aquello que genera un ruido excesivo salvo que me considere capaz de aportar algo que pueda resultar de utilidad para comprender el tema que está siendo objeto de debate en un momento determinado.

Hoy me estreno en The Objective y es la actualidad la que me empuja a hacerme eco de los sanguinarios atentados que se han producido en… (probablemente sólo les venga un nombre a la cabeza). Pero lo cierto es que no sólo se han producido en París. Amnistía internacional denunció el sábado que Boko Haram mató a más 2.000 personas en Nigeria. Al tiempo que estoy escribiendo estas palabras lo más probable es que el foco de la actualidad se esté empezando a centrar en cualquier otro ámbito.

Es la velocidad a la que acontece todo en este mundo la que nos lleva esterilizando de una manera admirable de un tiempo a esta parte. Al mismo tiempo, esta capacidad que nos permite absorber la información a dicha velocidad  – que no asimilar – nos imbuye en la sensación de que conocemos todo de todos y de todas las cosas, lo que a su vez propicia, gracias a nuestra omnipotente libertad de expresión, que opinemos, ofendamos, alabemos, vituperemos, exhortemos… siendo las menos veces aquellas en las que ponderamos el efecto que ello es capaz de causar.

En definitiva, esta esterilización cuasi imperativa a la que nos somete el ritmo frenético de todo lo que acontece implica que minusvaloremos nuestros deberes y exacerbemos nuestros derechos. Ignoremos lo que nos conviene y preponderemos los que nos interesa. Y todo ello cada vez a mayor velocidad. Tal vez la clave no esté en romper el cristal y accionar el freno de emergencia. Probablemente la clave haya pasado de largo y ni nos hayamos dado cuenta.

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