THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

Venezuela o la ruina del estado

La excusa o culpa dirigida contra los enemigos exteriores ha sido también esgrimida en varias ocasiones para disculpar la caída de la Unión Soviética

Opinión
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La excusa o culpa dirigida contra los enemigos exteriores ha sido también esgrimida en varias ocasiones para disculpar la caída de la Unión Soviética

Tras 15 años de revolución bolivariana, los resultados de la misma hablan por sí solos: caos en las calles de Caracas, alcaldes encarcelados, desabastecimiento general, inseguridad ciudadana y pitorreo internacional. Un régimen, del signo y contenido que sea, se legitima por sus resultados, y no por ningún ente metafísico como el “pueblo”, “Dios” o el ectoplasma de Hugo Chávez.

Insisto, los resultados son más bien penosos. Por supuesto, dirán que la culpa la tiene la presión internacional de los enemigos de Venezuela, que ha dejado a esta sin papel higiénico, entre otras cosas. Y es cierto, las constantes maniobras de desestabilización de la República Bolivariana por parte de EEUU y otros países contribuyen sin duda al caos general. Pero también es cierto que otros estados poco avenidos con Washington como Irán, Brasil o la misma Bolivia no están pasando por estas dificultades, y eso sin tener la bomba atómica, tradicional recurso para evitar que los enemigos se pasen de la raya.

La excusa o culpa dirigida contra los enemigos exteriores ha sido también esgrimida en varias ocasiones para disculpar la caída de la Unión Soviética. Pero como dice Gustavo Bueno, desde coordenadas inmisericordemente materialistas, la “Revolución” tenía y tiene que contar con los enemigos externos. ¿O acaso creen que estos se iban a dejar domeñar por las virtudes evidentes por sí mismas del marxismo-leninismo?

Lo mismo vale para el “bolivarianismo”, sea ese engendro ideológico lo que sea. Y si el bolivarianismo no puede acabar con los enemigos externos de la revolución, entonces al menos debería poder legitimarse interiormente. Pero ni eso. Manifestantes ejecutados al estilo survietnamita. Colas en los supermercados, estanterías vacías, coches que no paran en los semáforos por miedo a ser atracados. Es decir, la ruina del estado.

Para Maduro y su gobierno, quizás no haya ya vuelta atrás.

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