THE OBJECTIVE
Antonio Orejudo

¡Viva el dinero!

Sí, viva el dinero, pero no así, en general. Viva el dinero contante y sonante y muera el dinero virtual. Y cuanto más se afane el sistema en potenciar esas ‘cómodas’ formas de pago, más me esforzaré yo por abonar en efectivo.

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¡Viva el dinero!

Sí, viva el dinero, pero no así, en general. Viva el dinero contante y sonante y muera el dinero virtual. Y cuanto más se afane el sistema en potenciar esas ‘cómodas’ formas de pago, más me esforzaré yo por abonar en efectivo.

Sí, viva el dinero, pero no así, en general. Viva el dinero contante y sonante y muera el dinero virtual. Y cuanto más se afane el sistema en potenciar esas ‘cómodas’ formas de pago, más me esforzaré yo por abonar en efectivo.

Cuando era más joven y radical, me negaba incluso a domiciliar los recibos. Y, claro, tenía que ir a pagarlos en persona. Era una incomodidad para mí, pero la compensaba comprobando las incomodidades que provocaba en empresas y organismos oficiales mi empeño en pagar con billetes. Todavía recuerdo los gritos indignados del funcionario municipal cuando en cierta ocasión fui a pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles con las monedas que a lo largo de todo un año había ido acumulando en una hucha. Y cada vez que pago con efectivo en el supermercado, la cajera me mira raro, como si el dinero que le tiendo tuviera un origen espurio y yo no fuera de fiar.

Mi manía a las tarjetas de crédito, a las de débito, a las tarjetas de comercio electrónico y sobre todo a esta nueva forma de pago con el móvil que quieren implantar se debe a dos razones.
La primera es de naturaleza práctica, y se la debo a mi abuela, que decía que con las tarjetas de crédito se gasta más. Para saber que estás pagando, decía, tienes que tocar los billetes y tendérselos a otra persona, ver cómo se van a otro bolsillo. Es lógico, pues, este empeño del sistema en hacer desaparecer el efectivo.

La segunda tiene algo de paranoico: bastante vigilados estamos ya como para encima ceder de manera tan fácil la valiosa información que proporcionan nuestros gastos. La vida de una persona que sólo usara plástico podría reconstruirse al minuto con el rastro que va dejando en sus extractos.

El dinero, dicen los psicoanalistas, representa la mierda. Pues que se vea.

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