THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Viva la democracia de Hong Kong

El Consejo Legislativo de Hong Kong tiene 70 miembros, de los cuales la mitad, 35, son elegidos por sufragio universal. Del resto, cinco son extraídos por una circunscripción orgánica y el resto los votan poco más de 200.000 electores. Hay 7 millones más de hongkoneses, pero para ser elector tienes que ser empresario o un profesional cualificado. Esos electores eligen también un colegio electoral de 1.200 miembros, que son quienes a su vez eligen el gobierno.

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Viva la democracia de Hong Kong

El Consejo Legislativo de Hong Kong tiene 70 miembros, de los cuales la mitad, 35, son elegidos por sufragio universal. Del resto, cinco son extraídos por una circunscripción orgánica y el resto los votan poco más de 200.000 electores. Hay 7 millones más de hongkoneses, pero para ser elector tienes que ser empresario o un profesional cualificado. Esos electores eligen también un colegio electoral de 1.200 miembros, que son quienes a su vez eligen el gobierno.

En la mitad del órgano legislativo que surge del sufragio universal han entrado, en las últimas elecciones, varios representantes de la llamada “revolución de los paraguas”. Ese movimiento exige una mayor democratización del sistema político, y tiene un cariz netamente contrario a Pekín. China ha filtrado su pócima dictatorial por las costuras de la democracia hongkongesa, por ejemplo, secuestrando a varios libreros y realizando detenciones sin garantías de los líderes de la oposición al sistema.
No hay nada más congruente que oponerse a la interferencia de la dictadura china y defender la democratización de Honk Kong. Pero por un lado, hacer que su sistema político responda por completo al sufragio universal no asegura que China, cuyo aprecio por la democracia se puede describir en términos muy escuetos, vaya a respetarlo más.
Por otro, Hong Kong ha prosperado durante 174 años sin ser una democracia plena y, quitando la época de ocupación japonesa, sin grandes sobresaltos. Cambiarlo no asegura un mayor éxito. El buen camino es el del Estado de Derecho, y éste y la democracia son como el hombre y el perro: El perro protege al hombre, pero también puede matarlo.
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