THE OBJECTIVE
Salvador Aragonés

¡Viva San Fermín!

La emoción es alta, y hay un derrame de adrenalina como pocas veces ocurre en la vida. El “encierro” suele durar entre dos y cuatro minutos. La emoción no solo impregna a los mozos que corren delante de los toros, sino al público que grita “¡Que vienen! ¡Que vienen!”, gritan y uno cree que los toros están detrás cuando pueden estar a 50 ó 100 metros.

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¡Viva San Fermín!

La emoción es alta, y hay un derrame de adrenalina como pocas veces ocurre en la vida. El “encierro” suele durar entre dos y cuatro minutos. La emoción no solo impregna a los mozos que corren delante de los toros, sino al público que grita “¡Que vienen! ¡Que vienen!”, gritan y uno cree que los toros están detrás cuando pueden estar a 50 ó 100 metros.

San Fermín es algo más que la fiesta mayor de Pamplona. Es una fiesta global, mundial, que popularizó Ernest Hemingway, uno de los principales novelistas y cuentistas del Siglo XX. Los Sanfermines quedan retratados en su libro “Fiesta”, en inglés “The sun also rises” (El sol también se levanta). Ganó el Premio Nobel y su popularidad subió por las nubes, en América y en todo el mundo.

Los Sanfermines no pueden olvidar la huella de Hemingway: ahí está el piso desde donde veía los encierros (porque no los corría), cuyo balcón hoy cuesta un dineral el alquilarlo para las fiestas sanfermineras. Ahí está el Hotel La Perla, el más caro de Pamplona sin ser el más lujoso, donde vivía el escritor, las terrazas de la plaza del Castillo, donde desayunada chocolate con churros y un buen trago de vino tinto.

Los Sanfermines, fiesta bulliciosa como las que más en Europa. La vida se hace en la calle: se come, se bebe (y mucho) y se duerme (el que vive lejos) en la calle, pues la noche es muy corta y hay que ir al encierro que empieza a las ocho en punto, y una hora antes por lo menos para encontrar el lugar más adecuado y correr o ver el encierro. Los toros recorren desde la Cuesta de Santo Domingo hasta la plaza de toros. Son unos 800 metros.

La emoción es alta, y hay un derrame de adrenalina como pocas veces ocurre en la vida. El “encierro” suele durar entre dos y cuatro minutos. La emoción no solo impregna a los mozos que corren delante de los toros, sino al público que grita “¡Que vienen! ¡Que vienen!”, gritan y uno cree que los toros están detrás cuando pueden estar a 50 ó 100 metros. Al acercarse a los toros el corredor debe acompañar a los animales en su recorrido, no pegarles, ni tirarles del rabo, ni sujetarles por el cuerno, como hacen algunos.

Es una especie de lidia en plena calle, con un periódico en la mano, no para castigar al toro, sino para acompañarlo a la plaza de toros.

San Fermín cuida de los mozos que corren, porque estos rezan esta canción antes del inicio del encierro: “A San Fermín venimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro, dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín!”. Y la verdad es que es casi milagroso que no ocurran percances y cornadas graves o mortales durante el encierro con tanta gente como hay hoy.

¡Viva San Fermín!

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