THE OBJECTIVE
Marcos Ondarra

Volver a Alsasua

«Si el infierno es, como dicen los cinéfilos, la imposibilidad de la razón, éste debe parecerse a Alsasua. No exagero»

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Volver a Alsasua

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Si el infierno es, como dicen los cinéfilos, la imposibilidad de la razón, éste debe parecerse a Alsasua. No exagero. En el ilustre pueblo ya no se puede decir nada que atente -sí, atente- contra la versión oficial, que es que la Guardia Civil es «fascista», los etarras son gudaris y sus herederos, chavales. Y sé lo que me digo.

Vale que en Alsasua hay chavales como puede haber un cura proetarra o un tonto del pueblo, pero no los confundamos con quienes te pegan una paliza, agreden a tu novia y luego van de víctimas de la represión policial española (sic), que manda narices.

Vaya por delante que no veo bien que se tilde de terrorismo lo que sólo es filoterrorismo o matonismo en grado sumo, que lo he vivido, pero tampoco me blanqueen a los hijos de la ira, que el lenguaje crea realidad y bastante criminalizados estamos ya los jóvenes como para que se nos confunda con según qué personajes.

Decía que en Alsasua van todos a una, como en Fuenteovejuna, contra la Benemérita. Y eso porque este año hemos vuelto a ver el akelarre ese del Ospa Eguna, que es como un ongi etorri a la inversa en el que los vecinos desfilan con consignas simplonas, queman cuartelillos y pasean muñecos (para mayor ofensa a Carlos Herrera).

Si Orwell levantara la cabeza y viera lo de Alsasua, diría que la libertad pasa por decirle a los txabales lo que no quieren oír. Después, se volvería a la tumba al ver que hay terroristas informativos y rufianes políticos que compran el relato de los totalitarios, que ahora confunden 1984 con un panfleto para dar rienda suelta a sus fobias.

A Alsasua fue Nieto Jurado a ver y contar cómo el constitucionalismo plantó cara al odio un día gris de noviembre en el que llovieron piedras y flemazos. Mi maitia, entre Albert Rivera y Alberto Bonilla, constató que a un pueblo puede llegar el 4G, pero no la libertad de decir lo que se piensa. Cosas del siglo XXI en esa Euskal Herria profunda -y ficticia-.

La última vez que yo pasé por Alsasua, mi Altsasu, me llamaron txakurra de la pluma. Y sólo por decir que en el País Vasco no hubo un conflicto entre dos bandos, que Arnaldo Otegi no es un hombre de paz y que los proetarras no son chavales ni mártires de la causa abertzale. Vamos, todo un starter pack de la democracia.

Iñaki Arteta lleva un tiempo tratando de explicar con sus películas que el silencio es un mal endémico en País Vasco y Navarra. Por eso, aunque la heroicidad no es exigible, algunos creemos en el imperativo cívico de volver a Alsasua, que han sido muchos los muertos por la libertad en parte del norte verde de España.

Yo, aquí se lo digo, quizá vaya pronto con Bea Fanjul e invite a una ronda de chupitos en el Koxka. Brindaremos por la Benemérita, apoyaremos y beberemos. Están todos invitados.

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