THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

… Y ahí sigue

Primero saltó el gran escándalo. Después la instrucción del juez Castro, reiteradamente atacado por mil frentes, con la Fiscalía General del Estado y Montoro y la Hacienda Pública ejerciendo de defensores de la infanta.

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… Y ahí sigue

Primero saltó el gran escándalo. Después la instrucción del juez Castro, reiteradamente atacado por mil frentes, con la Fiscalía General del Estado y Montoro y la Hacienda Pública ejerciendo de defensores de la infanta.

Ahí está. Probablemente el fotógrafo Manu Fernández la retrató camino de su empleo el La Caixa. Bien remunerado. Una ejecutiva de primer nivel. Inteligente. Cualificada. Con una formación de élite sufragada con el dinero que su padre cobra del erario, o sea, de todos. La infanta Cristina, que ahí sigue, sin renunciar, empecinada en sostenella y no enmendalla, manchando el honor de su familia. Su hermano venga a hacer esfuerzos por preservar la Institución, recuperando el prestigio perdido por años negros, y ella a lo suyo, negar las evidencias.

Primero saltó el gran escándalo. Después la instrucción del juez Castro, reiteradamente atacado por mil frentes, con la Fiscalía General del Estado y Montoro y la Hacienda Pública ejerciendo de defensores de la infanta. Y la declaración en la que durante horas se presentó como una ignorante profunda, solemne. No sabía nada. No recordaba nada. No se enteraba de nada. Incompatible con el nivel cultural y la educación recibida. Y con el ejercicio de una actividad profesional relevante en una de las entidades bancarias más importantes de España.

Y ahora, en su escrito de defensa, rechaza haber cooperado en la malversación de fondos públicos de que acusan a su marido en el Caso Noos. Y suelta por boca de su abogado que no tenía “ni tiempo, ni motivos, ni capacidad técnica” para ocuparse de la empresa de la que era sociaPor mucho menos cualquier otro habría sido empapelado mucho antes. Ella no va a poder ya eludir el juicio, y está aún a tiempo, tarde pero a tiempo, de dar un paso atrás y liberar a la Monarquía de ese marrón pendiente.

Diego Torres, el socio de su marido, sigue soltando correos electrónicos. En su escrito de defensa, tras pedir la nulidad de la causa, propuso que comparezcan en la vista oral en calidad de testigos, 688 personas, entre ella el Rey Felipe VI. Quizá esto provoque que se vayan al traste el calendario y los plazos previstos por el presidente de la Audiencia de Palma. Pero ella sigue ahí, sin renunciar, por más que el Rey se lo ha pedido directa e indirectamente. Una irresponsable majestuosa.

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