THE OBJECTIVE
Paula Corroto

Y todos nos convertimos en ‘Friends’

No tiene ni puñetera gracia: ¿dónde se quedó tu independencia, tu propia vida? Amigos políticos, puede que hace veinte años todos quisiéramos ser ‘Friends’, pero esa sitcom terminó hace ya demasiado tiempo.

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Y todos nos convertimos en ‘Friends’

No tiene ni puñetera gracia: ¿dónde se quedó tu independencia, tu propia vida? Amigos políticos, puede que hace veinte años todos quisiéramos ser ‘Friends’, pero esa sitcom terminó hace ya demasiado tiempo.

Hace veinte años que una serie de televisión lo cambió todo en el género de la comedia: Friends. En 1994, los Rachel, Mónica, Phoebe, Joey, Chandler y Ross, entraron en nuestras vidas para contarnos cómo era eso de compartir piso, sus veleidades sentimentales, sus juergas y hasta sus dudas existenciales. Sí, en clave soft y con muchas risas, pero por ahí también apareció la ambición por escalar puestos laborales, la maternidad, las frustraciones y alegrías. Al fin y al cabo eran veinteañeros en los noventa, momento JASP: todo parecía posible. Estarían con nosotros hasta 2004, poco antes de que todo se derrumbara.

Veíamos la serie y nos sentíamos identificados con ellos y no. Molaban mucho más que los jóvenes que hasta esa fecha nos había mostrado la televisión, sobre todo porque debía estar bien eso de compartir un apartamento con tus amigos. En España, en aquel entonces, era una rareza: uno vivía con sus padres y cuando abandonaba la casa familiar, lo más habitual era marcharte con tu pareja o solo. Por eso, esa vida neoyorkina en la que todo era divertido nos parecía algo lejano, pero hubiéramos deseado vivirlo en nuestras propias carnes.

Pues bien: llegó un momento en el que lo conseguimos. Llegó el día en el que se acabó la fiesta y el chorreo del crédito hipotecario. Y los alquileres, pum, patadón para arriba. Y los salarios, pum, patadón para abajo. Y claro, se formularon las dos opciones: o bien te convertías en un treintañero viviendo con tus padres o te clonabas en un Ross o una Rachel y te marchabas con tus ‘friends’ o ‘ Roommates’.

Pero, ay, la vida real aunque nos emperremos, no es una sitcom y esta situación poco tiene que ver con el aire dulzón y festivo de aquellos noventeros. Para empezar porque en aquella casa nunca se habló de dinero –casi todos tenían unos trabajos bastante decentes- y esto no era una serie escrita por los hermanos Dardenne. Nuestra vida sí lo es: casi sin darte cuenta ya no tienes veinte años sino treinta y pico y estás compartiendo piso con tus colegas y comiendo pizza por la noche. Ya sea en Madrid o en esa ciudad a la que te has marchado en busca de un trabajo, o de aventura, como alguna ministra se encargó de recalcar en cierta ocasión.  

Y sí, puede que por momentos sea divertido, puede que evites muchos minutos de soledad, puede que te sientas acompañado y arropado, pero hay algo de fondo que no tiene ni puñetera gracia: ¿dónde se quedó tu independencia, tu propia vida? Amigos políticos, puede que hace veinte años todos quisiéramos ser ‘Friends’, pero esa sitcom terminó hace ya demasiado tiempo.

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