THE OBJECTIVE
Ignacio Peyró

Yo conduzco, Ella me guía

Seguramente Uber sea una buena noticia, pero el taxi seguirá siendo el mejor medio de transporte para todos aquellos que todavía no tenemos yate.

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Yo conduzco, Ella me guía

Seguramente Uber sea una buena noticia, pero el taxi[contexto id=»383900″] seguirá siendo el mejor medio de transporte para todos aquellos que todavía no tenemos yate. He ahí el lujo modesto y municipal de tantos que vemos vitalmente más lógico tomar un taxi al día que pegarse una excursión anual al Mato Grosso: incluso en la ciudad propia, un viejo Skoda con la ventanilla bajada nos estrena el paisaje, nos ofrece la mejor posición estratégica para apreciar las sugerencias de la primavera o deletrear, como una contemplación beatífica, las primeras palabras del otoño. Soledad habitable de los taxis, escorzo sin par de esas muchachas que los paran, con gesto resuelto, a la mitad del paseo. Un taxi es un alcázar.

De los taxistas de Londres se ha dicho que “forman el segmento más honesto, serio e inteligente” de toda la población británica. Son gente preparada. El gremio no ha dejado de colorear de costumbrismo todas las ciudades de este mundo, de los taxistas COPE de Madrid –“yo conduzco, ella me guía”- a los enturbantados de Nueva York, de los mercedes árabes color mostaza a los Chevys de La Habana o esos conductores de París con porte de archiduques. Constituye una página de la sentimentalidad española el recuerdo del taxi rojo y negro, las estampas del “amigo que nunca falla”. En unas décadas nadie nos creerá cuando digamos que, hacia el año 2000, todavía se colgaban patas de conejo de los retrovisores.

Hay un momento de regreso al Edén cada vez que, por azar, comienza a sonar la canción adecuada dentro del taxi. Ahí todavía nos basta con alzar la mano para volver a casa, en la hora tan pequeña del galicinio, con el barrio que huele a churrería como una misericordia de la vida. En otro tiempo, se decía que no había taxista competente si no podía llevarnos –en cualquier momento del día o de la noche- a un lugar para tomarse una paella con una botella de Rioja. Era el taxi como civilización urbana. Está por ver que Uber llegue a eso.

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