THE OBJECTIVE
Nestor Barreira

Zarmina no es nombre maldito

Millones de personas contemplaron su muerte hace más de diez años en el Estadio Olímpico de Kabul. La primera Zarmina, víctima de la propia violencia de su pueblo, fue conducida en un Toyota y oculta tras un burka para taparla no sé de qué.

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Zarmina no es nombre maldito

Millones de personas contemplaron su muerte hace más de diez años en el Estadio Olímpico de Kabul. La primera Zarmina, víctima de la propia violencia de su pueblo, fue conducida en un Toyota y oculta tras un burka para taparla no sé de qué.

Millones de personas contemplaron su muerte hace más de diez años en el Estadio Olímpico de Kabul. La primera Zarmina, víctima de la propia violencia de su pueblo, fue conducida en un Toyota y oculta tras un burka para taparla no sé de qué. Quizá para que sus ejecutores pudieran dormir tranquilos por la noche al no ver su cara de sufrimiento mientras la colgaban. Aquella Zarmina había decidido tomarse la justicia por su mano y ejecutó a su marido. Su vida había sido un infierno. Los talibanes habían convertido a su difunto en un padre monstruoso.

En 2014 Afganistán lucha por no agonizar. Una nueva Zarmina llega a una comisaría de policía y se entrega. Estaba preparada para inmolarse llena de explosivos y azuzada por su progenitor y primos. Esta vez eligió dar la espalda a un padre que la enviaba directamente al matadero.

Qué pasaría por esa cabeza de una niña de catorce años. Qué opciones te deja la vida. Qué opciones te deja un padre que te entrega como un paquete, te ata un cinturón de explosivos al cuerpo y te lanza contra un cutre puesto de control para llevarte por delante todo lo que puedas.

Zarmina pensaba en algo más. Afortunadamente su cerebro se rebeló contra su propia naturaleza y eligió vivir. Vivir como lo que es. Una adolescente con las uñas pintadas de naranja, su pañuelo rosa con dibujos y dos collares de perlas de cristal azul y verde. Una vida por delante en un país que no te ofrece un futuro. Aún así eligió vivir. Es el milagro de la supervivencia.

En 2013 dos niños murieron y otros seis resultaron heridos por la detonación de un chaleco cargado de explosivos durante unas lecciones sobre su manejo en una madraza.
Zarmina sí tendrá una oportunidad. Tendrá suerte, irá a la escuela y saldrá de la miseria a la que estaba condenada. Otros no tendrán ni han tenido esa suerte.

Zarmina ya no es un nombre maldito, espero.

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