No puedo dejar de mirar esta imagen. Me atrapa y no sé qué es, si lo que se ve o lo que no se ve. Rojos, dorados, henna, joyas, India y una mirada en busca de refugio, huida o venganza, quién sabe, quizás todo.
No es necesario ver con nuestros ojos como se practica una ablación para considerarlo horrible. Pero si se ha visto, como es el caso, les garantizo que no se olvida. Como sientan a la niña, inmovilizada por tres o cuatro mujeres. Una le agarra por el pecho con los brazos cruzados. Otras dos sujetan sus piernas separadas, agarrando por los músculos, de modo que la vulva queda expuesta para el horror. Una anciana especializada en la tortura, generalmente con una navaja de afeitar, extirpa el clítoris y después practica la infabulación en los labios genitales, dejando un pequeño orificio para orinar y que pueda salir el flujo menstrual.
Invito desde lo más profundo de mi ser a que todas las mujeres os sentéis al volante el próximo sábado y gritéis con la ventanilla bajada y la mayor de las sonrisas: «Yo peco, ¿y tú?»