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Ciencia

50 años después, esta es la nueva carrera espacial para llegar a la Luna

Ahora, las agencias espaciales de todo el mundo desean regresar a la Luna, pero de una forma más sostenible y en una zona distinta a la que visitaron las misiones Apolo hace 50 años

50 años después, esta es la nueva carrera espacial para llegar a la Luna

El 20 de julio de 1969 los humanos pisamos la Luna por primera vez. El comandante de la misión Apolo 11 de la NASA, Neil Armstrong; el comandante del módulo, piloto Michael Collins; y el piloto del módulo lunar, Edwin (Buzz) Aldrin, hacían historia y asombraban al mundo entero con su hazaña. Nada más descender del módulo lunar, Armstrong pronunciaba una frase que ya es histórica: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad». Una frase, que, aunque no muchos saben, fue transmitida al resto del mundo desde España, concretamente desde las antenas situadas en el complejo espacial de Robledo de Chavela, en Madrid.

La tripulación del Apolo 11 tuvo que viajar a la Luna sin seguro de vida, pues ninguna compañía quería asumir el riesgo. La solución la acabó dando un grupo filatélico, que fue crear unas tarjetas postales con un diseño especial y la firma de los tres, las cuales quedaron en posesión de sus familias por si la misión fallaba. Horas antes del lanzamiento, un fallo en uno de los satélites –el Intelsat 3– amenazó con frustrar la misión, pero apenas dos horas y cinco minutos antes de la hora especialistas de la Compañía Telefónica Nacional de España y de la NASA consiguieron una solución alternativa que garantizaría la comunicación permanente con los astronautas.

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Retrato oficial de la tripulación de los astronautas del Apolo 11. De izquierda a derecha están: Neil A. Armstrong, Michael Collins y Edwin E. «Buzz» Aldrin. | Foto: NASA

De los tres astronautas, uno de ellos nunca llegó a pisar la Luna ese 20 de julio. Collins se quedó en el módulo de mando mientras Armstrong y Aldrin descendían en el módulo lunar. A los tripulantes del Apolo 11 les faltaban minutos para completar una misión de enorme trascendencia para la humanidad, pero de pronto hubo un fallo en el funcionamiento del módulo. Armstrong no dudó ni un segundo y decidió ponerse a pilotar en modo semiautomático. Una maniobra muy arriesgada que salió bien por poco: cuando el vehículo se posó sobre la Luna, le quedaba combustible solo para 30 segundos. «Aquí, Base Tranquilidad, el águila ha alunizado», transmitió Armstrong. Así contó a la Tierra que el águila –el módulo lunar se llamaba Eagle– había logrado alunizar en la zona bautizada como Mar de Tranquilidad.

Desde aquel verano de 1969 nos hemos adentrado en el Sistema Solar mediante exploradores robóticos, hemos establecido un asentamiento humano permanente en el espacio con la Estación Espacial Internacional, hemos enviado más de medio centenar de sondas a nuestro satélite y hemos recorrido su superficie en diversas ocasiones, pero ninguna vez hemos alcanzado su polo sur. Ahora, las agencias espaciales de todo el mundo desean regresar a la Luna, pero de una forma más sostenible y en una zona distinta a la que visitaron las misiones Apolo hace 50 años: la cuenca Aitken, en el polo sur lunar.

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El astronauta Edwin E. Aldrin desciende del modulo lunar del Águila. | Foto: Neil A. Armstrong/NASA.

Las cinco misiones Apolo aterrizaron en áreas que más o menos coincidían con las manchas oscuras visibles en la Luna. Investigadores de todo el mundo aún estudian y analizan las muestras de rocas que los astronautas trajeron de vuelta a la Tierra. A medida que las técnicas de laboratorio mejoran, aparecen nuevos descubrimientos y nuestra compresión de la Luna avanza inmensamente. Sin embargo, como siempre sucede con la buena ciencia, también surgen multitud de nuevas preguntas.

¿Por qué viajar la zona sur de la Luna?

El regreso de la humanidad a la Luna tiene como destino estas regiones meridionales, ya que más allá de la misión LCROSS, que impactó a 100 km del polo sur, hasta el momento solo se han observado en órbita. Parece que estas zonas son las que contienen más agua de toda la Luna, agua que podría utilizarse para crear hidrógeno y oxígeno para propulsar cohetes. Es decir, la idea es crear una especie de estación de servicio en la Luna que suministre combustible para futuras misiones más lejanas, como la de ir a Marte.

La misión robótica internacional Heracles, liderada por la ESA, pretende recuperar muestras del cráter Schrödinger, a unos 600 km del polo sur. “El objetivo de esta misión es científico; hemos escuchado a la comunidad científica y su mensaje es claro: necesitamos más muestras de rocas lunares, diversas y correctamente caracterizadas”, apunta Markus Landgraf, analista de arquitecturas de la ESA. El cráter Schrödinger resulta de interés porque los científicos esperan que contenga agua de procesos volcánicos y porque constituye un ejemplo paradigmático de la historia geológica lunar.

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La Luna vista desde la Estación Espacial Internacional. | Foto: Jeff WIlliams/NASA

El primer dispositivo europeo que aterrizará en la Luna lo hará con los módulos rusos Luna 25 y Luna 27. También con destino al polo sur, las misiones Luna probarán y, más tarde, utilizarán sistemas de aterrizaje y un taladro de fabricación europea para la prospección de hielo de agua hasta dos metros por debajo de la superficie.

Hasta ahora, solo 12 personas, todos hombres, han caminado sobre la Luna, pero las cosas van a cambiar. Estados Unidos tiene previsto llegar a la Luna en 2024 con su programa Artemisa, que incluirá a mujeres en su tripulación. El objetivo de esta misión es aterrizar en el polo sur de la Luna y sentar las bases para un futuro viaje a Marte. Se abriría así la posibilidad de colaboración con agencias espaciales internacionales y empresas privadas para crear lo que ha bautizado como Moon Village, un asentamiento fijo en la Luna.

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Simulación de la futura colonia lunar. | Foto: Moon Village Association

Además, Estados Unidos lidera un proyecto internacional –en el que también participa la Agencia Espacial Europea– para lanzar la Estación Espacial Gateway (DSG, por sus siglas en inglés) que estará en la órbita lunar. Esta base supondría hacer que las misiones de aterrizaje en la Luna sean bastante más accesibles. La DSG daría soporte en las comunicaciones entre la Tierra y la Luna a las misiones pequeñas, abaratando significativamente su coste y simplificando el diseño.

Lo que sí ha cambiado en estos 50 años, además de los grandes avances tecnológicos, es la cooperación internacional. «Estamos siendo testigos de un renacimiento de la exploración lunar a nivel internacional. Nos encontramos en un momento emocionante, ya que nos preparamos para visitar lugares a los que aún ha llegado nadie», asegura James Carpenter, director de estrategia de la ESA. «No vamos en competición, como se hizo en el pasado, sino a través de la cooperación internacional pacífica».

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