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Crónica de un epílogo esperado

La manifestación pro-Trump convocada ayer en Washington para protestar por el resultado electoral termina con el asalto al Capitolio, cuatro muertos y muchas preguntas sobre quién estaba detrás del dispositivo policial

Crónica de un epílogo esperado

Mike Theiler | Reuters

Ayer, poco después de las tres de la tarde (hora de Washington), empezó a circular el rumor de que alguien había disparado un arma de fuego dentro, o cerca, del Capitolio. No sorprendió a nadie. Para cuando aquel runrún comenzó su andadura cualquiera que tuviese encendida la televisión o estuviese bicheando en Twitter había visto las imágenes que mostraban a cientos de manifestantes afines a Donald Trump intentando forzar su entrada en el edificio.

El rumor resultó ser cierto. Fue confirmado por un vídeo de un minuto y catorce segundos de duración que corrió como la pólvora en WhatsApp y en el que puede verse a una joven con la cara llena de sangre tirada en el suelo. El vídeo muestra a varios manifestantes preocupándose, a gritos, por el estado de la muchacha. En algún momento también aparecen en pantalla varios policías. Todo transcurre dentro del Capitolio, así que la lógica invita a pensar que la chica fue de las primeras personas en invadir el lugar y que en medio del tira y afloja con los agentes desplegados en su interior alguien –un policía– disparó.

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La masa forzando su entrada al Capitolio. | Foto: Shannon Stapleton | Reuters.

Horas después el New York Post, quién sino, logró identificar a la baleada: una mujer llamada Ashli Babbitt. No se sabe si nació en California, pero vivía allí. Concretamente en San Diego. Al principio se dijo que tenía 16 años. Pero no, lo que tenía casi 16 años era su carrera militar; Ashli era una veterana de la Fuerza Aérea estadounidense con cinco lustros de experiencia a sus espaldas. Estaba casada con un tal Aaron Babbitt, cuya madre, entrevistada por el Post, dijo no saber muy bien por qué su nuera había decidido «hacer algo así». Irrumpir en el Capitolio por la fuerza, vaya.

Cuando la prensa filtró las redes sociales de Ashli todo el que quiso pudo confirmar lo que ya resultaba evidente: era devota de Trump. Un selfie luciendo la famosa gorra MAGA por aquí, un tuit quejándose del fraude electoral por allá, etcétera. Así que cuando se enteró de que había una gran manifestación planeada para este miércoles no se lo pensó dos veces. Planchó su bandera trumpista, compró un billete de avión y a por todas.

Ashli falleció en un hospital de la zona poco después de recibir el disparo. Se sumó, así, a las otras tres personas muertas a lo largo del día en los alrededores del Capitolio en circunstancias que todavía no se han aclarado. Uno de sus tuits, fechado hace casi un año, reza «The best is yet to come». Lo mejor está por venir. Es un tuit que en las últimas horas ha cosechado muchísimas respuestas. La mayoría son burlas.

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«Personas muy especiales». | Foto: Shanon Stapleton | Reuters.

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Ashli recibió el balazo poco después de que al senador conservador James Lankford, que estaba exponiendo ante sus colegas por qué no podía certificar el resultado de las elecciones, le interrumpiera un bedel. Lo que sigue es el testimonio del senador progresista Jeff Merkley, que también estaba en la sala, según lo ha recogido Isaac Chotiner:

«Acto seguido se nos dio la orden de abandonar la estancia. Pero fue ponernos a ello y recibir otra diciendo lo contrario: que no abandonáramos la estancia. Que nos teníamos que quedar quietos, sentados. Entonces vimos cómo la policía intentaba asegurar la sala cerrando todas sus puertas para evitar la entrada de nadie. Resultó una tarea difícil porque faltaban llaves. En esa sala hay muchas puertas; las de la estancia, las de los balcones y demás. Por eso creo que mientras la policía trataba de sellar el lugar la gente empezó a pensar… ¿van a conseguir entrar?, ¿van armados?, ¿tienen pistolas? Imagínate: estás encerrado en una habitación sin posibilidad de esconderte. Es una sensación muy rara».

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Foto: Kevin Dietsch | Reuters.

Merkley explica que media hora después, cuando la policía concluyó que no podía cerrar aquella estancia, las fuerzas de seguridad trasladaron a los senadores a paso rápido hasta una «localización segura», que es donde echaron el resto de la tarde mientras centenares de trumpistas se paseaban por los pasillos del Capitolio haciendo el canelo, grabándose y alucinando un poco con lo conseguido ante la impotencia –hay quien prefiere hablar de complicidad– de una policía totalmente desbordada.

Es ahí, en la labor policial, donde se centran desde hace horas las críticas. La pregunta que todo el mundo se hace es la siguiente: ¿cómo es posible que ante una manifestación anunciada hace tiempo, una manifestación en la que se iban a dar cita milicias y grupos como los Proud Boys, una manifestación convocada para protestar y en la medida de lo posible impedir que el Congreso llevara a cabo el último trámite formal antes de entregar las llaves de la Casa Blanca a Joe Biden… cómo es posible que teniendo todo eso en cuenta no hubiese un dispositivo policial a la altura de las circunstancias?

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Foto: Leah Millis | Reuters.

Hay muchas teorías intentando ofrecer una respuesta a esa pregunta. El denominador común en todas ellas es la certeza de que, por activa o por pasiva, lo sucedido ayer es muy raro.

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Luego está el rol que ha jugado Trump en todo esto. Nadie sabe si buscaba llegar tan lejos o si, quizás, buscaba llegar todavía más lejos. Lo que parece fuera de toda duda es que buscaba que sucediera algo.

En primer lugar, el contexto. Ayer, día 6 de enero, el Congreso tenía previsto certificar los resultados del Colegio Electoral completando, así, el último trámite antes de dar paso a la presidencia de Biden. Por eso la manifestación, convocada bajo el lema SAVE AMERICA, tuvo lugar ayer y no cualquier otro día. Quienes acudieron tenían como misión protestar contra unas elecciones que consideran fraudulentas.

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Trump, justo antes del asalto al Capitolio repitiéndo por enésima vez que nunca concederá. | Foto: Jim Bourg | Reuters.

En segundo lugar, el mitin. Antes de que las cosas se fueran de madre, Trump se subió a un escenario para dirigirse a los congregados. Dijo, entre otras cosas, lo que sigue: «Ninguno de los que estamos aquí queremos ver cómo esos Demócratas envalentonados nos roban la victoria». Y: «Nunca nos rendiremos. Nunca concederemos. Eso nunca va a suceder. Nunca concedes cuando te han robado. Nuestro país ha tenido suficiente. Ya está bien». Y: «No dejaremos que nos silencien». También criticó a los miembros de su partido que se han distanciado del relato y hoy por hoy asumen la victoria de Biden. En resumen: Trump cargó contra la mayoría de quienes se encontraban ayer dentro del Capitolio.

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Ley y orden. | Foto: Trevor Hughes | Reuters

En tercer lugar, el asalto. En un vídeo de siete minutos emitido por la cadena británica ITV se puede ver a Roger Moore, su corresponsal en Washington, entrando con los manifestantes en el Capitolio. Se suceden los gritos de «USA! USA!» y los golpes al mobiliario. Moore consigue arrancar algunas declaraciones. Todas beben de la retórica trumpista: estamos aquí porque no vamos a permitir que nos roben, este Capitolio es nuestra casa, nos pertenece, no vamos a dejar que estafen a los Estados Unidos, etcétera.

En cuarto lugar, el epílogo. Ya en la Casa Blanca, y viendo el cariz que habían tomado los acontecimientos, Trump decidió publicar un tuit pidiendo calma a su gente. «Recordad: SOMOS el partido de la Ley y el Orden». No sirvió de nada. Al cabo de un rato decidió lanzar un vídeo diciéndole a la gente que se fuese a casa. Que entendía su frustración porque vaya tela lo del fraude electoral, chavales, es normal que estéis mosqueados, cómo no lo vais a estar. Pero que a casa. Y sentenció: «Os queremos. Sois muy especiales».

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El personal de limpieza del Capitolio encuentra un buen lugar para la bandera de los Proud Boys. | Foto: Jonathan Ernst | Reuters.

Tres horas después del vídeo de Trump, hacia las ocho de la tarde (hora de Washington), la policía logró hacerse con el control del Capitolio. Tras limpiar el edificio de banderas trumpistas, un destacamento del FBI armado hasta los dientes escoltó a los congresistas de vuelta a las cámaras para que continuaran con la certificación del Colegio Electoral. El trámite ha concluido hace un rato y Biden podrá entrar en la Casa Blanca dentro de dos semanas. Trump, por su parte, ha garantizado una inauguración «tranquila».

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