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'El pan de la guerra', la película que retrata la realidad de las niñas afganas bajo el gobierno talibán

Cuando su padre es arrestado, una valiente niña afgana de 11 años se disfraza de chico para poder trabajar y mantener a su familia. El pan de la guerra es una dura coproducción entre Canadá e Irlanda que tiene detrás a Nora Twoney como directora y a Angelina Jolie como productora y que  se inspira en el libro infantil escrito por Deborah Ellis. La película de animación retrata las dificultades a las que tenían que enfrentarse las mujeres afganas durante la época en la que los talibanes controlaban con mano dura el país: desde 1996 hasta 2001. Un historia de empoderamiento femenino centrada en una niña que desafía a una sociedad retrógrada que se acaba de estrenar en Netflix.

‘El pan de la guerra’, la película que retrata la realidad de las niñas afganas bajo el gobierno talibán

Cuando su padre es arrestado, una valiente niña afgana de 11 años se disfraza de chico para poder trabajar y mantener a su familia. El pan de la guerra es una dura coproducción de Canadá e Irlanda que tiene detrás a Nora Twoney como directora y a Angelina Jolie como productora y que  se inspira en el libro infantil escrito por Deborah Ellis. La película de animación retrata las dificultades a las que tenían que enfrentarse las mujeres afganas durante la época en la que los talibanes controlaban con mano dura el país: desde 1996 hasta 2001. Un historia de empoderamiento femenino centrada en una niña que desafía a una sociedad retrógrada, y que se acaba de estrenar en Netflix.

En la película se denuncian situaciones como el arresto del padre de Parvana, detenido por tener una educación internacional o la prohibición a las mujeres de andar solas por la calle. Este drama fue nominado a un Oscar y a un Globo de Oro a la mejor película de animación en 2018.

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Parvana y su familia. | Foto: Cartoon Saloon

Parvana solía salir a la plaza del mercado con su padre, Nurullah, un profesor que había perdido la pierna durante la guerra ruso-afgana. Le echaba una mano vendiendo antiguas posesiones para poder comprar algo de arroz y verduras. También le ayudaba a leer y escribir cartas para la gente del lugar, en pastún o farsi, a cambio de unas monedas, ya que el analfabetismo, por desgracia, es algo bastante común en este país – la tasa de alfabetización es del 38,2%, según datos de CIA Worldfactbook-.

Un buen día, alguien discute con Nurullah porque su hija de 11 años no va suficientemente tapada. No lleva burka, sino un sencillo hiyab -velo-, lo cual da lugar a una pequeña discusión en la calle que tiene consecuencias inmediatas. Esa tarde, su padre es detenido por resistencia a la autoridad. Es en ese momento cuando Parvana se ve obligada a tomar las riendas de la familia, a vestirse como un chico y a trabajar para sobrevivir, al menos antes de que estalle la guerra y las bombas empiecen a caer sobre Kabul.

La guerra que sacude Afganistán desde 2001, y en la que España participó hasta 2014, ha tenido consecuencias nefastas para el país. Los talibanes se negaron a desentenderse de Al Qaeda y el 7 de octubre de 2001 comenzaron las operaciones militares de una coalición liderada por Estados Unidos en Afganistán y en noroeste de Pakistán, que continúan a día de hoy, aunque se echara a los talibanes del poder en noviembre de 2001, aunque en el país se celebraran elecciones parlamentarias en 2005 y en 2010 y aunque Bin Laden fuese abatido cerca de Abbottabad, en Pakistán, por SEAL estadounidenses en mayo de 2011.

La guerra sigue porque los talibanes no han sido vencidos y prosiguen con sus atentados y sus ataques a los efectivos del nuevo ejército afgano, de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) y de la OTAN.

La Misión de asistencia de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) comenzó a censar sistemáticamente a las víctimas civiles del conflicto afgano en 2009, desde entonces, ha dejado más de 26.500 muertos y casi 49.000 heridos entre la población civil. Los talibanes, que controlan el 40% del territorio afgano, y el autoproclamado Estado Islámico, implantado en el este desde 2015 pero que ahora avanza por el norte del país, se aprovecharon de la retirada de la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014.

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Parvana disfrazada con ropa de niño. | Foto: Cartoon Saloon

Como es habitual en la adaptación a la gran pantalla, la película deja fuera muchas cosas que el libro trata más en profundidad, como la miseria en este país de Oriente Próximo o la pierna prostética del padre de Parvana, que tiene que vender para poder alimentar a la familia.

Quizá una de las escenas más significativas es la que protagoniza Shauzia, la mejor amiga de Parvana, que lleva siempre consigo la fotografía de una playa paradisíaca. Para ella representa la esperanza de una vida mejor, y la única posibilidad de soñar con escapar de la cárcel que supone vivir bajo el yugo de los talibanes.

https://www.youtube.com/watch?v=mN_5AKSklmM

No es la primera vez que se lleva al cine el tema de la situación de las mujeres en Afganistán y de la necesidad de disfrazarse como un chico para poder acceder a algunos derechos que están exclusivamente reservados a los hombres. La película afgana Osama (2003) presentaba un argumento bastante similar. No obstante, Twoney logra enganchar al espectador a la pantalla con una historia triste y dura pero con un tono de esperanza. La apuesta de optar por la animación es también, sin duda, un acierto y hace que, en ciertas ocasiones, nos recuerde a la tan afamada Persépolis (2007), si bien se desarrollan en contextos y países diferentes. Más allá de los relatos de Parvana, donde impera el optimismo y una agradecida dosis de humor, El pan de la guerra no es una película orientada al público infantil.

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