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Balthus llega a Madrid acompañado de sus 'lolitas'

El Museo Thyssen-Bornemisza inaugura una polémica retrospectiva de Balthus con 47 obras del enigmático pintor incluyendo sus ‘lolitas’.

Balthus llega a Madrid acompañado de sus ‘lolitas’

Hablar de Balthus conlleva, en infinidad de ocasiones, polémica. Son muchos los que ven en sus pinturas de niñas un erotismo infantil que sobrepasa el límite de la corrección. Sin embargo, el artista las consideró ángeles, cuerpos de jóvenes inocentes a punto de entrar en la vida adulta. Un viaje sin regreso. Parte de estas obras recalan, a partir de este martes, en el Museo Thyssen-Bornemisza procedentes de la Fundación Beyeler de Basilea. Las peticiones de retirar algunas de las obras de la exposición ya han llegado a la pinacoteca pero, sin duda, lo mejor es acercarse a verlas y que cada uno saque sus propias conclusiones, ¿no?

«¿Hablamos de arte o hablamos de otra cosa? Si hablamos de otra cosa me parece bien que todo el mundo pueda opinar aunque a mí no me importa lo que piensen. Me da pena que se esté creando un problema y se esté desviando la atención del arte con estas observaciones», comenta Setsuko Ideta, viuda del pintor. Por su parte el museo se muestra abierto al debate (para ello han organizado una serie de ciclos en torno a la figura del artista), aunque recalca que su obra hay que verla en el contexto de su época.

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Thérèse (1938). | Imagen vía Museo Thyssen-Bornemisza.

Y, ¿cuál es? Su producción empieza en 1933, el mismo año en el que los nazis ascienden al poder en Alemania, la sociedad siente descrédito hacia la cultura y se pierden los valores tradicionales. Balthus «quiere llamar la atención sobre ello. Esa es la gran lección que nos aporta. Quedarse en lo erótico es hacer una lectura superficial de su obra«, asegura Juan Ángel López Manzanares, comisario de la exposición en Madrid.

Fin de la controversia. Ahora es el momento de acudir a las salas de la exposición que estará abierta en el Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 26 de mayo. Dividida en siete secciones y con cada sala pintada de un color, la antológica arranca con unos paisajes que forman parte de su producción temprana. Tras ellos, llega una galería de retratos e imágenes de interiores en los que se deja entrever un estilo cercano a lo figurativo. Entre estas obras se podrán ver algunos de esos ejemplos de adolescentes entre los que el visitante se encontrará también con un desnudo de estilo oriental que inmortaliza a la propia Setsuko. Tan solo en la recta final volveremos a ver escenas de paisajes.

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The Street (1933) | Imagen vía Museo Thyssen-Bornemisza.

Aunque su obra tiene rasgos figurativos, el artista nunca quiso adscribirse a ninguna etiqueta, remó con fuerzas en contra de la modernidad para abrazar la pintura tradicional en un momento en el que las vanguardias rechazaban lo académico. Criticó el movimiento surrealista, aunque en su obra se pueden observar algunos dejes de esta vanguardia, y se acercó a la obra de Piero della Francesca, a quien copiaba en el Museo Louvre de París. También Caravaggio, Poussin, Géricault, Courbet e incluso Cezanne fueron algunas de sus referencias manifiestas o los primitivos italianos, a quienes conoció en un viaje por Italia que le aconsejó Rainer Maria Rilke. De ellos le atraía su manera de captar la belleza y, como ellos, pintaba lento, tanto que tan solo llegó a acabar 350 pinturas.

Él mismo buscaba ser provocativo y lo consiguió. En su exposición de 1934 colgó Lección de guitarra, una pintura pensada para llamar la atención. Fue la única ocasión, según el propio artista, en la que el erotismo (un tanto salvaje quizá) era el propósito. Sin embargo, la pintura de Thèrése soñando, la que hace algo más de un año inició la polémica en el Metropolitan de Nueva York, no la considera como tal. Para Balthus no hay que ver a sus niñas “como reflejos de la realidad sino más bien como la necesidad de mostrar y captar algo que solo puede hallarse en lo imperceptible de la palabra».

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The Living Room | Imagen vía Museo Thyssen-Bornemisza.

En fin, la exposición atraerá a curiosos y seguro dará que hablar pero como matiza el comisario de la muestra, el objetivo del museo es que su obra “se pueda entender de la mejor manera posible y no se le juzgue según los debates actuales”.

Balthus, una vida dedicada a la pintura

Pero, ¿quién fue Balthus? Nació como Balthasar Klossowski en 1908 en París en el seno de una familia de procedencia polaca e intelectual. Su padre era historiador del arte y su madre artista. Cuando la I Guerra Mundial estalla, la familia se traslada a Alemania y no recalan en Suiza hasta 1916. Tras la separación de sus padres en 1919, su madre Baladine empieza una relación con el poeta Rainer Maria Rilke, quien pronto se dio cuenta del talento del joven Balthus. Fue él quien se encarga de su educación y quien le incita a plasmar por escrito la historia de un niño que perdió a su gato. Una historia real que estaba sumiendo al joven Balthus en la tristeza.

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Balthus y Setsuko con su hija. | Foto de Bruno Barbey vía Museo Thyssen-Bornemisza.

En 1924 decide volver a París para convertirse en pintor. Es entonces cuando Bonnard le inicia en el postimpresionismo pero Balthus quería otra cosa. Dos años más tarde, se va de viaje por la Toscana, donde conoce la obra de Piero della Francesca y Masaccio. En los años 30, cuando ve su primera exposición individual aunque no vende ni un solo cuadro, entabla amistad con Derain o Alberto Giacometti, de quien no se separaría jamás. Poco a poco fue gestando su importancia en el círculo artístico y para 1961 es nombrado director de la Academia francesa en Roma. Un viaje por Japón con el propósito de mostrar la cultura francesa allí hace que conozca a Setsuko, por entonces una periodista que hizo de traductora. Pronto se enamoran y pocos años después el enlace acaba en boda y en el asentamiento en el Grand Chalt de Rossinière (Suiza).

Es el galerista Pierre Matisse quien adquiere la casa más grande de la localidad para la familia a cambio de unos cuantos cuadros. Y allí sigue viviendo la viuda de un pintor enigmático y controvertido que se muestra cansada ya de tener que responder a las mismas preguntas.

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