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Quién es Judy Garland: lo que el nuevo biopic no cuenta

‘Judy’, que este viernes se estrena en España, muestra (alerta spoiler) a un icono en caída libre, pero en ningún momento explica desde dónde había caído

Quién es Judy Garland: lo que el nuevo biopic no cuenta

Maria Callas dijo de ella que tenía la mejor voz que había oído nunca. Bing Crosby era de la misma opinión. Por eso resultó lógico que Judy Garland decidiera dar una serie de conciertos para ganarse la vida tras ser despedida de Metro Goldwyn Mayer en 1950 por su comportamiento errático en los rodajes —a veces llegaba tarde a trabajar, otras no llegaba, otras llegaba drogada— provocado por su adicción a los barbitúricos, unos sedantes tan potentes que hoy solo se dispensan en hospitales. Irónicamente, se trataba de medicación que el propio estudio le proporcionaba desde su infancia. ¿Para qué necesitaba una niña semejantes tranquilizantes? Para poder dormir después de haber tomado las anfetaminas que le daba el mismo estudio por la mañana para perder peso y para aguantar las largas jornadas de trabajo y las agotadoras coreografías que exigían los rodajes de sus películas.

Además de ganar dinero, el segundo objetivo de los conciertos de la estrella era librarse de su reputación de drogadicta incapaz de trabajar. El espectáculo empezó en Londres, un lugar más conveniente por estar alejado de las recientes polémicas de la actriz y cantante, que había logrado la fama mundial a los 17 años con su icónico papel de Dorothy en el musical El mago de Oz (1939), cuya canción más conocida, ‘Over the rainbow’, fue seleccionada como la mejor canción de la historia del cine por el Instituto Fílmico Estadounidense y como la mejor canción del siglo XX por la Asociación Estadounidense de la Industria Fonográfica y la agencia National Endowment for the Arts.

Los británicos acogieron los conciertos de Judy Garland con los brazos abiertos, pero la plaza importante era Nueva York y ella lo sabía. Tenía que ganarse al público estadounidense. El teatro en el que iba a actuar no era otro que el mismísimo New York Palace, templo de las artes escénicas y capital mundial del vaudeville en el momento de mayor gloria del género. Era octubre de 1951 y sus conciertos estaban programados para cuatro semanas. El inmenso éxito de crítica y público hizo que el teatro prorrogara los conciertos. Y luego los volviera a prorrogar. Y luego otra vez más… Finalmente, actuó 19 semanas en el Palace, batiendo el récord de permanencia en la historia de ese teatro. Y su marcha no se debió a la falta de interés del público. Fue ella la que, entre ovaciones, decidió poner punto final a esa etapa.

Demasiado éxito

El éxito del Palace fue tal que el teatro tuvo después serios problemas para encontrar quien la sustituyera. Nadie se atrevía a actuar después de Judy Garland. Pero el nuevo biopic de la estrella (alerta spoiler) omite todos sus éxitos. La película, titulada Judy y protagonizada por una Renée Zellweger que suena como favorita al Oscar a la mejor actriz después de haber triunfado en los Globos de Oro y en los SAG, se estrena este viernes en España. La cinta se centra en una serie de conciertos que dio en el Talk of the Town de Londres, siendo ya una sombra enferma y débil de lo que había sido, y ofrece como único contexto una serie de flashbacks del rodaje de El mago de Oz. La película muestra a un icono en caída libre, pero en ningún momento explica desde dónde había caído.

Lo cierto es que se había precipitado desde un lugar muy alto. El triunfo de Garland en el Palace se repitió en la costa oeste de Estados Unidos y, habiendo superado con nota todos estos exámenes, logró lo que quería: un contrato para volver a hacer una película después de que su despido por parte de MGM manchara su reputación en Hollywood de manera casi definitiva. El título elegido para su regreso a los cines, esta vez de la mano de Warner Bros., era Ha nacido una estrella, un musical que recientemente tuvo su enésimo remake con Lady Gaga en el papel principal. Consciente del escrutinio que iba a suponer su vuelta a la gran pantalla, Judy Garland se aseguró de que su interpretación fuera memorable. La crítica aplaudió el esfuerzo y tanto la prensa como la industria del cine daban por hecho que ganaría el Oscar a la mejor actriz, si bien finalmente no podría asistir a la gala por encontrarse en el hospital tras haber dado a luz a su tercer hijo.

Pero tal era certeza que tenía la NBC, cadena que entonces emitía la ceremonia, de que sería ella quien se llevaría la estatuilla, que erigió una torre de andamios fuera de la clínica en la que estaba ingresada para poder colocar una cámara junto a la ventana de su habitación y grabar su discurso desde allí. Incluso un equipo de televisión se plantó en su habitación, para sorpresa de la propia actriz, con el objetivo de que todo saliera a la perfección. Sin embargo, la ganadora fue Grace Kelly por La angustia de vivir. El equipo recogió sus cosas a toda velocidad y dejó a la madre reciente en su cama sin decir ni adiós, según recordó ella misma con amargo humor en televisión años más tarde. «¡Estaban enfadadísimos conmigo porque no había ganado!», dijo entre risas.

«El mayor robo desde Brink’s»

La sorpresa fue unánime. «Esto es el mayor robo desde Brink’s», escribió Groucho Marx, en referencia a la empresa de seguridad de la que, en un caso sonadísimo en la época, 11 ladrones sustrajeron 2.775 millones de dólares en 1950 (unos 30.000 millones de dólares de hoy en día). Incluso el padre de Grace Kelly, el triple medallista de oro olímpico en remo John Kelly, mostró su simpatía hacia la protagonista de Ha nacido una estrella. «Debería haber habido dos premios y Judy Garland debería haber ganado uno de ellos», dijo, según recuerda el biógrafo Gerald Clarke en Get happy: The life of Judy Garland. Existen distintas teorías para explicar la victoria de Kelly. Una de las más populares es que, con su comportamiento en los rodajes durante tantos años, se había ganado la enemistad de los académicos, que votan quién recibe el premio. Otra hipótesis culpa a la edición final de la película, que eliminó media hora del metraje original que tanto había entusiasmado a los críticos el día del estreno y que cercernaba algunas de las escenas más lucidas de Garland. Hoy en día siguen encontrándose en internet artículos y vídeos que intentan explicar lo ocurrido con el premio a la mejor actriz en los Oscar de 1955.

El descalabro pasó factura a la carrera de la actriz, que quedó prácticamente sepultada, y también a su autoestima. Sus adicciones a las pastillas y al alcohol empezaron a hacer tanta mella en su estado de salud que, en 1960, tras ser dada de alta del hospital por una hepatitis aguda, el pronóstico que le dieron los médicos fue demoledor: probablemente le quedaban unos cinco años de vida y, en caso de que durara más, sería una seminválida que, por supuesto, no podría volver a cantar ni actuar.

Pero las leyendas están hechas de milagros y, al año siguiente, en 1961, participó como secundaria en ¿Vencedores o vencidos? en un papel que le valió una nominación —aunque no el Oscar— a la mejor actriz de reparto y se embarcó en una gira cuyo final estaba convenientemente programado para otro gran santuario del espectáculo: el Carnegie Hall, en Nueva York. Si Judy Garland había tenido un éxito sin precedentes en el Palace, es este concierto, del 23 de abril de 1961, el que hizo historia. «La noche más grandiosa en la historia del show business«, dijo la prensa. El concierto se grabó para publicarse como disco y Judy at Carnegie Hall permaneció 13 semanas en el número 1 de Billboard y logró cuatro premios Grammy, entre ellos el de mejor álbum del año. Fue la primera mujer en ganar este premio.

Pero, aunque con más lentitud de la que habían previsto los médicos, su salud se fue deteriorando hasta que una noche de junio de 1969, recién cumplidos los 47 años, se levantó de la cama en casa de su quinto marido en Londres para ir al baño y se tomó sus últimas cápsulas de Seconal. Al igual que le había pasado a Marilyn Monroe siete años antes, su cuerpo no aguantó más. Días más tarde, trasladados sus restos a Nueva York para celebrar el velatorio en el Frank E. Campbell Funeral Home, decenas de miles de personas colapsaron Manhattan para despedirse de Judy Garland.

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