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Ennio Morricone, el romano que puso música y magia a tantas historias del cine

«Si quieres entrar en el corazón de mi música, busca entre los vacíos, entre las pausas», decía Morricone. Recordamos al genio romano a través de las bandas sonoras que lo consagraron como leyenda

Ennio Morricone, el romano que puso música y magia a tantas historias del cine

Jordan Strauss | AP Images

Morricone nació –en el invierno de 1928–, vivió y murió en Roma. El compositor ha fallecido este lunes, a los 91 años, habiéndose consagrado como una leyenda del cine. Este año había sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes  junto a otro de los grandes compositores, el estadounidense John Williams.

Contaba el romano, autor de más de 400 bandas sonoras que creó su música pensando en las historias y que nunca cayó «en el equívoco del cine convertido en una sala de baile».

Se inició estudiando trompeta, el instrumento que tocaba su padre y el que dotó a sus composiciones de esos míticos vientos del sur puestos al servicio de los mejores realizadores, de Bernardo Bertolucci a Pedro Almodóvar, pasando por Gioseppe Tornatore, Oliver Stone, Terrence Malick, Quentin Tarantino o Brian de Palma.

Sus composiciones se asientan sobre dos grandes pilares Johann Sebastian Bach e Ígor Stravinski: «Son ellos dos los polos determinantes», reconoció el maestro en un libro-entrevista con su otro gran amigo, Tornatore. Pero si hay un secreto en sus partituras es el rol del silencio: «El silencio es música, al menos tanto como los sonidos, quizá más. Si quieres entrar en el corazón de mi música, busca entre los vacíos, entre las pausas», recomendaba.

Su primera incursión en el mundo del cine se produjo en 1961 con la banda de la película Il federale de Luciano Salcio y su gran éxito llegó con el padre del «spaghetti western», Sergio Leone, de quien fue compañero de escuela en Roma.

Solo seis obras de su vastísima producción alcanzaron la nominación al Óscar y únicamente Los odiosos ocho (2016) la materializó, pero para entonces ya se había hecho más que acreedor de la condición de maestro en esa capacidad de llenar los oídos de imágenes y magia con trabajos como los de esta selección:

A Fistful of Dollars (1964). Silbidos, látigos o gritos se mezclan con los sonidos de las guitarras, las trompetas y hasta el arpa de boca para una innovadora composición que marcó el estilo musical de los spaguetti western y dio a conocer al mundo el genio de Morricone.

The Good, the Bad and the Ugly (1966). Con apenas un par de notas de flauta y de arpa, introduce al espectador en el ambiente de este mítico wéstern y hace que su banda sonora sea una de las más populares y reconocibles de la historia del cine.

The Sicilian Clan (1969). Morricone demostró con esta película que era capaz de adaptar su música a cualquier género y realizó una de las composiciones más bellas para una película de robos, ligera e intensa a la vez, sin olvidar sus característicos silbidos.

Novecento (1976). Bernardo Bertolucci se rindió al genio de su compatriota, del que dijo que había compuesto «uno de los himnos más bellos de la historia del cine» para esta historia del proletariado italiano.

Days of Heaven (1978). La película maldita de Terrence Malick ha visto reconocido su valor cinematográfico con el paso del tiempo pero su música fue considerada desde el principio como una de sus mejores partituras y fue su primer trabajo nominado al Óscar.

Once Upon a Time in America (1984). Magistral ejercicio del compositor, que creó estilos diferentes para marcar las diferentes épocas en las que se desarrolla la historia. Y no dudó en utilizar piezas ajenas, como la conocida «Amapola», para redondear una banda sonora que alcanzó cotas de belleza que se creyeron insuperables en aquel momento.

The Mission (1986). La consagración de Morricone con una complejísima BSO que supo captar todos los matices de esta historia de religión, de sacrificio y de abuso de poder. Épica en muchos momentos y delicadísima en piezas como «El oboe de Gabriel», una nueva demostración de la adaptación del maestro a las necesidades de cada historia.

The Untouchables (1987). El dramatismo de la lucha contra la mafia por parte de agentes federales en el Chicago de la Ley Seca queda reflejado en una música más clásica de lo habitual en las composiciones del italiano y que sirve de perfecto acompañamiento a la heroicidad de Ness y sus colegas.

Cinema Paradiso (1988). Difícil de olvidar la imagen del joven Salvatore bajo la lluvia esperando a que Elena abra la ventana. O la del niño aprendiendo el arte de la cinematografía de manos de Alfredo. Sin la música de Morricone esas escenas no formarían parte del imaginario colectivo.

Malena (2000). ¿Cómo captar musicalmente el amor platónico? Solo hay que escuchar la banda sonora de este filme de Giuseppe Tornatore para entenderlo. Tristeza, melancolía y esperanza a partes iguales se deslizan entre sus notas en una composición más sencilla y menos orquestal.

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