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Crónica de una muerte anunciada: Bankia pone fin a diez años en el ojo del huracán

A partir de este domingo no quedará ni rastro de lo que un día fue la cuarta mayor firma del sector financiero español

Crónica de una muerte anunciada: Bankia pone fin a diez años en el ojo del huracán

Bankia pone fin a su corta corta y alterada historia. Este sábado dejará de operar tras culminarse la integración tecnológica con CaixaBank tras diez años de vida. Por la noche sus aparatos dejarán de operar por completo y los clientes tendrán que realizar todas las transacciones en los sistemas de la entidad catalana. Aunque la absorción oficial se materializó a finales de marzo y en las oficinas lucían la marca y la estrella del banco barcelonés desde el verano, Bankia ha seguido funcionando hasta ahora como una empresa ‘independiente’, comercializando sus productos y dando los servicios habituales a sus 7,6 millones de usuarios.

A partir de este domingo y, sobre todo, a partir del lunes, cuando las sucursales vuelvan a reabrir sus puertas, no quedará ni rastro de lo que un día fue la cuarta mayor firma del sector financiero español, una vez se hayan migrado todos los datos, equivalentes a 45 veces la capacidad de almacenamiento de Spotify. Será entonces cuando el nuevo conglomerado -denominado campeón nacional- echará a rodar tras haberse engrasado toda la maquinaria. La nueva CaixaBank contará con 18,9 millones de clientes en nuestro país (21 millones si suman los de Portugal). Serán 200.000 menos que hace siete meses, tal y como publicó THE OBJECTIVE.

Su desaparición ha sido paulatina desde que los consejos de administración tanto de Bankia como de CaixaBank sellaron la operación de fusión, en septiembre de 2020. Un futuro que desde un principio estaba medio escrito en forma de una muerte anunciada desde su creación. Pocos fueron los que confiaron en un proyecto que nació en abril de 2011, en plena crisis financiera, de la escisión del negocio bancario de la unión que meses antes habían consumado Caja Madrid, Bancaja, Caixa Laietana, Caja Insular de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia y Caja Rioja, con el propósito de salir a bolsa para evitar nuevas ayudas públicas. Había recibido ya 4.465 millones del erario para sobrevivir.

Rescate y nacionalización

Tan solo un año después de su nacimiento y a pesar de haber captado 3.100 millones con su debut en el mercado, la entidad entonces presidida por Rodrigo Rato tuvo que ser nacionalizada y tuvo que recibir otros 18.000 millones, como consecuencia del empeoramiento de la economía y la cantidad de ladrillo que cargaba a sus espaldas, como consecuencia de los desmanes inmobiliarios de las antiguas cajas fundadoras. Además el Gobierno de Mariano Rajoy se vio en la obligación de crear un banco malo para que Bankia y otras entidades rescatadas traspasaran sus préstamos al promotor y los pisos adjudicados por impagos.

Con todas esas ayudas -que luego se ampliaron a más de 24.000 millones en total con la incorporación al grupo de BMN (Caja Murcia, Caja Granada y Caja de Baleares), Rato tuvo que dimitir y el Gobierno confió en José Ignacio Goirigolzarri para que levantara el banco, lo despolitizara por completo y devolviera los fondos estatales inyectados. Unos recursos que llegaron de Europa, porque nuestro país no podía afrontar tal agujero.

Escándalos sucesivos

El nuevo presidente, rodeado de un equipo nuevo, se puso manos para reencauzar la situación tan delicada, pero de manera sucesiva se encontró con demasiadas piedras. De manera constante estaba en el ojo de un huracán que le hacia tambalear. Estuvo en el centro de los mayores escándalos financieros (preferentes, salida a bolsa fraudulenta, tarjetas opacas, cláusulas suelo, etc). Un sinfín de casos por los que tuvo que indemnizar a los clientes e inversores más de 4.000 millones y que imposibilitaron la devolución de un solo euro al erario público. Pero poco a poco su estado iba mejorando, gracias al empuje del negocio y a la recuperación económica, pero insuficiente para poder seguir sobreviviendo. 

En los últimos ejercicios el mercado se daba por hecho que acabaría en manos de otra gran entidad. BBVA y el Sabadell fueron los grandes candidatos por distintas cuestiones, entre ellas presiones políticas. No fue hasta la crisis del coronavirus cuando Goirigolzarri y el Gobierno (que mantenía una participación del 62%) tuvieron que activar un plan para llevar a cabo una fusión. La incertidumbre generada por la pandemia y el prolongado periodo de tipos de interés en negativo aconsejaban una operación corporativa porque no podía continuar en solitario por la baja rentabilidad esperada. El elegido fue CaixaBank, no BBVA ni el Sabadell como se había venido apuntando de manera insistente por parte de los expertos. 

Salida del Estado de CaixaBank

El Estado, una vez cerrado el acuerdo de integración, pasó a ostentar el 16,1% de la nueva CaixaBank, un porcentaje que tendrá que ser vendido antes de 2024 para que se recuperen unas ayudas públicas que no han sido devueltas. Ni un euro, ya que los poco más de 3.000 millones que se captaron con ventas parciales de acciones y con dividendos fueron utilizados para tapar agujeros que habían quedado al descubierto en BFA, matriz de Bankia.

CaixaBank, desde que se ejecutó la absorción, ha venido trabajando para que el grupo opere como una única entidad y que cualquier clientes, proceda de donde proceda, cuente con las mismas condiciones y acceso a los productos y servicios. Algo que se está produciendo este fin de semana, con la incorporación de todos los datos de los usuarios de Bankia a su plataforma, un proceso que impedirá el uso de Bizum y cualquier movimiento de dinero durante día y medio. El domingo todo habrá terminado, siempre y cuando no haya complicaciones sobrevenidas, y el grupo será uno solo.

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