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Ciencia

¿Por qué sigues comiendo si no tienes hambre?

Viven dentro de nuestro cerebro dos grupos diminutos de células que se comportan como ángeles y demonios. Igual que en los dibujos, el diablo nos dice que hagamos lo que no nos conviene: comer sin hambre.

¿Por qué sigues comiendo si no tienes hambre?

Viven dentro de nuestro cerebro dos grupos diminutos de células que se comportan como ángeles y demonios. Igual que en los dibujos, el diablo nos dice que hagamos lo que no nos conviene: comer sin hambre. El ángel, por contra, nos pone sobre aviso. Los dos grupos en cuestión viven en una guerra constante donde la bandera a tomar es el control (o descontrol) de nuestro comportamiento mientras comemos.

Ahora contamos con esta información gracias a la Universidad de Michigan, que ha analizado cómo actúa nuestro cerebro al alimentarnos y que cree haber dado con una solución a uno de los problemas más preocupantes en las sociedad más ricas: la epidemia de la obesidad.

El hallazgo de estos grupos celulares enfrentados, llamados POMC y AgRP, fue un descubrimiento absolutamente inesperado a tenor de las palabras de la profesora Huda Akil, que dirigió la investigación. “Utilizamos un enfoque transgénico para abordar específicamente las neuronas POMC para la estimulación optogénica y contábamos con ver una disminución del apetito”, asegura en unas declaraciones recogidas por la revista Futurity. “Vimos un efecto notable. Los animales comían como locos. Durante la media hora posterior a la estimulación, comieron el equivalente al suministro de un día entero”.

Los científicos comenzaron entonces a indagar en por qué estos ratoncitos se lanzaban sobre la comida como si no hubiera un mañana. ¿Por qué se volvían tan obsesos con la comida? Pues bien, se encontraron con que mientras estimulaban las células POMC, estimulaban simultáneamente las células AgRP. Así comenzaba la batalla.

Los dos grupos de células tienen un origen embrionario común; en un principio formaron parte de un mismo grupo. Así que respondían a los mismos estímulos. Lo curioso de esto es que mientras la función del primer grupo consiste en moderar el consumo, en echar el freno, el segundo se esfuerza por presionar el acelerador hasta el fondo. Hasta el punto de que, tal y como revela la investigación, acaban imponiéndose las AgRP, que activan el sistema opioide del cerebro.

«Existe toda una industria que nos incita a comer sin parar, aun cuando no lo necesitamos”

Para poner coto a este escenario y evitar que los pequeños demonios hicieran acto de presencia, realizaron las estimulaciones de las neuronas POMC con vías más precisas, evitando que las neurona AgRP se dieran por aludidas. El resultado final fue todo un éxito: los roedores disminuyeron su consumo de comida al instante. Es decir, dejaron de comer en el momento en que dejaron de tener hambre.

“Al administrar naloxona, que bloquea los receptores de opioides, la conducta abusiva de detuvo”, comenta Akil. “Esto sugiere que nuestro sistema opioide juega un papel fundamental en querer comer más de lo que necesitamos”. Esta conclusión la extrapola a los humanos aun cuando tenemos tantas diferencias respecto a los ratones. Lo que sí tiene claro es que el bombardeo de olores y colores de todos los alimentos que nos rodean son un factor clave en nuestro comportamiento compulsivo y, por tanto, en la obesidad.

“Lo que demuestra nuestro trabajo es que las señales de saciedad, de haber comido lo suficiente, no son lo suficientemente fuertes como para contrarrestar el impulso de comer”, añade la investigadora. De esta forma, los inhibidores de los receptores de opiáceos sirven como aliados en las dietas. Al mismo tiempo anima a seguir estudiando los procesos de activación de estos grupos celulares rivales hasta comprender su naturaleza.

Akil insiste en que se debe poner más el foco en esta clase de investigaciones, dada el problema de salud tan imponente al que nos enfrentamos. “Existe toda una industria que nos incita a comer sin parar, aun cuando no lo necesitamos, mediante estímulos visuales, olores, asociaciones emocionales, y necesitamos analizar las señales neuronales implicadas en los mecanismos de percepción que nos impulsan a comer”.

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