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La cruda realidad de una cárcel filipina: más de 3.800 presos en un espacio para 800

En su libro Freedom and Death Inside the Jail, Raymund Narag cuenta que los presos de esta cárcel filipina «duermen en celdas superpobladas y con poca ventilación. El suministro de agua potable es muy limitado. Las raciones de alimentos tienen un contenido nutricional inadecuado. Y los reclusos enfermos y sanos se agrupan en las mismas celdas (…) En Quenzon City, entre dos y cinco reclusos mueren por causa de una enfermedad todos los meses». Además de las nefastas consecuencias para la salud física de los presos, las condiciones infrahumanas a las que se ven obligados a enfrentarse provocan que muchos sufran depresiones y enfermedades mentales. Al igual que señalábamos en el caso de las concurridas cárceles tailandesas, el hacinamiento en las cárceles de Filipinas se debe, en gran medida, a la duración de los procesos judiciales y las extremadas medidas impuestas contra la criminalidad. Sin embargo, no parece que el Gobierno de Filipinas baraje la posibilidad de flexibilizar la justicia ni sus medidas contra el crimen para solucionar la sobrepoblación de presos de su sistema penitenciario. Más bien al contrario, hace poco, el presidente Duterte animaba a los filipinos a matar a los drogadictos, evitando así, mediante un sistema aún más inhumano, que entraran en las cárceles.

La cruda realidad de una cárcel filipina: más de 3.800 presos en un espacio para 800

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Quezon City es la cárcel más inhumana y hacinada de Filipinas. En sus celdas, diseñadas para ser habitadas por 20 reclusos, conviven hasta 200 personas en condiciones que superan lo deplorable. Falta espacio, agua y comida; sobran suciedad, enfermedades y tumultos. En esta prisión de Manila, muchos comen insectos para completar su dieta y duermen en cuclillas, en las escaleras o sobre el cemento de la destartalada cancha de baloncesto.

En su libro Freedom and Death Inside the Jail, Raymund Narag cuenta que los presos de esta cárcel filipina «duermen en celdas superpobladas y con poca ventilación. El suministro de agua potable es muy limitado. Las raciones de alimentos tienen un contenido nutricional inadecuado. Y los reclusos enfermos y sanos se agrupan en las mismas celdas (…) En Quenzon City, entre dos y cinco reclusos mueren por causa de una enfermedad todos los meses». Además de las nefastas consecuencias para la salud física de los presos, las condiciones infrahumanas a las que se ven obligados a enfrentarse provocan que muchos sufran depresiones y enfermedades mentales. Al igual que señalábamos en el caso de las concurridas cárceles tailandesas, el hacinamiento en las cárceles de Filipinas se debe, en gran medida, a la duración de los procesos judiciales y las extremadas medidas impuestas contra la criminalidad. Sin embargo, no parece que el Gobierno de Filipinas baraje la posibilidad de flexibilizar la justicia ni sus medidas contra el crimen para solucionar la sobrepoblación de presos de su sistema penitenciario. Más bien al contrario, hace poco, el presidente Duterte animaba a los filipinos a matar a los drogadictos, evitando así, mediante un sistema aún más inhumano, que entraran en las cárceles.

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