La dieta inversa para adelgazar y acelerar el metabolismo: ¿funciona?

Para adelgazar hay infinidad de dietas y métodos, pero sobre qué hacer después del régimen no hay apenas información. La mayoría de personas que quieren perder peso se someten a ciertas pautas alimentarias durante unas semanas o meses, y cuando alcanzan su objetivo vuelven a comer como lo hacían antes. Y esto, obviamente, es un error, pues provoca el efecto rebote o, lo que es lo mismo, recuperar más del peso perdido.

Para el periodo pos-régimen se ha creado la dieta inversa, que se basa en cómo añadir calorías una vez que hemos dado por terminado nuestro plan de adelgazamiento. Vemos de qué trata y si nos conviene seguirlo.

Cómo funciona la dieta inversa

La dieta inversa es, esencialmente, lo que se debe hacer después de someterse a una dieta restrictiva. Supongamos que hemos reducido nuestra ingesta de calorías a un mínimo de 1.200 por día para perder peso y, tras unas semanas, hemos perdido los kilos que deseábamos. 

Lo que este régimen defiende es ir aumentando poco a poco la ingesta de calorías, para evitar así el temido efecto rebote. En concreto, la dieta inversa subraya que debemos aumentar únicamente, y progresivamente, de 50 a 100 calorías por semana durante los siguientes dos meses.

De esta forma, en teoría, no engordaremos tras finalizar el régimen de adelgazamiento y conseguiremos acelerar el metabolismo, normalizar las hormonas del hambre y reducir el riesgo de atracones o recuperar peso rápidamente. 

¿Qué dicen los expertos?

Aunque el enfoque de la dieta inversa es acertado y tiene todo su sentido, contar calorías es un proceso tan tedioso que la mayoría de las personas abandonarían el proceso nada más comenzarlo. Además, «se deben evitar las dietas estrictas o bajas en calorías, ya que, aunque algunos consiguen adelgazar con ellas, pueden desencadenar efectos secundarios físicos y emocionales, que incluyen escasez de nutrientes, irritabilidad, mal humor o depresión, fatiga y pensamientos obsesivos sobre la comida y el peso», asegura la nutricionista Cynthia Sass.

Al respecto, un estudio descubrió que seguir una dieta de 1.200 calorías, y contar éstas, aumentaba el nivel de cortisol en el cuerpo. Y el incremento de esta hormona del estrés puede conducir a aumentar la grasa abdominal.

Sin embargo, a pesar de las contraindicaciones citadas, sí que es cierto que la dieta inversa acelera el metabolismo, ya que «al aumentar lentamente la ingesta calórica diaria, aumenta también el efecto termogénico de los alimentos y la eficiencia del metabolismo y, por tanto, el cuerpo quema la energía en vez de almacenarla en forma de grasa», detalla la nutricionista Julia Sarah Hennig.

«Además, comer más significa también tener menos hambre. Esto no sólo hace que tengamos mejor humor, sino que también reduce la liberación de leptina, la hormona que regula el metabolismo. La leptina ralentiza el metabolismo y promueve la acumulación de grasa corporal para que el cuerpo ahorre energía», añade la experta.  

Entonces, ¿sí o no?

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿qué conclusión sacamos de la dieta inversa? Varias. Es cierto que al finalizar un plan de adelgazamiento no podemos volver a comer como hacíamos antes, ya que echaremos por la borda todo lo conseguido y recuperaremos el peso perdido. Sin embargo, no es recomendable contar calorías ni ser tan estricto.

Así pues, lo ideal sería quedarse con el enfoque general de la dieta inversa pero sin obsesionarse. En términos prácticos: debemos ir aumentando, semana a semana, la ingesta calórica, pero sin obsesionarnos. Una semana, por ejemplo, podemos incluir dos frutas más al día. La otra semana, meter dos rebanas de pan. Y así poco a poco.