THE OBJECTIVE

Pedro Sánchez y Carmen Calvo se pelean, pero lo arreglan en la cama

«La ‘ley trans’ incorpora una auténtica red clientelar y se puede cargar todo el sistema constitucional español»

Pedro Sánchez y Carmen Calvo se pelean, pero lo arreglan en la cama

Erich Gordon

Es 30 de diciembre de 2019, Pedro Sánchez firma un acuerdo con Pablo Iglesias para formar un Gobierno de coalición. Irene Montero reclama para sí el Ministerio de Igualdad. Aparte de la anomalía democrática que supone que un vicepresidente de Asuntos Sociales coloque en su mismo Ejecutivo, y como subordinada suya, a su pareja conviviente y madre de sus hijos, Carmen Calvo advierte a Pedro Sánchez que darle el Ministerio de Igualdad a Podemos es muy peligroso. Al fin y al cabo, el feminismo está en el ADN del PSOE, como quien dice, e Irene Montero tiene tanta idea de teoría feminista como servidora la tiene de física cuántica.

Pero Pedro Sánchez ni le escucha. Piensa que el Ministerio de Igualdad no es un ministerio importante. No es Economía, no es Trabajo, no es ningún ministerio de los que él entiende como ‘ministerios de verdad’, sino que para él es más bien un ministerio cosmético, que se pone para decorar y hacer bonito. Como son ministerios cosméticos los ministerios de Consumo o de Universidades, que también se los deja a Podemos. Trabajo, no. Trabajo es un ministerio serio… pero Trabajo se lo vamos a dar a esa chica tan mona que es del PCE y no es de Podemos, y que me dice un pajarito que con Irene Montero ni se habla. No te preocupes, Carmen, ¡que vamos a montar el Gobierno más feminista de la historia!

De lo que Pedro no tiene ni idea es que Irene Montero planea sacar una ley que va a ser una bomba y que se puede cargar todo el sistema constitucional español. No tiene ni idea porque Podemos no había advertido de sus intenciones. El programa electoral de Podemos jamás había hablado de la autodeterminación de género. ¿Y por qué? Pues porque sabían que si explicaban esto, clarito y punto por punto, perderían las elecciones.

Así que intentan llevarlo con el máximo sigilo y colar la ley en secreto, de la misma forma que en su día se coló la ley de impuesto al sol del ministro Soria. De tal manera que un día cualquiera un señor iba a instalar unas placas solares y descubría que le salían por un ojo de la cara porque les habían metido un impuesto desorbitado. Si no hubiera existido esa ley, probablemente hoy muchos españoles no tendrían tantos problemas para pagar la luz.

Es decir, que no es la primera vez que se intenta colar una ley sin que nadie se entere. De hecho, las ‘leyes trans’ autonómicas y los protocolos educativos ‘trans’ autonómicos se han colado de la misma manera. Sin debate, sin avisar, sin que nadie se enterara. Esa era la idea: no explicar el contenido de la ley y que nadie supiera de lo que estaba pasando. Colarla por procedimiento de urgencia y no tener que explicarla en el Congreso.

Pero a Irene le traicionan desde su propio ministerio. Allí se empiezan a filtrar los borradores de la ley y nos avisan a muchas personas.

Cuando Lidia Falcón denunció lo que estaba sucediendo, le expulsaron de Izquierda Unida. Y espero que sobre quién corresponda caiga toda la vida la vergüenza y la ignominia de haber hecho semejante barbaridad. Pero eso no les pareció suficiente: para acallarla montaron una campaña en redes que ríete tú de la que me montaron a mí. Le llamaban vieja loca, tránsfoba, fascista… ¡Fascista una mujer que fue torturada en cárceles fascistas! Obvia decir que los que le llamaban fascista ni siquiera han vivido el fascismo.

La campaña contra Lidia funcionó. Lidia se convirtió en una especie de apestada con la que nadie quería relacionarse.

Recuerdo perfectamente intentar contarle esto a dos periodistas en los pasillos de una televisión nacional. Una me dijo que esto no le importaba a nadie y otro directamente me llamó tránsfoba a gritos en el pasillo. Los mismos medios que ahora mismo hablan del tema porque, de pronto, y vete tú a saber por qué, se ha puesto de moda (gracias, diosa) son los que me decían que no les interesaba el tema.

Llamé a alguien muy importante en el PP y me dijo, con un par de huevos, que ellos no iban a enfrentarse contra el lobby trans. Cuando a este señor le dieron una patada hacia arriba y le colocaron en un cargo muy bonito – mejor pagado, pero sin mucha importancia práctica- volví a llamar a alguien en el PP. Esta vez logré hablar con una persona más importante que el primero que, sorprendentemente, al fin me escuchó. No había leído la ley autonómica, ni siquiera sabía el gol que le habían colado.

Hemos tardado tres años. Tres años.

Tres años en los que nos tiraban las cuentas de Instagram, las cuentas de Twitter y las cuentas de Facebook, porque las redes eran el único reducto en el que podíamos contar lo que sucedía.

Entretanto, en España estaban hormonando a niños de ocho años. El Ayuntamiento de Torremolinos expuso públicamente a el caso de una personita de once años, nacido varón, actualmente en proceso de transición, al que ya le están administrando bloqueadores de pubertad. Esta criatura se está jugando la vida, nunca sentirá orgasmos, tendrá problemas de osteoporosis precoz, su pene no va a crecer, de forma que una vaginoplastia futura será muy complicada… Esa personita se ha sometido a un tratamiento experimental e irreversible.

Un tratamiento off-label

Los medicamentos off-label son aquellos prescritos en condiciones distintas de las autorizadas, es decir, utilizados para un uso no reflejado en su ficha técnica. Y esto es importante, porque si el día de mañana esa personita quisiera demandar, no podrá demandar al laboratorio que fabrica el bloqueador. Y sin embargo la madre y el Ayuntamiento de Torremolinos siguen diciendo que los bloqueadores de pubertad son reversibles.

En el País Vasco, Naizen, la Asociación de Familias de Menores Transexuales de Navarra y Euskadi, subvencionada, sigue, a día de hoy, dando charlas en ikastolas, y convenciendo a los padres de que los bloqueadores de pubertad son inocuos.

En Andalucía, a las madres de Amanda (la Agrupación de madres de niños y niñas trans víctimas de disforia de género de inicio rápido, no subvencionada) les amenazaban con quitarles la custodia de los hijos, ‘ley Rhodes’ en mano, cuando decían que no querían que sus hijas entraran en semejante tratamiento digno de Mengele. Por cierto, gran sorpresa cuando descubro que James Rhodes no tenía ni idea de esto, y que me insulta antes de leer la ley que lleva su nombre.

En Madrid, muchos de nuestros hijos han recibido charlas en el colegio, sin que nosotros nos hayamos enterado, en las que les explicaban que el sexo no es binario, que existen no sé cuántos sexos y que uno puede cambiar de sexo cuando quiera, con la facilidad con la que se tiñe el pelo.

En todas las comunidades de España había protocolos educativos según el cual si el niño jugaba con muñecas o la niña jugaba al fútbol las profesoras debían avisar a servicios sociales. Las profesoras obviamente no lo hacían, pero sé de algún caso en el que los padres cambiaron a la criatura de colegio porque las profesoras ya habían avisado. Por el pánico a que metieran a su hijo o hija en la cinta transportadora

Y ¿qué es la cinta transportadora?, me preguntarán ustedes. Pues en Suecia se le llama «cinta transportadora médica» al sistema por el cual, en cuanto un menor afirma tener problemas con su género, se le envía inmediatamente a una unidad de género en la que le recetarán medicamentos para el bloqueo de pubertad y la hormonación cruzada (medicamentos off-label, no lo olvidemos) y no podrá salir de esa situación.

En Inglaterra, en 2019, se destapó el escándalo Tavistock. Tavistock era la clínica que seguía el modelo afirmativo para menores con disforia de género. El modelo afirmativo es… Sí, ¡la cinta transportadora! En la que, sin hacer un informe psicológico, le enviaban al menor directamente al bloqueo de pubertad y la hormonación cruzada. Ese modelo afirmativo se está imponiendo en España por ley.

El Gobierno de Reino Unido cerró Tavistock en el 2021 y prohibió las intervenciones afirmativas a menores, y las intervenciones farmacológicas o médicas sin aprobación de un juez. La clínica Tavistock se enfrenta a una acción legal masiva. Unas 1.000 familias preparan a una demanda por negligencia médica.

«Ese ministerio cosmético, ese ministerio de chichinabo que le importaba a Sánchez cero y menos, va a ser el que se cargue al final el Gobierno»

En abril de 2021, Suecia puso fin a la práctica de prescribir bloqueadores de la pubertad y terapia hormonal cruzada a los menores de 16 años. Las familias afectadas por el modelo de cinta transportadora en Suecia también han anunciado demandas. Finlandia y Francia han adoptado medidas similares.

Y, entretanto, el presidente del Gobierno no se iba enterando de nada. En un momento dado, las asociaciones LGTBI exigieron la cabeza de Carmen Calvo. Y Pedro Sánchez la cesó, en julio de 2021.

Hasta que llegó el momento en que su exvicepresidenta, que había estado calladita hasta seis meses después de su cese, ya no pudo más. Y habló. Habló porque sabe de sobra que el mismo escándalo se va a destapar aquí en breve. Cuando todas las familias de Amanda hagan lo mismo que hicieron las familias inglesas y que las familias suecas. Y denuncien.

Y entonces gente como Alberto Garzón, Irene Montero, Ángela Rodríguez ‘Pam’, Carla Antonelli o la Alcaldía de Torremolinos van a tener que explicar por qué promocionan tratamientos de hormonización y bloqueo de pubertad a menores. Carmen Calvo lo sabe de sobra y no quiere figurar en el lado oscuro de la historia.

Y resulta que ese ministerio cosmético, ese ministerio de chichinabo que le importaba a Pedro Sánchez cero y menos, va a ser el que se cargue al final el Gobierno del PSOE.

Por no hablar de la secretaría LGTBI que tampoco le importaba a Pedro un comino, pues se la regaló a un chico monísimo que se presentó un día por su despacho, directamente de la mano de Adriana Lastra, porque eran amigos íntimos y se iban de vacaciones juntos. El chico era tránsfuga de Ciudadanos, y de derecho o de medicina no tiene ni idea, pero quedaba muy bonito, precioso, en los foros. El día que el chico sacó una foto de su equipo y no había ni una sola mujer se dispararon las alarmas. Pero el presidente estaba en cosas más importantes, como la economía y los impuestos, y no le pareció que esto de los derechos LGTBI fuera tener mucha importancia en su trabajo.

Y ese chico tan mono, que ni siquiera estaba en el PSOE hasta anteayer, como quien dice, también va a ser uno de los responsables de que su partido se despeñe. Porque el chico mono ha ido insultando a militantes a diestro y siniestro. Algunas militantes de entre las insultadas llevaban 20 o 30 años en el PSOE. Algunas lo eran ya antes de que el chico guapísimo hubiera nacido. El carnet del PSOE del bello galán no tiene ni dos años. Y el feminismo no vota traidores.

¿Y por qué -se preguntarán ustedes- no se baja Irene Montero de la burra y reconoce que la ‘ley trans’ que están preparando es una auténtica locura?

Primero: porque la ‘ley trans’ incorpora una auténtica red clientelar. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que, por ley, cuando su hija o hijo vaya al colegio le impartiran charlas de educación sexual… que en realidad serán clases de educación en ideología transgenerista impartidas por asociaciones afines a Podemos. ¡Carguitos para todos!

Segundo: por lo que me dijo aquel político del PP sobre el lobby trans. Que es más bien lobby farmacéutico. Mientras no existía la autodeterminación de género, una persona que quisiera hacerse una operación de cambio de sexo tenía que pasar por dos años de intervención psicológica. En esta intervención se analizaban las razones reales por las que quería cambiar de sexo, y en muchas ocasiones se descubría que esta persona en realidad era autista, había sufrido un trauma sexual o tenía una confusión grave respecto a su identidad.

Cuando se les informaba claramente de las consecuencias que podían derivar de una hormonación, muchas de estas personas desistían. Ahora la entrada a esos tratamientos es directa. Nadie te hace cuestionarte tu decisión. Basta con que digas que quieres hormonarte y/o operarte. La terapia de reemplazo hormonal cuesta unos doscientos euros al mes y, una vez se empieza, en gran parte de las ocasiones, no se puede dejar porque es peligroso revertirla. O porque esa persona ya ha perdido la voz o le han cambiado los caracteres sexuales secundarios y no tiene sentido hacerlo. Cada paciente puede suponer unos 40.000 euros que van a pagar los contribuyentes, usted y yo.

Un negocio brutal. Eso sí, el logopeda, las gafas o el dentista de su hijo se lo paga usted.

Tercero: la oscura financiación externa. El otro día afirmé en un programa de televisión que los tres grandes polos biotecnológicos se encuentran actualmente en Irán, Canadá y Argentina. Los polos biotecnológicos son un conjunto de industrias tecnológicas, situadas en una ubicación física común, que nutren a las compañías farmacéuticas de productos biotecnológicos, productos como pueden ser las hormonas, por ejemplo. ¿Qué partido español tiene una relación muy estrecha con Irán y Argentina? Deduzcan ustedes mismos.

Y cuarto: el narcisismo. Les recuerdo que yo ya he acabado la carrera de psicología y que en principio estoy haciendo prácticas. Y no soy nadie para diagnosticar, por supuesto, pero me parece que no se necesita un título para ver qué tanto Irene Montero como Pablo Iglesias dan la impresión en sus intervenciones públicas, en su gestualidad, en su forma de hablar, de tener un perfil narcisista. Y hay un rasgo que define claramente a los narcisistas. Nunca admiten una equivocación.

«En 2019 fui de las primeras que se atrevió a hablar del tema y utilizó las redes para alertar»

Vivimos en una época marcada por la aparente infalibilidad, en la que nos hemos acostumbrado a que los políticos nunca reconozcan un error. Ya nos avisaba el Premio Nobel Paul Krugman que el mundo vive ahora mismo una extraña epidemia de infalibilidad en la que los triunfadores se aferran a querer dar una imagen de eficacia absoluta.

Un estudio publicado hace diez años en European Journal of Social Psychology explicaba cómo las personas que deciden no responsabilizarse de sus errores, albergan la impresión de que por ello más fuertes. Por tanto, incluso cuando saben que han metido la pata, deciden seguir adelante y entran en un proceso de disonancia cognitiva

Quizá por eso, con todo el revuelo que se está armando con la ‘ley trans’, Pedro Sánchez ha decidido que sea su exvicepresidenta la que dé el callo, y la que le calle la boca a Iglesias en la SER, porque él no va a admitir la cagada mayúscula que hizo al meter a Irene Montero en el Gobierno, sin querer escuchar los admonitorios ( y premonitorios) consejos de su entonces vicepresidenta, que sabe más por vieja que por diabla.

Y quizá se tengan que hacer una cama metafórica para arreglar el desaguisado.

Y ahora hemos llegado a un momento en el que hasta Carmen Posadas reconoce que Carmen Calvo tiene razón. En el que hasta Arcadi Espadas habla del tema ‘trans’, en el que todo el mundo habla del tema ‘trans’, déjenme que les explique algo.

En 2019 fui de las primeras que se atrevió a hablar del tema. A mí me llegó el borrador de la ley e inmediatamente reconocí un calco de la Bill c16 canadiense. Entonces empecé a hablar sobre el tema en redes. Entrevisté a José Errasti, psicólogo, que entonces ni siquiera había escrito el libro Nadie nace en un cuerpo equivocado. A José López Guzmán, Premio Nacional de la Academia de farmacia. A Marta Reina, primera mossa d’esquadra transexual, que estaba en contra de la ley. Enseñé noticias de lo que estaba pasando en Canadá… Todo desde Facebook, Twitter e Instagram.

Expliqué que esta ley estaba saliendo y ¿qué es lo que me sucedió? Todos los medios de España recibieron una noticia según la cual me habían denunciado por plagio. Una tuitera que casualmente en aquellos momentos era cercanísima Irene Montero inició un crowdfunding para, según ella, demandarme por plagio. Reunió 2.000 euros que no sé en qué gastaría, pero no en una denuncia por plagio, porque jamás recibí denuncia alguna. ¿Cómo tenía esa persona los contactos de todos los medios de España?, ¿de dónde sacó para organizar una campaña de bots que ha durado tres años, y que debe haberle salido por un ojo de la cara? Pregúntenselo.

Me llamaron acosadora de menores. Presentaron en el juzgado de Carmona una denuncia, acompañada de un informe. Informe en teoría redactado por el equipo de tratamiento psicosocial de Mairena del Alcor. Cuando mi abogado y yo le llevamos ese informe a un psicólogo forense nos dijo que ni siquiera era un informe. Que aquel papel no tenía pies ni cabeza, ni siquiera la mínima estructura para ser considerado un informe. Aun así, yo tuve que ir a juicio.

Y si esto llega al alcalde de Mairena del Alcor por favor póngase en contacto conmigo, explíqueme si ese documento estaba falsificado o si hemos llegado a un nivel en el que un equipo psicosocial emite un informe en falso para denunciar a una señora.
Qué casualidad que una de las denunciantes era la misma que me estaba llamando plagiadora, tránsfoba y acosadora todo el día en redes. Casualmente es la hermana de una concejala de Más Madrid. Que, recordemos, está posicionado a favor de la ‘ley trans’.

«Perdí trabajos, muchos. Estuve tres días como Trending Topic, porque dijeron que había plagiado un artículo»

Me agredieron dos veces en la calle. Ponían notitas en mi telefonillo en los que me llamaban terf. Mi hija perdió el curso. Se me paralizó un brazo del estrés. Vomitaba todo el día. Cuando saqué el libro de Selene y los cuatro elementos no me quisieron entrevistar en ningún medio. El anterior libro, sin embargo, había merecido entrevistas en casi todos los medios de España, y había vendido 60.000 libros, según reconoció el propio Pedro Vallín, amigo íntimo de Pablo Iglesias. Dejaron de invitarme a hacer conferencias por España.

Perdí trabajos, muchos. Estuve tres días como trending topic, porque dijeron que había plagiado un artículo. De nuevo, cuando la propia profesora americana a la que yo citaba en esa pieza se posicionó y afirmó que no veía plagio por ningún lado, nadie lo comentó. Eso sí, a mí me echaron del periódico. Sobreviví porque mi madre falleció y heredé algo. Si no, lo hubiera pasado verdaderamente mal. Eso me pasó a mí.

A José Errasti y Marino Perez les suspendieron varias presentaciones de su libro porque les llamaban tránsfobos. Y amenazaron con quemar una librería con ellos dentro.

Juana Gallego perdió su puesto de profesora en el máster de género de La UAB, máster que ella misma había fundado.

A Carola López Moya, psicóloga, le denunciaron por haber dicho que el sexo era binario y amenazaron con inhabilitarla.

A Amparo Mañés, directora de igualdad de la universidad de Valencia, le cesaron fulminantemente.

A Laura Strego, ilustradora, le agredieron en la calle.

A la también ilustradora María Murnau, le montaron tal campaña de cancelación que abandonó las redes.

Cuando en el podcast Estirando el chicle invitaron a Patricia Sornosa, por poco cancelan el podcast. El podcast en el que colaboraba Sornosa sí que fue cancelado.

A Irene Aguiar, abogada especialista en deporte, recientemente le han cancelado una mesa de trabajo.

Podría seguir con Paula Fraga, Laura Redondo, Laura Freixas, Lola Sánchez Caldentey… Pero el espacio del artículo es limitado.

El caso es que la intimidación y las amenazas han sido durante tres años el pan nuestro de cada día. Porque hemos caído en la dictadura de la minoría. La dictadura de la minoría que explica cómo las minorías intransigentes doblegan a las mayorías moderadas. Un modelo que puede aplicarse desde la radicalización islamista hasta el nazismo, pasando por una banda de totalitaristas infiltrados en un Gobierno que ha creado el terror entre las filas feministas

Pero ese será tema para otro artículo.

Entretanto, espero que Pedro Sánchez y Carmen Calvo arreglen su metafórica cama.

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