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Por qué Madrid no es aún la nueva Miami

La capital española tiene que hacer algo más que atraer compradores de pisos; tiene que convertirse en un lugar donde se produzca cultura latinoamericana

Por qué Madrid no es aún la nueva Miami

Erich Gordon

A comienzos del nuevo siglo, por allá en esos remotos años 2000, tres países latinoamericanos –Argentina, Colombia y Ecuador- vieron cómo sus economías enloquecían o se desplomaban. Los ahorros de las clases medias quedaban estancados, desecándose en los bancos, a causa del corralito argentino, o desaparecían debido a las crisis financieras que frenaron el sector de la construcción en Ecuador y Colombia. Miles de latinoamericanos se quedaron sin trabajo y el camino por el que optaron fue la migración. Lo particular de aquel trasvase de población es que no fue a dar a Estados Unidos, o concretamente a Miami, como solía ser habitual, sino a las ciudades de España y en especial a Madrid

En los primeros años de la década de 2000, en el parque del Retiro se jugaba ecuaboli, los locutorios florecían en cada barrio, y varios sectores de la ciudad, como Villaverde, Puente de Vallecas, Cuatro Caminos, Tetuán o Usera se latinizaban. Después del 11-S Estados Unidos endureció sus políticas migratorias, y en cambio el sector de la construcción español absorbió mano de obra latina con avidez y sueldos nada desdeñables. Sin embargo, a pesar de esa latinización tan notoria de Madrid, a nadie se le ocurrió decir que la capital de España se estaba convirtiendo en la nueva Miami. 

Hoy en día, en cambio, se escriben artículos insinuando tal mutación, y siempre debido a un hecho notorio: ya no son las clases medias empobrecidas de Latinoamérica las que están llegando a Madrid, sino lo que en Colombia se conoce como los cacaos, es decir, ese sector de la población que puede desembarcar en Madrid y 15 días después estar firmando la compraventa de un piso de un millón de euros. El porcentaje de la población que puede hacerlo en cada país no es grande, pero sumando todos los países de la región, y más concretamente los que han sufrido estallidos sociales, crisis de gobierno o desmanes populistas, el número de potenciales inversores da para generar un fenómeno sociológico importante. Esto está ocurriendo, es un hecho visible, pero que las clases altas latinoamericanas estén llegando a comprar o residir en el barrio de Salamanca no significa que la ciudad se esté convirtiendo en una nueva Miami

«Un punto a favor de Madrid es que ningún niño tiene que someterse en su colegio a simulacros de tiroteo»

Hay cuestiones que hoy podrían inclinar la balanza a favor de Madrid. Para empezar, la Florida está gobernada por Ron De Santis, un cruzado de la moral y de la cancelación que purga las bibliotecas infantiles, prohíbe a los profesores de educación primaria tocar temas de género u orientación sexual –con la ley Don’t Say Gay-, examina los syllabus de los programas universitarios y no considera que la academia pública deba estar amparada bajo el derecho a la libertad académica porque produce «discurso gubernamental». Si el wokismo yanqui irrita por su infantilismo y ñoñería, el antiwokismo de De Santis produce escalofríos porque atenta contra la libertad de expresión. La cuestión es saber si esto realmente le importa a las clases altas latinoamericanas, o si por el contrario lo consideran una garantía de que el izquierdismo está completamente sofocado en la Florida. 

Lo que sí puede ser un punto a favor de Madrid es que ningún niño tiene que someterse en su colegio a simulacros de tiroteo ni va a crecer con el terror a los school shooters. El clima social, como en todo el mundo, tiende a la polarización, pero no hay armas en la calle ni las obsesiones políticas llegan a extremos de delirio. En la última Feria del libro de Miami fui increpado desde el auditorio por «soslayar» el tema de Castro, y eso que estaba presentando un libro que dedica casi 200 páginas a analizar las nocivas consecuencias de la Revolución cubana. A veces parece que está prohibido pensar sobre determinados asuntos, y que sólo es legítimo manifestarse irracional y apasionadamente a favor o en contra de ellos.

En fin, aunque Miami sigue siendo un lugar exuberante y divertido, la oferta cultural y los niveles de seguridad y tolerancia que ofrece Madrid los desearía cualquier habitante del planeta. Eso, sin lugar a dudas, resulta atrayente para quienes tienen dinero y quieren disfrutarlo. Pero para que Madrid se convierta en una nueva Miami no basta con que los propietarios de los pisos más costosos de la ciudad tengan pasaportes latinoamericanos.

«Las sucesivas olas migratorias cubanas y los exiliados nicaragüenses fueron quienes transformaron Miami»

Miami empezó a convertirse en la capital de América Latina en los sesenta, después del fallido desembarco en Bahía de Cochinos. Al principio, en efecto, llegaron las clases adineradas que temían a la Revolución de Castro, pero después hubo sucesivas olas migratorias de cubanos, incluyendo los 125.000 marielitos de 1980, y también los miles de nicaragüenses que dejaron su país después del triunfo de la revolución sandinista. Fueron ellos los que convirtieron a Miami en un lugar de población multiclasista, con muchos acentos del Caribe y Centroamérica, y quienes finalmente transformaron la ciudad. 

La población de Miami se duplicó entre 1960 y 1990, y esos millones de latinos acabaron imponiendo su idioma y sus costumbres. Con el tiempo, y esto es importante, la ciudad se convirtió en un lugar donde las compañías latinoamericanas establecían sus centros de operaciones –los famosos hubs– y donde se creaban plataformas informativas que cubrían los acontecimientos de toda la región. Desde Miami también se empezó a producir contenido televisivo –El show de Cristina o Sábado Gigante– que llegaba a todo el continente, contribuyendo a forjar una cultura popular latinoamericana de origen estadounidense. Walter Mercado fue el ejemplo paradigmático de este fenómeno. Y ni hablar de la Latin Recording Academy, que organiza los Grammy Latinos y tiene el poder de fijar en la retina, y sobre todo en los tímpanos, una idea de lo latino con un impacto global. 

En el plano académico, escuelas como el Centro Latinoamericano y del Caribe, fundado en 1979 en la Universidad Internacional de la Florida, se han ocupado de estudiar muy de cerca la región, y desde esas fechas –esto puede cambiar por culpa de De Santis- Miami ha sido un lugar atractivo y lógico para enseñar y estudiar temas relacionados con América Latina. Eso es lo que convirtió a Miami en la capital latinoamericana, no sólo las oportunidades laborales y de negocio que ofrece, sino el haberse convertido en un lugar que observa, informa, piensa, renueva e inventa la región en su conjunto, algo que resulta más fácil de hacer desde un lugar que congrega latinoamericanos de distintas procedencias.  

«Uno descubre que es latinoamericano lejos de América Latina, en ciudades donde consigue superar el debate y el trauma nacional»

Lo han dicho todos los escritores desde José Carlos Mariátegui hasta Mario Vargas Llosa: uno descubre que es latinoamericano lejos de América Latina, en ciudades como París, Madrid o Miami donde se revela la común experiencia y se consigue superar el debate nacional, el trauma nacional, la inquina nacional, para pensar en términos regionales. Eso se ha logrado hacer desde Miami, pero por razones históricas y culturales todo eso también debió hacerse –¡debe hacerse!- desde Madrid

A diferencia de la Miami de los sesenta, en donde apenas había medio millón de habitantes, Madrid no necesita ser reinventada por los latinos. Madrid nunca llegará a ser, y no hace falta, esa república latina en el extranjero que perdieron los exiliados, pero sí puede llegar a ser un polo de mayor relevancia para la otra orilla del Atlántico. Para ello tiene que hacer algo más que atraer turistas, estudiantes y compradores de pisos; tiene que convertirse en un lugar donde se produzca cultura, conocimiento e información latinoamericana. No estoy diciendo nada novedoso ni que otros muchos no hayan intuido ya. Editoriales académicas como la Iberoamericana Vervuert, y literarias como Candaya, además de un medio como El País América, tienen una clara vocación latinoamericana. También es muy interesante que por primera vez se vayan a celebrar los Grammy Latinos en una ciudad de España, así no sea Madrid. Lo que hace falta es un fenómeno como el que ya ocurrió en los setenta, cuando la mejor literatura latinoamericana, aquella capaz de pensar y reinventar la región en su totalidad, se produjo en Barcelona; o medios que reúnan en Madrid a expertos que analicen con regularidad la actualidad del continente y que tengan impacto allá; e incluso escuelas y academias que le arrebaten a la Universidad de Iowa o a NYU los alumnos que van a aprender a escribir novelas en español o a cursar latin american studies

Aún no hay plena consciencia de que las iglesias madrileñas están en Puebla, Oaxaca o Quito, ni de que entender América Latina demanda conocer España –y viceversa-, ni de que la riquísima historia que compartimos debería convertir a Madrid en una extensión lógica de América Latina. Eso aún no ha ocurrido. Por ahora Madrid es un destino seductor para los latinoamericanos interesados en sacar una Golden Visa o pasear durante sus vacaciones, pero para Latinoamérica, para esa gran masa que habla español, reza en iglesias católicas y se apellida García o Rodríguez, inexplicablemente sigue siendo un lugar distante y ajeno.

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