THE OBJECTIVE
Lo indefendible

El anuncio de JB va de que tu abuelo te quiere, no de la 'ley trans'

La familia no es una suma de identidades, sino de intimidades, que cuando funciona, lo hace movida por el amor incondicional

El anuncio de JB va de que tu abuelo te quiere, no de la ‘ley trans’

Un fotograma del anuncio de JB. | YouTube

En el anuncio de JB de marras, un anciano que vive en un pequeño pueblo aprende a maquillarse a escondidas. Al llegar las Navidades, se descubre que, en realidad, está entrenándose para maquillar a su nieto. Cuando los demás están sentados a la mesa, sale con él del cuarto de baño y lo presenta caracterizado como una mujer que se llama Ana. Se ha hablado mucho de la pieza como defensa de la ley trans. Lo más rompedor de la propuesta consiste en que la familia tradicional aparece como institución capaz de acoger a personas diferentes y no como un potro de tortura inquisitorial de las identidades de cada cuál, tan horrible que te tienes que resguardar de ella en el Estado, que es como la pintan desde la izquierda. 

Frente al identitarismo que solo funciona si los demás te odian -por pobre, por negro, por gordo y por gay-, se aparece esta pieza que realmente provoca en la medida en que sugiere que, seas como seas, tu abuelo te va a querer y tu familia te va a aceptar.

Digo que el principal concepto que desmonta el anuncio es el de la familia como institución castrante, alienante de cualquier forma de ser que salga de lo canónico, un lugar poblado de cuñados fachas de los que hasta te advierten en la cuenta del Twitter del PSOE, abuelos ultracatólicos que sacan la mano a pasear y otras cosas peores, infierno genealógico, aquelarre de monstruos a los que habría ocultar el cambio de sexo y hasta la decisión de abortar -qué sabrán ellos-, gente que te odia, gente que no entiende tus problemas, gente de otra generación de la que te tienen que proteger el Gobierno, Irene Montero y Ángeles Rodríguez Pam, que son tu verdadera familia. 

«Claro que al principio del anuncio, el abuelo aparece como lo dibujan en la izquierda: el típico viejo reprimido, atrasado, neanderthal carpetovetónico de esa España rural. Y resulta que era un ‘aliade’»

Y cómo es que cuando Alberto siendo ya Ana sale del cuarto de baño-armario más pintado que una puerta, toda esa gente demoníaca sonríe, lo acepta y siguen con su vida. Porque cuando Alberto les va a dar la noticia de su querencia por el maquillaje, ya sabían de ella desde hace tiempo, probablemente desde que Alberto nació. La familia no es una suma de identidades, sino de intimidades, que cuando funciona, lo hace movida por el amor incondicional y ahí, ay amigo, salvo contadas excepciones, lo normal es que tu madre sepa quién eres antes que tú mismo lo sepas y te quiera seas quien seas, pase lo que pase y hagas lo que hagas.

Así que el personaje central del anuncio es el abuelo, que presenta ante los suyos al joven travestido, lo defiende, lo protege, lo comprende hasta el punto de que se viste con sus pinturas y prueba el tacto de su colorete y la raya de su rímel. Se mete en sus zapatos (de tacón), se hace él bellísimamente. Claro que al principio de la pieza, el abuelo aparece como lo dibujan en la izquierda: un hombre que se maquilla a escondidas, ya saben, el típico viejo reprimido, atrasado, neanderthal carpetovetónico de esa España rural, parroquiano de copa de brandy, palillo en la comisura y partida de dominó, un tipo que apesta a Farias, que va a los toros, que cuelga de la rama de un fresno a sus galgos cuando se hacen viejos, que come demasiada carne y que por supuesto vota a Vox, un hombre de mano larga que pega a su mujer, que cualquier día le va a cruzar la cara a ese nieto que le ha salido ‘maricón y le va a quitar el maquillaje a hostias. Y resulta que era un ‘aliade’.

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