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¿Se reduce nuestro vocabulario cuando hablamos más de una lengua?

Ser bilingüe está bien, pero hay determinadas situaciones en las que no es recomendable la incorporación de una segunda lengua en la vida de un menor

¿Se reduce nuestro vocabulario cuando hablamos más de una lengua?

Leonardo Toshiro Okubo | Unsplash

En el mundo globalizado en el que nos encontramos es habitual que nos preguntemos si los más pequeños deberían estudiar en centros escolares bilingües; si esto es realmente beneficioso para ellos; si la incorporación de una segunda o tercera lengua, según la comunidad en la que nos encontremos, debe hacerse desde edades tempranas…

Es evidente que conocer más de un idioma va a traer consigo ventajas, pero, realmente, ¿qué podemos encontrar detrás de esa estimulación multilingüe? ¿Los posibles beneficios se mantendrían a lo largo del tiempo? ¿Estos beneficios serían equivalentes cuando la lengua materna es el español o cualquier otra?

Madrid y Barcelona: dos escenarios lingüísticos

A pesar de la proliferación de colegios bilingües en inglés por toda la geografía española, la población madrileña se puede considerar, en principio, monolingüe, con el español como lengua materna; y la población barcelonesa bilingüe con el español y el catalán. En este contexto, se analizó una muestra de 184 informantes que se encontraban cursando 1º de ESO (12 años) o 1º de Bachillerato (16 años) y que presentaban el español como lengua materna independientemente de su procedencia (Madrid o Barcelona).

La pregunta que nos hicimos fue si se incrementaría el léxico español de los estudiantes que están inmersos en sistemas educativos bilingües. La respuesta a esta cuestión fue tajante: sí. Los adolescentes madrileños y barceloneses que confirmaban conocer una segunda lengua, diferente del inglés, o incluso una tercera, presentaron un vocabulario mayor que su grupo de pares hasta el punto de que fueron capaces de evocar casi cuatro palabras más que sus homólogos en distintas áreas temáticas en un análisis de disponibilidad léxica.

Por lo tanto, se pudo concluir que los estudiantes que conocen más idiomas van a presentar, de forma general, un mayor número de palabras en español como lengua materna que los que no los usan ni conocen.

Mejor vocabulario también en la segunda lengua

En otro estudio, de corte similar al anterior, que saldrá publicado próximamente en la revista Logos, se quiso averiguar si los resultados previamente expuestos se repetían, pero en esta ocasión sobre segundas lenguas. En este trabajo, se desarrolló una investigación que tomaba el inglés como segunda lengua.

De nuevo, los resultados fueron claros: la segunda lengua, al igual que la materna, se veía beneficiada por el conocimiento de otras. En este contexto, se trabajó la influencia de terceras lenguas sobre el inglés. Además, se pudo confirmar que este segundo idioma evoluciona de forma clara y lineal gracias a la instrucción. Tras cuatro años de formación, el alumnado terminó produciendo una media de cinco palabras más por área de conocimiento.

En la universidad también

Vistas las ventajas del conocimiento de segundas y terceras lenguas en secundaria y bachillerato en lo que respecta a la mejora del vocabulario, quisimos incluir la etapa universitaria en nuestra investigación. Es cada vez más habitual encontrar grados bilingües entre las titulaciones españolas y queríamos saber la influencia que estas podrían ejercer sobre la lengua materna.

Comparamos entonces a estudiantes, con el español como primera lengua, que cursaban un grado en español (grupo 1) con los que estudiaban en inglés (grupo 2). Los resultados de esta investigación siguen la estela de los anteriores. El grupo 2 (inglés) obtuvo una media de dos palabras más que los que lo hacían en español en cada uno de los temas evaluados.

Más beneficios y una advertencia

Las ventajas para lanzarse en brazos del bilingüismo son variadas: una mayor flexibilidad mental, una capacidad superior para resolver problemas; incluso puede resultar un factor de protección contra el alzhéimer (pudiéndolo retrasar hasta una media de 4,5 años).

Pero no podemos olvidar que hay determinadas situaciones en las que no es recomendable la incorporación de una segunda lengua. Algunas de las cuestiones que deberían atenderse antes de valorar esta posibilidad son si el menor ya presenta dificultades del lenguaje que pudieran agravarse, si existen dificultades en la fluidez verbal, o dificultades en la lectoescritura (como ocurre en la dislexia). En estos casos, la aproximación debe ser diferente. Por ejemplo, en la dislexia habría que hacer una enseñanza más centrada en la oralidad.

En cualquier caso, las ventajas, en general, superan a los inconvenientes; con excepción de situaciones concretas, la incorporación de segundas lenguas a nuestro formación es enriquecedora y una excelente herencia para las generaciones venideras.The Conversation

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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