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Una cadena de atentados dificulta el proceso de paz en el sur de Tailandia

Los hechos ocurrieron en las provincias de Songkhla, Narathiwat y Pattani, con saldo de dos guardias de seguridad y un soldado fallecidos. Uno de los ataques fue contra una base militar en el distrito de Nong Chik, en Pattani, en la cual se alojaba la mencionada delegación, que poco antes sostuvo conversaciones con líderes religiosos asociadas al diálogo de paz. Estos atentados, cuya autoría se desconoce, fueron los mayores desde agosto pasado cuando 14 bombas estallaron en seis provincias de Tailandia, incluidos los destinos turísticos de Phuket y Hua Hin, y causaron cuatro muertos y 35 heridos, entre ellos 10 extranjeros. Esos ataques fueron reivindicados semanas después por el Barasan Revolusi Nasional (BRN), el mayor grupo armado de rebeldes musulmanes que opera en el país. Los ataques con armas ligeras, asesinatos y atentados con explosivos se suceden casi a diario en las provincias de Pattani, Narathiwat y Yala, que ocupan el sur de Tailandia. Más de 6.500 personas han muerto en esta región de mayoría malaya y musulmana desde que el movimiento separatista reanudó la lucha armada en 2004, después de una década aletargado. Los insurgentes denuncian la discriminación que sufren por parte de la mayoría budista y exigen la creación de un Estado que integre a las citadas tres provincias, que configuraron el antiguo sultanato de Pattani y que Tailandia anexionó hace un siglo.

Una cadena de atentados dificulta el proceso de paz en el sur de Tailandia

Reuters

Varios ataques con bombas y tiroteos han causado tres muertos en el sur de Tailandia cerca de la base militar donde se alojaba una delegación para abordar el proceso de paz en esa región. El conflicto en el sur tailandés, que ha dejado más de 6.500 muertos desde 2004, está asociado a un reclamo de mayor autonomía y también a las desventajas socioeconómicas de esos territorios al comparar su situación con la del resto de la nación, de mayoría budista.

Los hechos ocurrieron en las provincias de Songkhla, Narathiwat y Pattani, con saldo de dos guardias de seguridad y un soldado fallecidos. Uno de los ataques fue contra una base militar en el distrito de Nong Chik, en Pattani, en la cual se alojaba la mencionada delegación, que poco antes sostuvo conversaciones con líderes religiosos asociadas al diálogo de paz. Estos atentados, cuya autoría se desconoce, fueron los mayores desde agosto pasado cuando 14 bombas estallaron en seis provincias de Tailandia, incluidos los destinos turísticos de Phuket y Hua Hin, y causaron cuatro muertos y 35 heridos, entre ellos 10 extranjeros. Esos ataques fueron reivindicados semanas después por el Barasan Revolusi Nasional (BRN), el mayor grupo armado de rebeldes musulmanes que opera en el país.

Los ataques con armas ligeras, asesinatos y atentados con explosivos se suceden casi a diario en las provincias de Pattani, Narathiwat y Yala, que ocupan el sur de Tailandia. Más de 6.500 personas han muerto en esta región de mayoría malaya y musulmana desde que el movimiento separatista reanudó la lucha armada en 2004, después de una década aletargado. Los insurgentes denuncian la discriminación que sufren por parte de la mayoría budista y exigen la creación de un Estado que integre a las citadas tres provincias, que configuraron el antiguo sultanato de Pattani y que Tailandia anexionó hace un siglo.

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