Lo primero que tenemos que hacer es limpiar los hígados y los corazones de pollo. Al tratarse de un producto de casquería, este paso es fundamental. Para la limpieza, lo más sencillo es ayudarnos de unas tijeras. Podemos empezar por los corazones, a los que simplemente tenemos que cortar la parte inferior de los mismos (la zona blanca). El resto, los hígados, vamos eliminando también la parte blanca (el tejido conectivo) y las zonas verdes (esta parte es lo que provoca que luego nuestro plato pueda tener un cierto sabor amargo). Una vez que tenemos nuestros higaditos y corazones de pollo limpios de impureza, procedemos a introducirlos en agua fría a la que hemos añadido un poco de vinagre. Dejamos en el agua durante unos 15 minutos y posteriormente los enjuagamos y secamos con un papel absorbente.
Una vez que tenemos perfectamente limpios nuestros higatos, procedemos a cortarlos en porciones de, más o menos, un bocado (los corazones los dejamos tal y como están). Salpimentamos y añadimos la harina, mezclando todo bien para que todos los hígados tengan una pequeña capa de harina.
Ponemos la cazuela al fuego (potencia máxima), añadimos unas tres cucharadas de aceite. Cuando el aceite esté caliente introducimos los higaditos y corazones, lo que queremos es que se doren y la cazuela empiece a tener esos restos de harina que luego permitirán tener una salsa un poco más espesa. Cuando estén dorados los trozos de carne, los sacamos de la cazuela y los reservamos.
Es el momento de la cebolla y el ajo. Cortamos la cebolla en juliana y los ajos al gusto (puede ser en láminas o en brunoise). Volvemos a calentar el aceite en el que hemos dorado los higaditos de pollo y añadimos, primero, la cebolla y, pasado un minuto, el ajo. Añadimos una pizca de sal y bajamos el fuego a medio bajo. La idea es dejar que la cebolla se poche a fuego lento, pero sin que se llegue a caramelizar. Pasados unos 10 minutos, estará en el punto que buscamos.
Volvemos a introducir los trozos de higaditos y corazones de pollo en la cazuela con la cebolla y el ajo. Removemos para mezclar todo bien y subimos el fuego al máximo. Cuando haya alcanzado la temperatura alta que buscamos, añadimos el vaso de vino. Dejamos que hierva durante un minuto y, en cuanto haya evaporado el alcohol, bajamos el fuego a medio bajo, tapamos y dejamos cocinar durante unos 10-15 minutos, hasta que la carne esté tierna y la salsa haya reducido a nuestro gusto.