Separa 25 g de las almendras y tuéstalas en una sartén sin aceite durante 3-4 minutos a fuego medio, removiendo para que no se quemen. Déjalas enfriar.
En un cazo, añade los 100 g restantes de almendras crudas, el azúcar moreno, el agua y una pizca de canela. Lleva a ebullición y deja hervir 1 minuto para que los sabores se integren.
Vierte el contenido del cazo junto con las almendras tostadas en el vaso de una batidora o trituradora potente. Tritura hasta obtener una mezcla cremosa y homogénea.
Pasa la mezcla a un recipiente amplio con tapa y colócala en el congelador durante unos 45 minutos.
Pasado ese tiempo, rasca con un tenedor la superficie del granizado. Vuelve a meter al congelador y repite este proceso cada hora, hasta que obtengas la textura deseada (pueden ser necesarias 3 o 4 veces).
Reparte el granizado en vasos individuales. Si lo deseas, añade algunos cubitos de hielo para prolongar su textura crujiente y mantenerlo frío durante más tiempo.