El mundo se deteriora poco a poco. Montañas gigantescas de residuos, emisiones tóxicas, deforestación… Son muchos los factores que aumentan el calentamiento global y ponen en riesgo nuestra salud y el futuro del planeta. Cada minuto se vende alrededor de un millón de bebidas cuyos recipientes están fabricados, principalmente, por plásticos. Esta enorme cantidad se suma a la de otros productos u objetos que contienen este material, superando los más de 350 millones de toneladas anualmente.
En este contexto, cada vez es mayor la apuesta por la economía circular, un nuevo modelo de producción y consumo que optimiza al máximo los recursos para garantizar un crecimiento responsable y sostenible. “Teniendo en cuenta que todo lo que genera la naturaleza es un recurso o alimento para otro ser vivo, la economía circular supone imitar este flujo cerrado donde no existe el desperdicio”, explican desde el Banco Santander.
Pero este modelo supone ir más allá de minimizar al máximo la producción de residuos. También es necesario mantener la utilidad de los materiales, reducir la extracción y el uso de recursos naturales, refabricar… “De esta manera el ciclo se va cerrando hasta lograr que se aprovechen los recursos una y otra vez para que el residuo sea el mínimo posible”. Se gasta menos, se contamina menos y se puede ahorrar más. A la larga, aplicar este sistema en el día a día no solo contribuirá al esfuerzo global por cuidar el planeta sino que, además, puede ser una excelente decisión para mejorar nuestra salud financiera.
La entidad explica la importancia de aplicar las siete ‘R’: rediseñar, reducir, reparar, reutilizar, recuperar, renovar y reciclar para proteger el planeta.
Rediseñar consiste en introducir la ecología en el diseño y la creación de productos, lo que actualmente se conoce como ecodiseño. Los productos son ideados y fabricados teniendo siempre en cuenta el medio ambiente y el impacto que pueden generar en él. Un producto rediseñado puede tener diversos usos en el tiempo, sin la necesidad de ser desechado, o simplemente ser reciclable en su totalidad.
Reducir la cantidad de productos que consumimos, con lo que gastaremos menos y, al mismo tiempo, generaremos menos desechos en el medio ambiente. Además, es una excelente forma de ahorrar. Este principio se puede aplicar desde en el consumo de agua, luz o gas, apagando los dispositivos o cortando el grifo cuando no estemos haciendo uso de ellos, hasta a la hora de decidir qué productos del supermercado comprar.
Reutilizar invita a preguntarse si un producto puede ser usado nuevamente, con el fin con el que fue creado u otro distinto. Dar una segunda oportunidad a los productos alarga su vida útil y evita gastar en otros nuevos que cumplen la misma función y generar desechos injustificados. Por qué no convertir envases de alimentos de cristal en tarros personalizados para guardar los bolígrafos; o transformar una prenda de ropa en paños para limpiar el hogar.
Reparar los productos que se deterioran, muestran fallos o dejan de funcionar, para así evitar comprar otros nuevos. Permite ahorrar, extiende la vida útil de las cosas y no genera residuos o basura extra.
Recuperar los materiales que anteriormente fueron usados y convertirlos en otros productos para reintroducirlos en la fabricación de cosas nuevas.
Renovar y actualizar el uso de objetos que consideramos antiguos pero que podrían seguir cumpliendo su función. Por ejemplo, restaurar y pintar una vieja lámpara o muebles antiguos.
Reciclar para transformar los desechos en materias primas que sirvan para la fabricación de nuevos productos. El reciclaje es fundamental para lograr alcanzar una economía circular que beneficie el medio ambiente, la comunidad y la salud financiera de las personas. Con el simple gesto de depositar cada residuo en su contenedor específico se reduce la emisión de gases y sustancias tóxicas, y su correcto tratamiento permitirá que se usen en la fabricación de nuevos productos.
Un ejemplo es la decisión de Banco Santander de reciclar las tarjetas de crédito y débito caducadas en mobiliario urbano, como bancos o papeleras. Además, la entidad anunció el año pasado el lanzamiento de las nuevas tarjetas sostenibles One Europe. Solo en España, ya se han emitido más de 2,3 millones de unidades y antes de finales de este año todas las tarjetas en España, Portugal, Polonia y Reino Unido se elaborarán con materiales sostenibles. De esta forma, evitará la emisión de más de 1.000 toneladas de CO₂ anuales y se reducirá el uso de plástico en 60 toneladas cada año.
También se ha fijado el reto de eliminar al 100% el plástico innecesario de un solo uso a finales de este año en sus oficinas y edificios corporativos; y que en 2025 el 100% de la electricidad que utiliza proceda de fuentes renovables en todos los países en los que está presente (en España ya ha alcanzado este objetivo y está al 60% a nivel global).
El grupo financiero tiene un firme compromiso con el desarrollo y el crecimiento sostenible. Desde hace años mide y analiza su propia huella de carbono, y ya en 2020 logró el objetivo de ser neutro en sus operaciones internas. Además, como miembro fundador de la Net Zero Banking Alliance, el año pasado anunció una detallada agenda para lograr las cero emisiones netas de carbono en 2050.
También ha sido la primera entidad financiera en España en recibir la certificación Residuo Cero de AENOR, que garantiza que en las instalaciones de su sede, en Boadilla del Monte (Madrid), el 90% de los residuos se reintroducen en la cadena de valor y este año ha renovado el certificado. Y en Santander Argentina trabaja junto a cooperativas recicladoras para gestionar los residuos generados en los edificios centrales y sucursales dentro de municipios con circuito de reciclaje.