El tabaquismo es una de las principales causas de enfermedades y muertes evitables en todo el mundo. Tal y como señalamos en THE OBJECTIVE hace unas semanas, la prevalencia del consumo diario de tabaco es de un 33,1% de las personas que han fumado tabaco a diario en los últimos 30 días, dato superior al registrado en el año 2020 (32,3%), según la última Encuesta Sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES), elaborada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Esta cifra coloca a España por encima de la media europea en cuanto a consumo de tabaco se refiere.
Por lo tanto, y a pesar de las numerosas campañas de concienciación y los esfuerzos para promover la cesación tabáquica, millones de personas continúan fumando. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un enfoque innovador, complementario a las políticas ya existentes de cesación y prevención del tabaquismo, para abordar esta situación: la reducción del daño gracias al uso de alternativas libres de combustión y de humo.
Misión: dejar atrás el humo del cigarrillo
El objetivo principal de la reducción del daño del tabaquismo es minimizar los riesgos para la salud asociados con el consumo de cigarrillos. Aunque la mejor opción que cualquier fumador puede tomar siempre es dejar de consumir tabaco y nicotina por completo, para aquellos fumadores adultos que aun sabiendo lo perjudicial del hábito no lo dejan, existen opciones alternativas basadas en ciencia.
Ahora bien, estas alternativas no están exentas de riesgo y su uso conlleva la inhalación de nicotina, que es adictiva, pero la ciencia avala que los niveles medios de sustancias tóxicas se reducen de manera significativa en comparación con el humo de los cigarrillos. Esto es posible gracias a que las alternativas libres de humo no queman, sino que solo calientan – tabaco, en el caso de los dispositivos de calentamiento de tabaco, o un líquido, en el caso de los cigarrillos electrónicos o vapers.
Por tanto, para este grupo de personas que de otra manera van a seguir fumando, existe una tercera vía: la reducción del daño a través del uso de alternativas con nicotina, pero sin combustión ni humo. Sin embargo, para que estas alternativas consigan reducir el daño a la población y, eventualmente tener un impacto en la salud pública, tiene que cumplir dos criterios: debe haberse demostrado científicamente que es significativamente menos nociva que los cigarrillos y debería ser suficientemente satisfactoria para los fumadores adultos.
¿Qué papel juega la nicotina?
Es común que las personas asocien erróneamente todos los peligros del tabaquismo a la nicotina[1]. Sin embargo, esta sustancia que se encuentra de manera natural en la hoja del tabaco no es la causa principal de las enfermedades relacionadas con fumar; aunque es adictiva y no está libre de riesgo.
De hecho, la nicotina es un componente clave en las estrategias de reducción del daño, y por eso encontramos que los dispositivos de calentamiento de tabaco y la mayoría de los cigarrillos electrónicos contienen nicotina. La nicotina es uno de los factores, junto con el sabor y el ritual, que desempeña un papel importante en el cambio de los fumadores adultos de los cigarrillos a las alternativas sin humo. Para cambiar por completo, los fumadores tienen que encontrar aceptables estos productos sustitutivos a los cigarrillos.
Por tanto, el principal problema no se encuentra en la nicotina, sino en el humo: la exposición a los elevados niveles de sustancias tóxicas emitidas en el humo del cigarrillo que el fumador inhala es la principal causa de las enfermedades asociadas a fumar. Cuando se enciende un cigarrillo, se desencadena un proceso de combustión y con cada calada llega a alcanzar temperaturas por encima de los 600ºC. Esto provoca la liberación de más de 6.000 sustancias químicas, de las cuales unas 100 han sido identificadas por expertos en salud pública como nocivas o potencialmente nocivas.
En definitiva, existe la posibilidad de ayudar a combatir el impacto que genera el tabaquismo en la salud pública si conseguimos complementar las estrategias existentes de prevención y cesación con un enfoque de reducción del daño, que favorezca que los fumadores adultos que de otra forma continuarían fumando cambien a mejores alternativas, revirtiéndolo eventualmente en un impacto en la salud pública. Por ello es esencial proporcionar a los fumadores adultos información veraz basada en evidencia científica que les permita tomar decisiones informadas.
[1] La nicotina es una sustancia adictiva presente de manera natural en la hoja de tabaco. Aunque no es la principal causa de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar, no es inocua y está contraindicada para determinados perfiles (menores, embarazadas, lactantes, diabéticos, personas con hipertensión o insuficiencias cardiacas).