«No lo encajé nada bien porque quería ser mamá. La pérdida del útero era una cosa que me quitaba todas las posibilidades». Así explica Alejandra Mesa cómo se sintió al tener que enfrentarse por primera vez con 25 años a la aparición de miomas en su útero. Los miomas son tumores benignos que se localizan en el tejido muscular del útero. Según su localización se pueden clasificar en submucosos, intramurales o subserosos. Solo aparecen en la edad reproductiva y son muy comunes: hasta una de cada dos mujeres puede desarrollar miomas a lo largo de su vida, pero no tienen por qué imposibilitar la gestación. «El mioma es al útero lo que una peca a la piel», resume la doctora Laura Pineda Domínguez, ginecóloga adjunta en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
El doctor Manuel Albi González, jefe de departamento de Ginecología y Obstetricia de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y La Luz, pertenecientes al grupo Quirónsalud, señala que «los miomas son tremendamente frecuentes. La inmensa mayoría no producen síntomas. Un porcentaje muy elevado se han descubierto de forma causal, por una exploración».
En ocasiones, estos miomas empiezan a producir síntomas. El principal: el sangrado menstrual abundante o anormal seguido del dolor.
El tratamiento del mioma está dirigido a eliminar sus síntomas. Si no hay síntomas, los miomas no se tratan, «los tratamientos los podemos dividir en dos: médico o quirúrgico. El primero sería dar medicación par que deje de producir síntomas. El tratamiento quirúrgico lo dividimos en dos grupos: el orientado a destruir el mioma o el orientado a extirparlo bien de forma aislada o con todo el útero (histerectomía)», señala el doctor Albi.
Cuando el mioma se localiza en la cavidad del útero (mioma submucoso) suele ser sintomático y además podría dificultar la gestación, por lo que generalmente se recomienda su extirpación, incluso en las mujeres con miomas submucosos asintomáticos con deseo gestacional estaría indicada su exéresis. Es la excepción a la norma general de que los miomas asintomáticos no deben de ser tratados, esa cirugía se realiza por histeroscopia. Se trata de una intervención menor consistente en introducir una cámara a través del cuello del útero. «Mediante la cámara, a través de la cavidad uterina, con un pequeño bisturí, vamos recortando el mioma hasta que lo extirpamos o bien lo troceamos, lo sacamos y esa cavidad queda otra vez normalizada», explica la doctora Pineda.
Cuando es necesario extirpar un mioma intramural o subseroso se hace bien por laparoscopia o bien por cirugía convencional (laparotomía). Es una operación segura que, no obstante, tiene ciertos riesgos. Una complicación podría obligar a tener extirpar el útero de la paciente. «La posibilidad de que me quitaran el útero lo llevaba muy mal. Estuve muy nerviosa», afirma Alejandra antes de su primera operación.
Esa primera operación salió bien. Sin embargo, al cabo de unos años, le comunican que los miomas han vuelto a crecer y que la tienen que volver a intervenir, aunque eso no evitó que Alejandra se quedara embaraza en hasta dos ocasiones. «Yo pensaba que solo iba a poder tener un hijo y demasiado que iba a tener uno, y de repente, me vuelvo a quedar embarazada», afirma.
Embarazo y útero miomatoso: menos de un 10% de complicaciones
«La asociación entre embarazo y útero miomatoso es muy frecuente y la mayoría de embarazos transcurre de forma normal. Las complicaciones no son frecuentes. De hecho, no llegan al 10% y eso no debe interferir la búsqueda de un deseo gestacional», advierte la doctora Raquel Senosiain, ginecóloga adjunta en los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y La Luz.
Cuando el mioma es submucoso, explica la doctora comparándolo con el hueso de un aguacate, «lo que importa realmente es la localización. Interfiere y dificulta el entorno donde se va a localizar el embrión».
«El tratamiento hay que individualizarlo caso a caso. Cada uno de los casos de mujeres con miomas es diferente. Tenemos suficiente arsenal terapéutico y podemos hacer compatibles deseo genésico y tratamiento adecuado del mioma», expone el doctor Albi.
Alejandra, de hecho, ha sido madre en hasta dos ocasiones. Sin embargo, tras el segundo embarazo, los miomas siguieron creciendo y al cabo de un año, los médicos le recomendaron una nueva cirugía, en este caso, para extirparle el útero. Los doctores no estaban seguros de que los miomas fueran realmente benignos, sino sarcomas.
«Los sarcomas son tumores malignos y, habitualmente, de elevada malignidad. Siempre que tenemos un mioma delante, cualquier ginecólogo se hace la pregunta: ¿Esto no será un sarcoma?», destaca.
La única manera de saber al 100% si el tumor es benigno o maligno es consultar al microscopio. «Es absolutamente infrecuente cuando lo esperable era que fuera un mioma», destaca.
A Alejandra, finalmente, tuvieron que extirparle el útero, aunque ya había cumplido su deseo de ser madre. «Cuando me extirpan el útero, emocionalmente me afectó, pero la vida era normal. Lo único que ya no tenía menstruaciones, pero tenía mi síndrome premenstrual y mi vida es una vida perfectamente normal», asevera.
«He visto situaciones insólitas que me han demostrado que la biología ocasionalmente es mucho más sabia de lo que nosotros podemos adelantar. A mí me costaría mucho decir a una mujer que tiene un útero miomatoso que no lo intente si quiere quedarse embarazada», afirma la doctora Senosiain.
«Yo dije: esto lo tengo que conseguir, porque tengo un buen médico detrás y porque lo voy a conseguir. Y finalmente, salió bien», concluye Alejandra.