Milagros cumplió el pasado mes de mayo 89 años. Hasta hoy, mientras viaja con su nieto camino de la casa que la familia comparte en la costa murciana, no había oído hablar de los combustibles renovables.
«Explícame otra vez eso de que se producen con aceite de cocina usado». Pregunta a Miguel, que acaba de llenar el depósito de su vehículo con diésel 100% renovable en una estación de servicio de Repsol, donde tenían prevista su primera parada.
Es su primer viaje al volante tras obtener el carné de conducir y Miguel está entusiasmado de emprenderlo en compañía de su abuela, de cuyas fascinantes experiencias vitales apenas puede disfrutar en solitario.
Así que se ha planteado el viaje como una especie de road trip iniciático, tipo Thelma y Louise, pero cambiando la Ruta 66 por la patria Autopista de Levante. Entre las muchas conversaciones que surgen durante el trayecto, Milagros muestra un especial interés cuando su nieto, representante de una generación que no conoció el mundo sin internet, le explica que el coche que les transporta se impulsa con combustible producido 100% con residuos orgánicos.
Miguel habla de esa economía circular que Milagros desconoce a pesar de haberla aplicado de forma inconsciente durante toda su vida. En un intento por explicar ese modelo de producción y consumo, su nieto le cuenta que ahora el aceite de cocina usado puede tener una segunda vida y transformarse en combustible renovable mediante un proceso químico fruto de años de investigación y desarrollo.
Milagros, para quien optimizar recursos y minimizar residuos era una condición básica de supervivencia, habla entonces a su nieto de las «croquetas de aprovechamiento» que tanto le gustan y que ella siempre prepara con los restos de guisos de pescado o carne de esas reuniones familiares en las que siempre sobra comida.
Es entonces Miguel el que escucha sin perder detalle y toma conciencia de que esas prácticas de aprovechamiento y de reutilización han estado presentes desde hace muchos años en su hogar. «Teníamos que apañarnos con lo que había», explica la abuela. «En mi casa no se tiraba nada (…) nosotras también usábamos el aceite usado, pero para fabricar jabón y en las tiendas te daban 3 pesetas por devolver las botellas de cristal, los cascos», narra a Miguel.
Cuando llegan a Cartagena, Miguel decide hacer una pequeña parada para enseñar a su abuela desde el coche su lugar de trabajo. Se trata de la primera planta de producción a gran escala de combustibles renovables de la Península Ibérica. Miguel, está realizando en Repsol las prácticas de su carrera de Química y le explica orgulloso que la planta tiene capacidad para fabricar 250.000 toneladas anuales de combustibles renovables.
Sin acabar de entender muy bien de qué manera se puede fabricar diésel renovable con residuos orgánicos, Milagros sonríe a su nieto mientras piensa «cómo han cambiado los tiempos».
«Para ser conductor de primera…»
Estos combustibles, disponibles ya en 300 estaciones de servicio de Repsol en la Península Ibérica y en 600 antes de que acabe el año, suponen una nueva alternativa para la movilidad, que reinventa lo cotidiano y lo transforma para que sigamos disfrutando del viaje.
Aquella generación que cursó la EGB recordará la emblemática canción que se cantaba en los autobuses de las excursiones escolares: «Para ser conductor de primera, acelera, acelera. Miguel ha escuchado una y mil veces a sus padres tararearla en sus viajes veraniegos durante su infancia. Ahora, él podrá cambiar la letra y decir: «para ser conductor de primera, aprovecha, aprovecha».