En plena Costa Blanca de Alicante, en el municipio de Villajoyosa, se encuentra una de las fábricas más dulces y emblemáticas de España: Chocolates Valor. Con más de 140 años de historia, esta empresa familiar ha sabido convertir su pasión por el chocolate en un símbolo de tradición, innovación y éxito empresarial. Pero lo que realmente impulsa a Chocolates Valor no es solo su producto, sino las historias humanas que lo hacen posible.
En esta nueva entrega de ‘La Fuerza Invisible’, proyecto promovido por el Instituto de Empresa Familiar, el tenor José Manuel Zapata viaja hasta la sede de la compañía chocolatera en la que Valor conjuga pasión, familia y tradición en cada tableta.
Desde finales del siglo XIX, la familia López ha llevado el chocolate a los hogares españoles. Lo que comenzó con un bisabuelo chocolatero que lo preparaba a domicilio para celebraciones, hoy es una empresa con más de 700 empleados y presencia en múltiples mercados internacionales.
Pedro López, presidente ejecutivo de la compañía, recuerda con orgullo la influencia de su familia en su vida: «Nuestro bisabuelo era chocolatero a domicilio. Nos guiaron a seguir el camino y desde arriba nos siguen empujando».
Los pilares fundamentales de Valor son la pasión, la prudencia económica y la estima. «No hablo solo de la estima y respeto interfamiliar, sino también con el personal e incluso con los competidores». «Trabajar en el chocolate es un placer, luego disfrutemos de ello», destaca López. Esta filosofía de trabajo ha sido clave en la solidez y la expansión de la empresa, donde el respeto y la colaboración son valores esenciales.
En la fábrica, cada empleado es parte de una gran familia. «Somos 700 personas, 700 responsabilidades», menciona Pedro. La competitividad y la rentabilidad son muy importantes para seguir en el mercado, y además lo que realmente impulsa a esta empresa es la pasión y el compromiso de su gente. «Intento conocer a todos por su nombre, porque somos personas y llegas más al corazón», añade.
Innovación y resiliencia: la clave del éxito
Lejos de conformarse con el legado familiar, Chocolates Valor ha sido pionero en su sector. Su apuesta por los chocolates negros con mucho cacao en los años 60, cuando la tendencia del mercado en crisis era reducir calidades, así como por las chocolaterías en los 80 o el sin azúcar en los 90, marcó la diferencia. «La generación de mi padre fue completamente a contracorriente: propuso tabletas grandes, unas onzas características que mantenemos y con la mejor pureza que sabía alcanzar», relata Pedro. El proceso es el mismo, con la lógica aplicación de los avances tecnológicos en tostado, molienda, refinado, conchaje y moldeo, que conllevan aún un mayor disfrute…
La firma, también cuenta con 35 chocolaterías, verdaderos lugares donde disfrutar del chocolate en todas sus vertientes: «tener una taza delante, es algo muy especial, cuando se habla de chocolate, a la gente se le ilumina la sonrisa, provoca buenos momentos, momentos de placer».
El mercado del chocolate es altamente competitivo, con grandes y muy buenas multinacionales dominando el sector. Sin embargo, la empresa ha sabido mantener su esencia y destacar por su calidad. «No es fácil. Muchos dicen que el chocolate se vende solo, pero cuando compartes mercado con gigantes de la industria todos los días, y el cliente aprecia tanto la calidad, el reto de mejora es constante», reconoce Antonio Herrero, Kam de la compañía.
Más allá del chocolate: la familia y el futuro
El Consejo de Familia de la empresa juega un papel clave en la futura evolución de Chocolates Valor. Su misión no es solo supervisar y actualizar el protocolo familiar y mantener viva la relación Familia/Empresa, sino también formar a las nuevas generaciones. «En las empresas familiares, la gestión se puede delegar, pero en el Consejo es importante que haya Familia bien formada», explica Jose Cuesta, presidente del Consejo de Familia.
Al preguntarle a Jose por sus hijos y su ilusión por la empresa, responde con una sonrisa: «Son muy espabilados, tienen buen gusto y les encanta el chocolate. Tienen todos los requisitos para sumarse a la causa».
En Villajoyosa, la presencia de Chocolates Valor es más que empresarial; es social y cultural. «Aquí hemos crecido juntos, como una gran familia», comenta una empleada de la fábrica. Cuando se le pregunta sobre el impacto de la empresa en el pueblo, una de las trabajadoras más veteranas responde sin dudarlo: «Hace una labor social muy grande. La ha hecho durante mucho tiempo».