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La enfermedad de los extremos emocionales: claves para entender el trastorno bipolar

La enfermedad de los extremos emocionales: claves para entender el trastorno bipolar

A veces, la mente humana se mueve en extremos difíciles de comprender: días en los que el mundo parece brillar con una intensidad cegadora, seguidos de otros en los que todo se torna gris, inmóvil, sin sentido. Así transcurre la vida de muchas personas que padecen trastorno bipolar, una enfermedad mental que, en su forma más grave, tiene una prevalencia estimada entre el 0,5 y el 1,6% de la población, pero que puede afectar a hasta un 3% de las personas en algún momento de sus vidas.

El doctor José Ángel Alcalá, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Quirónsalud Córdoba y del Centro Médico Quirónsalud Jaén, explica que se trata de una afección crónica y recurrente «que puede limitar considerablemente la funcionalidad del paciente, su vida diaria y sus relaciones personales». El estado de ánimo puede fluctuar entre dos polos opuestos: la manía y la depresión, alteraciones que tienen un profundo impacto tanto en la persona que lo sufre como en su entorno.

Síntomas: entre la euforia y la tristeza extrema

Las fases maníacas suelen caracterizarse por una sensación intensa de euforia, expansividad o irritabilidad, acompañadas de síntomas como autoestima exagerada, habla acelerada, impulsividad, hiperactividad y distracción constante. En contraste, las fases depresivas se manifiestan con tristeza profunda, pérdida de interés, pensamiento enlentecido, insomnio, ansiedad e incluso ideas suicidas. En los casos más graves, pueden presentarse síntomas psicóticos que reflejan el estado anímico predominante.

Además de la complejidad de sus síntomas, esta enfermedad suele debutar en dos momentos clave de la vida: entre los 28 y 44 años, o en la adolescencia y primeros años de la adultez (de los 18 a los 25 años). A partir de los 50 años, el riesgo de aparición disminuye, salvo en casos donde intervienen factores secundarios como ciertos medicamentos u otras enfermedades.

Doctor José Ángel Alcalá, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Quirónsalud Córdoba y del Centro Médico Quirónsalud Jaén.

El Dr. Alcalá destaca que el diagnóstico exige un completo estudio clínico que incluya al paciente y a familiares cercanos, así que pueden ser necesarias varias entrevistas para poder realizar una evaluación completa. A veces es útil realizar algún cuestionario de detección sistemática de posibles síntomas de la enfermedad, «fundamentalmente porque parte del diagnóstico clínico como el aumento de la actividad o la energía, si no es intenso, puede ser considerado como positivo y no patológico».

Por otro lado, las mujeres presentan con mayor frecuencia episodios depresivos al inicio del trastorno, más recaídas y una respuesta al tratamiento menos favorable. En los hombres, por el contrario, la enfermedad suele comenzar a una edad más temprana. Para diagnosticar el trastorno bipolar, los especialistas recomiendan una evaluación clínica completa que incluya al paciente y sus familiares más cercanos, dado que algunas manifestaciones pueden pasar desapercibidas si no se contextualizan adecuadamente.

Factores desencadenantes y comorbilidades

Aunque el origen exacto del trastorno aún se estudia, la evidencia actual apunta a una interacción entre predisposición genética y factores ambientales adversos. Problemas económicos, familiares, psicológicos, cambios en los ritmos de sueño y consumo de sustancias tóxicas pueden desencadenar episodios en personas vulnerables.

Además, el trastorno bipolar suele coexistir con otros problemas psiquiátricos como la ansiedad, trastornos de personalidad o consumo de sustancias, lo que incrementa el riesgo de autolesiones. También hay una mayor incidencia de problemas médicos generales como migrañas, hipertensión, enfermedades tiroideas, obesidad, tabaquismo y dolencias pulmonares.

El tratamiento principal es farmacológico, unido a otras intervenciones como psicoeducación, terapia individual de tipo cognitivo-conductual y terapia familiar. En cuanto a los fármacos, existen dos grandes grupos, eutimizantes, que intentan proteger de estas fluctuaciones del estado de ánimo, por ejemplo, el litio. Y antipsicóticos, que suelen actuar en la fase maníaca de la enfermedad, como el aripiprazol, y en la fase depresiva, como la quetiapina. A estos se suman terapias psicoeducativas, intervenciones cognitivo-conductuales y tratamiento familiar, todos esenciales para el manejo eficaz y la prevención de recaídas.