En 1772, en El Puerto de Santa María, Cádiz, un comerciante inglés llamado Thomas Osborne Mann decidió cambiar el rumbo de su vida. Vino a cobrar una deuda, pero terminó quedándose. «Se enamoró del negocio del vino, se casó con una señora y se quedó aquí», recuerda hoy Tomás Osborne, sexta generación de la familia. Esa decisión fue el inicio de una de las empresas familiares más longevas del mundo: Osborne.
El proyecto ‘La Fuerza Invisible’, promovido por el Instituto de la Empresa Familiar, tiene como objetivo contar en vídeo historias empresariales peculiares que permitan transmitir a la sociedad los valores de constancia y superación, así como la capacidad de innovación. En definitiva, la fuerza invisible que mueve cada día el país y lo hace progresar. En esta entrega, el tenor José Manuel Zapata viaja hasta El Puerto de Santa María (Cádiz) y Jabugo (Huelva), donde la compañía tiene su sede y su explotación de ibéricos Cinco Jotas.
Osborne comenzó como una pequeña bodega dedicada al vino de Jerez. Lo que parecía una aventura comercial puntual se convirtió en un legado que ha sobrevivido más de 250 años y ocho generaciones. «Han pasado 250 años, ocho generaciones… y esto se dice pronto», subraya Tomás Osborne.
La compañía ha sabido combinar la tradición vinícola con la capacidad de adaptarse a los tiempos, diversificando sus productos y expandiéndose internacionalmente.
El toro de Osborne, de publicidad a icono
En el siglo XX, Osborne lanzó una campaña publicitaria que marcaría la cultura española: el Toro de Osborne. Nacido para anunciar el brandy Veterano en las carreteras, el animal negro de silueta imponente terminó convertido en símbolo nacional.
«¿Qué serían las carreteras de este país sin el Toro de Osborne? Representa recuerdos, representa a España», dice con orgullo Tomás Osborne. Aunque las leyes llegaron a prohibir la publicidad en carretera, la empresa logró que el toro se mantuviera gracias a la presión social y a una batalla legal que acabó en victoria.
Una fundación para mirar al futuro
Hoy, el emprendimiento de Osborne no solo se mide en cifras, sino en compromiso social. La Fundación Osborne forma a jóvenes desempleados en hostelería y restauración, facilitando su entrada al mercado laboral.
Sofía Osborne, actual presidenta, encarna la continuidad de un proyecto familiar que ha sabido reinventarse sin perder su esencia. «Somos custodios de esta compañía… las personas estamos de paso, pero las empresas deben de permanecer y pasar de generación en generación», asegura.
Su liderazgo, dice, se basa en las personas: «Muchos han dado su vida por esta empresa. Queremos que los accionistas se sientan orgullosos y que sigamos andando hacia adelante».
Aunque el origen está en el vino de Jerez, la compañía dio un paso clave en los años 70 y 80: la diversificación. Montecillo, Anís del Mono o el jamón ibérico Cinco Jotas en Jabugo son hoy marcas reconocidas bajo el paraguas de Osborne.
El negocio de los ibéricos se ha convertido en una de sus joyas. «El mejor embajador es una loncha de jamón. Mi trabajo es sencillo: ir por ahí con una pata de Cinco Jotas debajo del brazo», resume gráficamente un directivo.
Tradición y sostenibilidad
La empresa ha mantenido la forma artesanal de trabajar, tanto en el vino como en el jamón, apostando por la sostenibilidad desde mucho antes de que existiera el término. «Hemos sido sostenibles toda la vida sin saber cómo se llamaba lo que hacíamos», explican desde la compañía.
Osborne es hoy mucho más que una marca. Es una de las cien empresas más longevas de España como resultado de un emprendimiento familiar que ha sabido combinar tradición y modernidad, empresa y cultura, pasado y futuro. Un legado que, 250 años después, sigue escribiéndose en Cádiz, en Jabugo y en cada carretera que aún conserva esa silueta de su ya mítico toro.