Cuando hablamos de riesgo cardiovascular solemos pensar en el colesterol, la presión alta, la diabetes o el tabaquismo. Sin embargo, hay un factor menos conocido que empieza a captar la atención de los especialistas: la lipoproteína (a), también llamada Lp(a).
Se trata de una partícula de grasa y proteína que circula en la sangre y que, cuando está en niveles elevados, aumenta significativamente la probabilidad de sufrir infartos, ictus y problemas cardiovasculares.
La doctora Isabel Rivera, del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario La Luz, lo resume de manera clara: «La lipoproteína (a) se sintetiza a nivel hepático y su concentración está determinada principalmente por factores genéticos, lo que limita el impacto de cambios en el estilo de vida, como la dieta y el ejercicio, en sus niveles. Aproximadamente una de cada cinco personas puede tenerla elevada».
¿Por qué es importante medirla?
Mientras que el colesterol «malo» (LDL) puede controlarse con alimentación, ejercicio o fármacos, la Lp(a) no responde a esas medidas, no obstante, los cardiólogos recomiendan analizarla al menos una vez en la vida, sobre todo en quienes tienen antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares o en personas con un evento cardiovascular precoz o sin factores de riesgo aparentes y en aquellos con familiares que tengan la Lp(a) elevada.

Los valores normales de lipoproteína(a) o Lp(a) son aquellos por debajo de 30 mg/dL, lo que se considera de bajo riesgo cardiovascular, aunque los rangos pueden variar entre laboratorios. La doctora advierte: «Un aumento de más de 10 mg/dL incrementa el riesgo de infarto en más de un 10%. Además, niveles superiores a 90 mg/dL triplican el riesgo de padecer procesos cardiovasculares. En otras palabras: aunque alguien tenga el colesterol controlado y lleve una vida saludable, una Lp(a) elevada puede seguir representando un peligro.
Diversos estudios internacionales han mostrado que la Lp(a) puede multiplicar entre 1,5 y 3 veces el riesgo de sufrir un evento cardiovascular. No solo está relacionada con infartos o ictus, también con aterosclerosis y enfermedad vascular periférica.
¿Se puede tratar?
Por ahora no existe un fármaco específico que reduzca la Lp(a). Algunos medicamentos, como los inhibidores de la PCSK9, logran bajarla un poco, pero no lo suficiente. El futuro, sin embargo, es alentador: «Hay cinco estudios en marcha con nuevas terapias que podrían contribuir a disminuir la lipoproteína (a) y reducir el riesgo cardiovascular asociado», explica la Dra. Rivera.
Entre esas terapias están los llamados medicamentos de silenciamiento génico, capaces de reducir más del 80% los niveles de Lp(a) en ensayos clínicos preliminares. Se espera que en pocos años puedan llegar al mercado.
Una llamada a la prevención
El mensaje de la cardióloga del Hospital Universitario La Luz es claro: aunque todavía no haya un tratamiento específico, conocer los niveles de Lp(a) puede salvar vidas. Detectarla permite vigilar más de cerca al paciente e intensificar el control de los factores de riesgo modificables: tabaco, presión arterial, diabetes, obesidad.
Como concluye la especialista, la lipoproteína (a) es un enemigo silencioso, pero no invisible. Analizarla a tiempo puede marcar la diferencia entre la prevención y un evento cardiovascular inesperado.