En Aranda de Duero (Burgos) se levanta una fábrica que lleva medio siglo formando parte de la vida de muchas familias españolas: Pascual. Lo que empezó como una pequeña aventura familiar se ha convertido en una empresa que sigue defendiendo el mismo mensaje de siempre: cuidar a las personas, a los animales y al entorno.
El proyecto ‘La Fuerza Invisible’, promovido por el Instituto de la Empresa Familiar, tiene como objetivo contar en vídeo historias empresariales peculiares que permitan transmitir a la sociedad los valores de constancia y superación, así como la capacidad de innovación. En definitiva, la fuerza invisible que mueve cada día el país y lo hace progresar. En esta entrega, el tenor José Manuel Zapata viaja hasta Aranda de Duero, donde la compañía tiene su sede.
Para Pascual, una de sus señas de identidad es el respeto a los animales. «Se cuida la vaca desde el primer momento para que no se enferme, se le da todos los cuidados y las atenciones necesarias», explica Chus, una de las veterinarias de la empresa.
«Al final ellas nos dan también lo mejor a nosotros», resume. Y es que, en Pascual, las vacas escuchan música, descansan a sus anchas y hasta tienen nombre. «La mía se llama Chus, una ternerita que bautizamos hace poco», cuenta. Todo ello influye y permite una mejor calidad del producto, en este caso, de la leche que nos llega en cada brick.
La historia de Pascual no nació en una oficina, sino dentro de una modesta familia de emprendedores. Lo recuerda Tomás Pascual Gómez-Cuétara, presidente e hijo del fundador: «Mi padre nació en una familia humilde y trabajadora. De pequeño dormía en una cesta de fruta. Eso te imprime carácter». Su primer trabajo fue servir cafés, y su primer empleado, cuenta con humor, «lo contrató cuando él tenía nueve años y el otro cinco».
Pero este fundador fue un visionario. Cuando descubrió que la leche pasteurizada solo duraba dos días, buscó una solución que rompiera las reglas del momento. «Viajó, investigó y se topó con la uperización, que permitía mantener el sabor eliminando las bacterias. Luego llegó el tetrabrik, y todo cambió», relata su hijo. Aquel invento permitió llevar la leche a todos los rincones del país y marcó un antes y un después en la industria alimentaria española.
La innovación, sin embargo, no se detuvo ahí. La nueva generación ha tomado el relevo con proyectos tan curiosos como una cerveza elaborada con pan que se iba a desperdiciar. «No es una cerveza cualquiera. Sustituimos parte de la malta por pan. Es nuestra forma de luchar contra el desperdicio alimentario», explica Gabriel Torres Pascual, director de Pascual Innoventures.
Pascual Innoventures es un laboratorio de ideas que impulsa startups centradas en los desafíos del futuro. «Queremos trabajar por los retos de la alimentación del futuro, por la sostenibilidad y por la salud», cuenta Gabriel. El gran reto es la sostenibilidad, y su visión es clara: hacer que la tecnología y el propósito caminen juntos para crear una alimentación más justa y responsable.
Pero si algo define a Pascual es la humanidad. «Una empresa vale lo que valen sus personas. Mi padre tenía clarísimo que él no podía hacer nada sin su equipo. Se quería rodear de gente mejor que él. Eso es generosidad», explican Sonia y Pilar Pascual, consejeras del Grupo Pascual e hijas del fundador.
El legado sigue vivo. La fuerza invisible de Pascual no está en sus máquinas ni en sus cifras, sino en su gente. En esas vacas felices, en esos trabajadores que sonríen, y en una familia que, tres generaciones después, sigue demostrando que los negocios con corazón pueden durar toda la vida.
