En los últimos años, nuestra vida digital ha avanzado a tal velocidad que comprar un regalo, reservar un apartamento o gestionar los pagos de un pequeño negocio se hace casi de manera automática. Ese gesto que repetimos sin pensar —abrir una pestaña, pulsar «pagar», confiar en una foto— ha convertido a millones de personas en blancos fáciles para un tipo de delincuencia silenciosa, sofisticada y cada vez más cotidiana.
Lo que muchos desconocen es que gran parte de estos fraudes podrían evitarse con hábitos sencillos, casi reflejos, que no requieren conocimientos técnicos ni grandes inversiones, solo un cambio de atención.
El espejismo de las ofertas perfectas
En el terreno de las compras online, los estafadores han aprendido a jugar con nuestras emociones mejor que cualquier vendedor tradicional. Aprovechan los momentos de urgencia —un regalo de última hora, un producto agotado, un descuento fugaz— para colar webs que imitan a las reales, anuncios en redes sin referencias o tiendas que desaparecen una vez reciben el pago.
La escena suele repetirse: el comprador ve un precio inmejorable, detecta un producto que llevaba semanas buscando y siente ese impulso que precede al clic. Pero es justo ahí donde se activa la diferencia entre una compra segura y un timo. Un vistazo rápido a las reseñas, a la política de devoluciones o a los datos de contacto puede desmontar o confirmar la seriedad de una página. También ayuda fijarse en la barra del navegador: la presencia del candado y el https no son un detalle técnico, sino una medida mínima de seguridad.
Alojamientos que existen solo en las fotos
Las reservas y los alquileres vacacionales se han convertido en el nuevo paraíso de los estafadores. La disponibilidad limitada y la presión por encontrar alojamiento a buen precio hacen que muchos viajeros, y especialmente estudiantes que se trasladan al extranjero, acepten condiciones que deberían levantar sospechas desde el primer mensaje.
El fraude suele empezar con imágenes perfectas, textos cuidados y un interlocutor aparentemente amable. Las fotos, sin embargo, pueden pertenecer a viviendas reales sacadas de portales oficiales, pero sin relación alguna con quien las anuncia. Cuando las prisas apremian, la tentación de cerrar el trato aumenta.
Y ahí llega la trampa: el supuesto propietario pide que el pago se realice fuera de la plataforma, a través de una transferencia directa o un Bizum, bajo la promesa de «reservarlo antes de que otro lo tome». Ese movimiento —solo ese— debería bastar para descartar la operación.
Las plataformas legítimas funcionan como intermediarios, retienen el pago y garantizan un mínimo de verificación. Cuando uno se sale de ese circuito, entra en terreno donde la protección desaparece y donde, una vez enviado el dinero, los estafadores se desvanecen sin dejar rastro.

El talón de Aquiles de los pequeños negocios
Si para el usuario común los timos se camuflan en ofertas o alojamientos, en los pequeños negocios adquieren una forma mucho más burocrática: facturas falsas, suplantación de proveedores o correos que imitan a bancos y administraciones con una precisión casi quirúrgica.
Los ciberdelincuentes estudian los patrones de comunicación de una empresa, replican logos, formas de escribir y hasta los horarios habituales. Un día envían un correo indicando un cambio en el número de cuenta del proveedor. Otro, notifican supuestos «pagos pendientes» adjuntando un archivo que contiene un virus. En organizaciones pequeñas, donde las tareas contables suelen recaer en pocas personas y los controles internos son más laxos, estos engaños se cuelan con facilidad.
La prevención no es un muro tecnológico, sino una serie de hábitos cotidianos: no abrir enlaces que generan dudas, verificar por un segundo canal cualquier información sensible, mantener los dispositivos actualizados y activar métodos de doble verificación siempre que sea posible.
Son acciones discretas, casi invisibles, pero que construyen una barrera eficaz contra la mayoría de los fraudes en circulación.
Esta información forma parte del programa de educación financiera de Ibercaja en colaboración con Funcas. Cultura financiera para todos. Más información en fundacionibercaja.es/educacionfinanciera.
