No estamos para caramelos ni para fiestas: toques de queda aquí y allá, mascarillas, distancia social. No habrá Halloween a lo grande, en la calle y de puerta en puerta, como otros años, pero lo disfrutaremos a nuestra manera, que no decaiga el ánimo: apetece ponerse cómodo, ponerse en ambiente, disfrutar con el miedo, descubrir nuevos mundos. Así que aquí está –ya llegó– una lista de películas que no es una lista más: es cine español que te pondrá la piel de gallina y desafiará tu resistencia. Pronto vendrás para agradecernos las revelaciones. Buceando en el catálogo de FlixOlé, que se ha vestido de calabaza para la ocasión, hemos reunido siete títulos de terror esenciales. Vamos allá.
El cebo
Ladislao Vajda, 1958
¿La película cumbre de Ladislao Vajda? Este título del 58 llegó después de Mi tío Jacinto –recomendación expresa de Maria José Revaldería, directora de FlixOlé– y de Un ángel pasó por Broadway y bebe a conciencia del clásico de Lang –inspirado en la historia de un asesino en serie– llamado M, el vampiro de Düsseldorf. Con El cebo damos con una película sobrecogedora, muy negra pese a la luz del día, con el hallazgo del cuerpo de una niña como premisa. El cebo, no revelaremos por qué, tiene mucho sentido como título.
¿Quién puede matar a un niño?
Chicho Ibáñez Serrador, 1976
Dijo Rodrigo Cortés que Chicho Ibáñez Serrador –el autor de esta obra maestra; uno de los dos largometrajes que tiene, y que al mismo tiempo son los únicos– es «una figura inexplicable e irrepetible»: «Consiguió que el género tuviese una penetración en un país entero con una naturalidad que no ha tenido en otros países; comprendió muy bien que el género fantástico permite tratar temas relevantes de forma muy universal y no perecedera». Dijo J. A. Bayona que valoraba de él su «conexión con el público, de atraparlo, de lograr que sus historias fueran entretenidas y, mientras entretenía, introducía alguna semillita, les quería hacer pensar». Chicho es nuestro Hitchcock. No hay mejor carta de presentación para esta película contada bajo un sol de justicia; una historia influyente, enloquecida y extraordinaria que se zambulle en la maldad del hombre desde que el hombre es hombre, desde el principio de todo; vamos, desde el principio de la vida.
Los otros
Alejandro Amenábar, 2001
Si pensamos en un creador magnífico –no siempre virtuoso– de finales inesperados, pensamos en Shyamalan, claro. Pero algo de eso aguarda la película del Amenábar más internacional, de un Amenábar en plena forma, que dirigió una de las mejores películas de terror de principios de siglo con Nicole Kidman como protagonista. Una madre, los hijos, la mansión: todos son personajes de una historia decimonónica, tenebrosa, con los recursos habituales del género –la oscuridad y la niebla, un lugar que no parece el indicado para criar una familia–, con un desenlace ejemplar. Dice Amenábar que escribió el guion en menos de un mes, y que eso es bueno: significa que «te arrastra, las escenas salen solas».
Pánico en el Transiberiano
Eugenio Martín, 1972
Vamos con un primer argumento para ver esta película: Christopher Lee. Y acompañado de Peter Crushing. Rápidamente viaja a nuestra cabeza la Hammer, la casa del terror entre los 50 y los 70, y sus películas sobre Drácula y el monstruo de Frankenstein. Prácticamente toda la película tiene al tren por escenario –curiosamente, en una maqueta de ferrocarril que Eugenio Martín ya empleó en El desafío de Pancho Villa–, donde el tándem de Lee y Crushing deslumbra. En este viaje de Shanghái a Moscú no pasa desapercibida la presencia de una caja con restos humanos muy antiguos. Varias víctimas dan buena cuenta de ello.
La novia ensangrentada
Vicente Aranda, 1972
Hace cinco años que murió Vicente Aranda, uno de los directores más icónicos de nuestro cine y autor de esta historia de vampirismo, vampirismo de mujeres, que –de puertas afuera– no gustó a los censores franquistas: sólo en el extranjero se pudieron ver las escenas con desnudos y sexo. Hay un Aranda que experimenta, que bebe de las vanguardias, que se atreve a desafiar a una España de piel fina, que no renuncia a los lugares comunes del género. Habitan en el corazón de la película los sueños premonitorios, la obsesión, la leyenda de esa mujer que asesinó a su marido, la sangre a borbotones. Le chifla a Tarantino.
La noche de Walpurgis
León Klimovsky, 1971
No pusieron el título porque sí: así se llama la festividad pagana que es némesis de la festividad de Todos los Santos –vaya coincidencia– y que sucede seis meses antes, o seis meses después, según se vea. Aquí, en esta película de León Klimovsky con Jacinto Molina en el guion, encontramos a Paul Naschy en su cuarto papel como hombre-lobo. Ya, ya lo sé: Molina y Naschy son la misma persona. El hombre-lobo vuelve a la vida tras su paso por la muerte; apenas bastó que dos forense le extrajeran una bala de plata. No tardan ellos en hacer el camino inverso. Eso por una parte. Por la otra, dos jóvenes reviven –vaya coincidencia– a una condesa que algo tiene que ver con el Diablo.
No profanar el sueño de los muertos
Jorge Grau, 1974
Aquí tenemos un claro exponente de la grandeza de George A. Romero, que influyó como pocos sobre nuestra cultura con su mirada hacia los zombis –aquella que imprimió en La noche de los muertos vivientes–. Jorge Grau recibió esta película como un encargo; confiaron en él después de trabajar con un gigante como Sergio Leone. Es curioso: hay un mensaje ecologista que subyace, al menos en las razones por las que los muertos regresan al lugar de los vivos, y hay quien dice que es nuestra mejor película de zombis. Los 70, como se puede comprobar, dieron paso a un cine de terror muy rico en España –como en Italia, por ejemplo–. Parecen títulos olvidados en nuestro país porque no eran tiempos de democracia. Vayamos recuperándolos.