Aprovechando la visita a Madrid de la periodista Vivian Schiller, quisimos plantearnos conversar con ella sobre el gran tema ‘Periodismo = Democracia’. Schiller es la directora ejecutiva de Aspen Digital. Ha sido CEO del National Public Radio, y ex jefa de noticias y periodismo en Twitter y vicepresidenta senior y directora digital de NBC News. Es una de las voces más admiradas y premiadas en Estados Unidos por su defensa de la libertad de expresión. Nos recibió entre el seminario y la conferencia pública que impartía en el programa Tech & Society, organizado por Aspen Institute España y Fundación Telefónica.
¿Está de acuerdo en que el periodismo ejercido a través de la televisión se erige como el “cuarto poder” del Estado, representando la opinión pública?
A menudo tendemos a idealizar los “buenos tiempos pasados”. Cada época recuerda la anterior y exclama: “¡Oh, la vida era mucho mejor entonces!” y, por tanto, cualquier nuevo desarrollo debe ser malo. Esto casi nunca es cierto. Con la llegada de los telediarios, la gente decía: “se acabó el diálogo inteligente” porque ya nadie lee. Con la aparición de Internet, muchos pensaron: “esto es el fin, porque ahora las noticias vendrán de fuentes poco fiables”. Lo que no ven es que todos los medios de comunicación tienen sus limitaciones, desde la época de las pinturas rupestres, así que no finjamos que hubo alguna vez “buenos tiempos». Esto es una ilusión.
Lo que perdemos con esta nostalgia son todas las personas que quedaron en el camino. Las historias que se contaban, y hablo sobre todo de Estados Unidos porque esa es mi perspectiva, eran en su mayoría de personas blancas. Así que muchos colectivos quedaron marginados de la narrativa. Como mujer blanca viendo las noticias, me sentía representada, pero si hubiera sido negra, latina o indígena, difícilmente habría visto mi realidad reflejada en el programa de Walter Cronkite. Por tanto, no eran los buenos tiempos, sino sólo una pequeña parte de Estados Unidos.
De hecho, cada nuevo desarrollo tecnológico ha contribuido a mejorar el descubrimiento, el consumo y la comprensión de las noticias. La televisión hizo posible que las personas comprendieran y se acercaran a la actualidad: pudimos ver imágenes de la guerra de Vietnam, el debate entre Nixon y Kennedy… Con la llegada de Internet y la era de los móviles, tuvimos el poder de tener toda la información del mundo en nuestros bolsillos. Por tanto, cada avance tiene aspectos positivos y negativos.
¿Cree que el periodismo sobre el terreno nos permite ser más críticos y, por tanto, implicarnos más en la agenda pública?
Un medio de difusión es, por definición, “uno para muchos”, por lo que no sirve para escuchar al público. En muchos aspectos, el mercado diversificado de medios de comunicación que tenemos hoy en día es mucho mejor en ese sentido. Dicho esto, el acceso limitado a las noticias en la era anterior a Internet tenía el poder de cambiar la opinión publica ya que muchos veían las ofertas reducidas.
Vuelvo a mencionar a Walter Cronkite porque fue una figura dominante en los Estados Unidos de los años 60 y 70. Cuando expresaba su opinión, esta importaba. Crecí viendo su programa nocturno durante la cena. Era como si Cronkite estuviera sentado en nuestra mesa. Y recuerdo que de niña cada noche se hablaba de la guerra de Vietnam y cada día informaban del número de soldados estadounidenses fallecidos, y aquello tenía un verdadero impacto. No hablaban de todos los vietnamitas que habían caído –ese es otro tema– todo era desde una perspectiva muy blanca, pero, aun así, influyó en las personas.
Hoy en día, la gente busca respuestas concretas y cortas. Y es que dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo. Por un lado, Internet ha permitido democratizar el acceso a la información de una forma muy poderosa. Por otro, ha destruido el contexto, puede llevarnos a noticias falsas, nos polariza y nos radicaliza. Estas dos realidades son ciertas al mismo tiempo.
Permítanme hablar primero de lo bueno: Internet ha hecho florecer diferentes tipos de periodismo que nunca antes habían sido posibles, la filtración de los papeles de Panamá, del Paraíso y de Pandora, por ejemplo, las visualizaciones de datos, o los tipos de reportajes de Bellingcat sobre Rusia que realizan mediante el rastreo de información de acceso público. Todas estas cosas han sido increíbles.
Paralelamente, los modelos de negocio tradicionales del periodismo se han visto diezmados. Internet y, en particular, las grandes plataformas –los Google y Facebook del mundo– son mucho más rentables para los anunciantes, por lo que la mayor parte del dinero ha ido a parar allí, y ha cortado las alas a las agencias de noticias tradicionales. Algunas nuevas fuentes de ingresos han venido a ocupar su lugar –más apoyo del público, por ejemplo– pero las pérdidas son cuantiosas y los nuevos ingresos muy escasos. Por tanto, hay una brecha gigantesca, y esto ha sido un gran problema, sobre todo para las noticias locales.
En la era digital, ¿cómo afectan las noticias personalizadas a la expresión de la opinión pública?
Creo que no hay una única narrativa aquí. Si bien hay sitios nicho que impulsan la polarización, también hay innumerables y magníficas publicaciones nicho que ofrecen reportajes de fondo sobre temas específicos. De la noche a la mañana, tenemos agencias de noticias digitales que se dedican exclusivamente al cambio climático, por ejemplo, o a la ciencia, al Covid, a la energía alternativa, y así sucesivamente. Y esto es estupendo porque cuentan con especialistas que informan en profundidad y con conocimiento de causa sobre un tema concreto. No creo que haya nada especialmente destacable de las agencias de noticias que lo cubren todo.
¿Influye la tecnología digital en la conciencia y el conocimiento profundo de la realidad de los ciudadanos, incluidos sus colectivos? ¿Cómo cree que está afectando a la ciudadanía?
De nuevo, no hay una única narrativa. Empezaré por lo bueno. ¡Creo que plataformas como TikTok, Instagram o incluso Twitter han permitido un desarrollo de la expresión creativa extraordinario! La imaginación humana no tiene límites. Me encanta que esos contenidos se vuelvan virales. Creo que hacen que el mundo sea un lugar mejor, refuerzan nuestra humanidad común.
Pero también hemos visto cómo los contenidos se vuelven virales en plataformas optimizadas mediante algoritmos para alimentar la ira y las emociones negativas de las personas. En muchos casos, esa viralidad no se produce de forma natural; está manipulada. Por tanto, las cosas que nos hacen enfadar son, por definición, las que se vuelven virales.
Es importante no desprestigiar la creatividad y el entretenimiento. Las personas tienen derecho a divertirse, no creo que sea necesariamente en detrimento del pensamiento crítico. Tampoco creo que, si no existiera este tipo entretenimiento en las redes sociales, estaríamos todos prestando más atención, por ejemplo, a los últimos datos en Misuri y sus implicaciones en la legislatura estatal.
¿Qué nos depara el futuro?
El futuro nos exige dar un paso adelante, prestar atención y actuar. Esto es válido tanto para el sector público como para el privado. Las democracias están en peligro y el periodismo independiente, al servicio del público, es ahora más necesario que nunca.
Una entrevista de Morela Scull