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Storytelling y conspiración

Storytelling y conspiración

Fernando Ariza González

Profesor Titular de Literatura en la Universidad CEU San Pablo

Storytelling y conspiración

Conozco un terraplanista. Pensé que estas cosas solo suceden en América pero este hombre es de un pueblo de Toledo. Por lo demás, excelente padre y esposo y honrado trabajador. Su único vicio es dejarse llevar por la espiral tóxica de las recomendaciones de Youtube, que le han demostrado convincentemente que la tierra es plana, que más allá de la Antártida hay una fuente extraordinaria de recursos y que un grupo de poderosos llevan siglos ocultándolo. En su narración se sugiere la presencia de extraterrestres, pero no llegué a indagar en esa línea argumental.

Más allá del interés por los especímenes curiosos, me pregunté cómo había podido terminar creyendo una teoría que podría haber surgido de En las montañas de la locura de Lovecraft. Luego vinieron los Proud Boys, QAnon, supremacistas, Incel, creacionistas y demás huestes conspiranoicas que invadiendo el Capitolio, y todo aquello ha dejado de parecer gracioso.

Probablemente haya muchos factores que estén provocando esta explosión de teorías conspirativas, pero me parece que todas ellas tienen un elemento común: el exceso de storytelling. Afortunadamente, existe una cura: el storytelling.

Se entiende el storytelling con el arte de contar historias, y remontamos su origen a los primeros estadios del Sapiens.

Somos seres narrativos, eso me parece más que probado, y una buena historia nos mueve más y mejor que la más exacta teoría. Creemos en la verdad ficcional con mucha más seguridad que en la verdad positiva. Las dos son necesarias y complementarias, pues se mueven en diferentes esferas. Una sociedad sin ficción sería una sociedad autista, una sociedad sin verdad científica sería una sociedad esquizofrénica. Lamentablemente, creo que nos acercamos a este segundo nivel.

Se entiende el storytelling con el arte de contar historias, y remontamos su origen a los primeros estadios del Sapiens. En torno a una hoguera, por la noche, se fue gestando a golpe de relato lo que somos. En parte es cierto pero creo que perdemos la mitad de la XX. Lo que realmente cambió la vida del ser humano sobre la tierra no fue su capacidad de contar historias, sino su capacidad de recibir historias, de disfrutar con ellas, de creérselas. En definitiva, la capacidad de vivir en ese mundo ficcional en el que puede pasar todo, y si es menos cierto que el mundo físico, por lo menos es igual de verdadero. Los estudios cognitivos han trabajado, y se han sorprendido principalmente por esta capacidad neuronal. Es por eso que casi habría que hablar de storybelieving como motor social.

Harari propuso que nuestra definitiva ventaja sobre el Neanderthalis fue efectivamente el relato. Lo que parece probable es que fue un componente esencial en el desarrollo de la civilización. Gracias a nuestra capacidad de contar historias nos configuramos como comunidades, encontramos punto unión más amplios que los lazos familiares o las necesidades de supervivencia. Sustituimos el grooming (acicalamiento y desparasitación con intención social) por las historias, un mecanismo mucho más eficiente y limpio. Rompimos así, por primera vez sobre la Tierra, la barrera de los 150 individuos de Dunbar. A partir de ahí creamos y creímos en entes ficcionales esenciales: países, monedas, leyes, religiones… todo tipo de convenios sociales sin los que no seríamos más que pequeñas comunidades. Lamentablemente, con la narración también creamos al antagonista. Un mecanismo literario muy eficiente para unificar grupos, pero con el inconveniente de que creas un enemigo. 

 

El storytelling también nos aportó sentido a la vida. Nuestra existencia está formada por eventos que muchas veces son fortuitos, pero nos esforzamos en darle una relación causal como en el mejor de los relatos. El propio concepto de pasado y futuro, aplicado a nuestra existencia, es pura narración. Le damos vueltas a nuestro pasado mientras fantaseamos sobre el futuro. Una historia tiene, como la vida, introducción, desarrollo y desenlace. Si el antagonista es un mecanismo narrativo, también lo es la perspectiva, el punto de vista. El storytelling nos diferencia del otro, pero del mismo modo, no hay mejor modo de entender al otro que viendo la narración contada desde su punto de vista.

Pero todo en exceso es malo, hasta el relato, y de ahí la explosión conspiranoica. El storytelling no se ha disparado, a mi ver, como un vicio sino como una respuesta desesperada. No es el producto de mentes enfermas, sino el último agarre cuando se desconfía de todo lo demás.

Vivimos una época en la que grandes colectivos históricamente privilegiados ven cómo su status desaparece: hombre joven trabajador occidental. El suelo les hace aguas y ya no saben qué les depara el futuro, que se convierte en algo inseguro e imprevisible. Por si eso fuera poco, una enfermedad campa a sus anchas con un crecimiento errático, casi diríamos que narrativo. Y la ciencia, la gran salvadora, no deja más que la sombra de una duda.

El propio concepto de pasado y futuro, aplicado a nuestra existencia, es pura narración. Le damos vueltas a nuestro pasado mientras fantaseamos sobre el futuro.

Junto con esto, los grandes amarres sociales están al borde del precipicio: la familia y las relaciones sociales se han convertido en un lujo en Occidente. Por el contrario, cada vez hay más tiempo para uno mismo. Nunca hemos estado tan estresados pero nunca ha sobrado tanto el tiempo. Hemos alcanzado el pico de la pirámide de Maslow: el aburrimiento.

Hay muchas personas con un futuro amenazado e incierto, desmotivadas, solitarias y aburridas. Ante este panorama desolador, solo cabe rellenar tantos agujeros con narrativa. Llevamos milenios haciéndolo y se nos da bien. Necesitamos certidumbres, buscarle el sentido de la vida, algo a que aferrarnos. Nos da miedo pensar que todo es casual, así que forzamos lo causal. Los acontecimientos tienen que suceder por un motivo, y si no los conocemos, nos los inventamos. Da mucha más seguridad pensar que el coronavirus es parte de un plan maléfico que creer que es fruto de la impenetrable naturaleza. Nos sentimos más seguros ante el control de una inteligencia ordenadora, aunque sea perniciosa, que ante el errático devenir. Tener las ideas bien claras, saber quién es el bueno y el malo y conocer los porqués de la vida da mucha tranquilidad.

Pero enriquezcamos el relato con la figura de un antagonista. Ha demostrado ser uno de los métodos más efectivos de crear un mundo ficcional (que se lo digan a Hollywood) y en la vida real no tendría por qué ser menos (que se lo digan a los políticos). Ante la sensación de amenaza, los grupos se unen, se logra impresión de pertenencia y a la vez de élite. La soledad será la misma, pero la sensación no.

 

Pero lo mejor es que además podemos salir del aburrimiento. Mucha gente disfruta con novelas sobre conspiraciones (Dan Brown, Katherine Neville) ¿por qué no vivir en una de ellas? Descubrir las claves, los patrones que los enemigos dejan a su alrededor, descubrir ese secreto y compartirlo aumenta la sensación de grupo y de élite. Y es además súper divertido. Internet se ha convertido para muchos en un inmenso juego de rol.

Puede que el resultado de todo termine siendo un relato incomprensible y absurdo. Una mala novela que nadie compraría. Pero los beneficios son evidentes. Si estos individuos no pasan del plano de la ficción, no pasaría nada. Pero ya hemos visto que no es así. ¿Qué se puede hacer?

Contra el storytelling, más storytelling. A mi amigo terraplanista no le valen contraargumentos científicos, créanme que lo he intentado. Cuanto más esté el mundo en contra, más se va a aferrar a sus ideas, más razón le van a dar. El único modo de anular un relato es sustituyéndolo por otro, o enriqueciéndolo con otro. No podemos relegar el conocimiento narrativo por ser algo inferior o propio de ignorantes. Los grandes giros históricos han sido provocados por relatos y, de hecho, en este momento lo narrativo se está expandiendo a todos los niveles. De nosotros dependerá de qué lado caiga la moneda.

Fernando Ariza González junto a Aspen Institute España y The Objective te invitan a la primera edición del curso Storytelling, el arte de contar historias. En este vídeo te contamos el propósito de este taller en el que aprenderás a desarrollar tu capacidad narrativa para contar y analizar historias.

Más información e inscripciones: [email protected]

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